27/10/2022, 10:40
Por lo que sea, Kyo pensó que la muchacha iba a pedirle algo más. Pensó que la travesía todavía no llegaba a su fin. Pero se equivocó, ya no parecía necesitar más ayuda. Simplemente era dejar a Michio y luego volver a su casa, cosa que le podía costar más o costar menos, pero la realidad es que ese recorrido ya lo había hecho a la mañana y no era del todo complicado. Con un poco de razonamiento, incluso teniendo en cuenta la dificultad para ubicarse que tiene, iba a poder volver a casa sin problemas.
—En ese caso, aquí termina mi trabajo. — El gato gris parecía más relajado y risueño. Sabía que, al final del día, todo había salido perfectamente. Luego de que la chica se acerqué y le salude, se fue alejando lentamente. —Tarde o temprano nos volveremos a encontrar ¡Hasta pronto, Sayori-san!
Sayori vería al animal alejarse por los tejados con una destreza y agilidad dignas de envidiar. No tardó mucho en desaparecer de su vista.
Luego de tocar la puerta, Michio empezaría a abrir lentamente los ojitos y maullar muy levemente. Intentaba asomar la cabeza y ver lo que tenía a su alrededor. Parecía reconocer el lugar donde estaba.
A diferencia de la primera vez, la mujer no abrió la puerta al instante. Se notaba que antes, tan solo, estaba cerca de la puerta por poner el cartel y no porqué estaba atenta a recibir visitas. A pesar de esto, si parecía que iba a atender ni bien pueda.
—Voy. — Se escuchó a lo lejos, ya cuando Kyo no estaba por esas zonas.
Debía estar atenta por si alguien tenía alguna información de Michio, pero lo que le esperaba allí afuera era infinitamente mejor que eso.
—¿Quién...?
Cuando abrió la puerta, no llegó a completar la frase para quedarse paralizada por unos segundos. Las lágrimas empezaban a asomar por sus ojos y una sonrisa por sus labios. Aquella pose algo erguida y muy despreocupada, pasaba a ser más inclinada y con unos leves temblores a causa de la emoción. Habían pasado algunos días desde que no lo veía, pero mentalmente no parecía estar preparado para verlo en ese instante. En estos casos, no es difícil temerse lo peor.
Con movimiento realmente lentos y cuidadosos, Mayu acercaba sus manos al anaranjado y lo tomaba en brazos con manta y todo. El gato maullaba secamente y acercaba su hocico a la cara de su dueña, olfateando y frotándose en la misma.
—¿D-dónde estaba? — Dijo muy afectada, casi interrumpiéndose ella misma cuando sintió que el gato se movió un poco al sentir la mano de la muchacha. Ahí bajó un poco la manta y notó la herida que tenía. —¿Qué pasó?
—En ese caso, aquí termina mi trabajo. — El gato gris parecía más relajado y risueño. Sabía que, al final del día, todo había salido perfectamente. Luego de que la chica se acerqué y le salude, se fue alejando lentamente. —Tarde o temprano nos volveremos a encontrar ¡Hasta pronto, Sayori-san!
Sayori vería al animal alejarse por los tejados con una destreza y agilidad dignas de envidiar. No tardó mucho en desaparecer de su vista.
Luego de tocar la puerta, Michio empezaría a abrir lentamente los ojitos y maullar muy levemente. Intentaba asomar la cabeza y ver lo que tenía a su alrededor. Parecía reconocer el lugar donde estaba.
A diferencia de la primera vez, la mujer no abrió la puerta al instante. Se notaba que antes, tan solo, estaba cerca de la puerta por poner el cartel y no porqué estaba atenta a recibir visitas. A pesar de esto, si parecía que iba a atender ni bien pueda.
—Voy. — Se escuchó a lo lejos, ya cuando Kyo no estaba por esas zonas.
Debía estar atenta por si alguien tenía alguna información de Michio, pero lo que le esperaba allí afuera era infinitamente mejor que eso.
—¿Quién...?
Cuando abrió la puerta, no llegó a completar la frase para quedarse paralizada por unos segundos. Las lágrimas empezaban a asomar por sus ojos y una sonrisa por sus labios. Aquella pose algo erguida y muy despreocupada, pasaba a ser más inclinada y con unos leves temblores a causa de la emoción. Habían pasado algunos días desde que no lo veía, pero mentalmente no parecía estar preparado para verlo en ese instante. En estos casos, no es difícil temerse lo peor.
Con movimiento realmente lentos y cuidadosos, Mayu acercaba sus manos al anaranjado y lo tomaba en brazos con manta y todo. El gato maullaba secamente y acercaba su hocico a la cara de su dueña, olfateando y frotándose en la misma.
—¿D-dónde estaba? — Dijo muy afectada, casi interrumpiéndose ella misma cuando sintió que el gato se movió un poco al sentir la mano de la muchacha. Ahí bajó un poco la manta y notó la herida que tenía. —¿Qué pasó?