30/10/2022, 00:11
La Hambrienta se quedó sin libros, pero cuando Daigo creyó acertar un número de la combinación, corrió rauda a recuperarlos.
—¿El tercero un uno? Joder… ¡Joder! Alguna mierda tiene que haber por aquí. Es tan tonta que seguro lo sacó de algún papelucho de estos.
—Yo nací en el año 191. ¿Será mi fecha de nacimiento? —dijo la Faraonesa. La Hambrienta puso los ojos en blanco antes de continuar rebuscando entre los papeles.
Daigo en el centro; Chillidos cabizbajo a su izquierda; la Matasanos a su derecha, indecisa. Al frente, la Tríada de Sanbei no mostraba dudas. Ocultaban su rostro tras una máscara, pero toda su expresión corporal mostraba una seguridad innata. Probablemente porque tuviesen el sello de esclavitud. O quizá, simplemente, porque se veían ampliamente superiores.
La voz de Nathifa surgió tras ellos.
—Daré una tercera oportunidad. Nadie puede decir que no apuesto por la reinserción. Pero solo a uno de vosotros —anunció—. A quien ponga fin a la insurrección, a quien me entregue a sus compañeros y demuestre su compromiso con la justicia, le perdonaré la vida. Cumplirá condena tan solo un año más y luego podrá salir libre.
Chillidos miró hacia su derecha. La Matasanos miró a su izquierda. Sus miradas se encontraron con Daigo en el medio. Había duda en sus ojos. Duda, ¿porque pensaban en traicionar a sus compañeros de huida? ¿O porque creían que podían ser traicionados?
—¿El tercero un uno? Joder… ¡Joder! Alguna mierda tiene que haber por aquí. Es tan tonta que seguro lo sacó de algún papelucho de estos.
—Yo nací en el año 191. ¿Será mi fecha de nacimiento? —dijo la Faraonesa. La Hambrienta puso los ojos en blanco antes de continuar rebuscando entre los papeles.
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Daigo en el centro; Chillidos cabizbajo a su izquierda; la Matasanos a su derecha, indecisa. Al frente, la Tríada de Sanbei no mostraba dudas. Ocultaban su rostro tras una máscara, pero toda su expresión corporal mostraba una seguridad innata. Probablemente porque tuviesen el sello de esclavitud. O quizá, simplemente, porque se veían ampliamente superiores.
La voz de Nathifa surgió tras ellos.
—Daré una tercera oportunidad. Nadie puede decir que no apuesto por la reinserción. Pero solo a uno de vosotros —anunció—. A quien ponga fin a la insurrección, a quien me entregue a sus compañeros y demuestre su compromiso con la justicia, le perdonaré la vida. Cumplirá condena tan solo un año más y luego podrá salir libre.
Chillidos miró hacia su derecha. La Matasanos miró a su izquierda. Sus miradas se encontraron con Daigo en el medio. Había duda en sus ojos. Duda, ¿porque pensaban en traicionar a sus compañeros de huida? ¿O porque creían que podían ser traicionados?