30/10/2022, 23:28
Cuando Daigo iba a concentrarse de nuevo, tras abroncar a Risitas, se oyó un golpetazo en el umbral de la habitación. Fue cosa de la Matasanos, quien, acompañada de la Llorona, había dado un tremendo empujón a la puerta sin picaporte.
—¿¡Qué cojones hacéis!? ¡Nos van a acribillar!
—¡Shhh! ¡Deja trabajar al Sin Piernas! —gritó, señalándole junto a la caja fuerte.
Chillidos, que por algún motivo había recuperado el suficiente ánimo como para al menos presentar algo de batalla, asintió ante la petición del Sin Piernas.
—Necesito… un… respiro… primero —farfulló, sin aliento. Ambos habían recibido algo de quemaduras por el fuego (10PV), pero no era eso lo que le impedía acometer el plan del kusajin, sino que se había excedido con el chakra y en aquel momento le costaba hasta decirle a sus pulmones que siguiesen cogiendo aire.
El plan inicial de Daigo funcionó a la perfección. Su Shunshin le transportó frente a un guardia, que tardó en reaccionar. Otros dos saltaron hacia el shinobi de Kusa, raudos, pero chocaron entre sí, cabeza contra cabeza, cuando este desapareció de un “rápido” salto hacia atrás. Ambos cayeron al suelo, atontados. Cual púgil en el cuadrilátero, el paso atrás de Daigo tan solo fue para tomar impulso, y su puño colisionó de lleno en la quijada del siguiente Esclavo, que salió despedido contra un muro.
Tenía vía libre contra Nathifa. Al menos, por un instante.
La kunoichi del Torbellino en el rostro —llamémosla Torbellino Dorado—, realizó un nuevo ataque contra Chillidos. El viento generado por su abanico impactó de lleno en el General, lanzándolo contra la pared del fondo. Soltó un chillido, de rabia, de furia desmedida.
—¿¡CÓMO OS ATREVÉIS!? ¡¡¡VOY A LLEVAROS A TODOS CONMIGO AL INFIERNO!!!
Ahora sí. Le habían reactivado.
Pirámide Dorada fijó su mirada en Sin Piernas, y empezó a andar hacia él, sin prisa, como si tuviese la situación totalmente controlada. Río Dorado, mientras tanto, seguía sin realizar acción alguna. Como si fuese el último baluarte, el as bajo la manga si todo lo demás fallaba.
—¿¡Qué cojones hacéis!? ¡Nos van a acribillar!
—¡Shhh! ¡Deja trabajar al Sin Piernas! —gritó, señalándole junto a la caja fuerte.
· · ·
Chillidos, que por algún motivo había recuperado el suficiente ánimo como para al menos presentar algo de batalla, asintió ante la petición del Sin Piernas.
—Necesito… un… respiro… primero —farfulló, sin aliento. Ambos habían recibido algo de quemaduras por el fuego (10PV), pero no era eso lo que le impedía acometer el plan del kusajin, sino que se había excedido con el chakra y en aquel momento le costaba hasta decirle a sus pulmones que siguiesen cogiendo aire.
El plan inicial de Daigo funcionó a la perfección. Su Shunshin le transportó frente a un guardia, que tardó en reaccionar. Otros dos saltaron hacia el shinobi de Kusa, raudos, pero chocaron entre sí, cabeza contra cabeza, cuando este desapareció de un “rápido” salto hacia atrás. Ambos cayeron al suelo, atontados. Cual púgil en el cuadrilátero, el paso atrás de Daigo tan solo fue para tomar impulso, y su puño colisionó de lleno en la quijada del siguiente Esclavo, que salió despedido contra un muro.
Tenía vía libre contra Nathifa. Al menos, por un instante.
La kunoichi del Torbellino en el rostro —llamémosla Torbellino Dorado—, realizó un nuevo ataque contra Chillidos. El viento generado por su abanico impactó de lleno en el General, lanzándolo contra la pared del fondo. Soltó un chillido, de rabia, de furia desmedida.
—¿¡CÓMO OS ATREVÉIS!? ¡¡¡VOY A LLEVAROS A TODOS CONMIGO AL INFIERNO!!!
Ahora sí. Le habían reactivado.
Pirámide Dorada fijó su mirada en Sin Piernas, y empezó a andar hacia él, sin prisa, como si tuviese la situación totalmente controlada. Río Dorado, mientras tanto, seguía sin realizar acción alguna. Como si fuese el último baluarte, el as bajo la manga si todo lo demás fallaba.