1/11/2022, 17:47
La Matasanos continuó su epopeya, tratando de adivinar una combinación de cuatro cifras. Su oído: más fino que nunca. Sentía cada puto engranaje a cada centímetro que movía la ruedecita. 7514. Esa fue su siguiente combinación, y tan solo oyó el uno encajar.
No había acertado ni un maldito número más.
—¡Joder, tiene que haber algo que podamos hacer! ¡Así nos volveremos viejos antes de acertar! ¿De verdad no hay ninguna pista? Tiene… Tiene que ser un número importante. Que signifique algo. Nathifa no parece de las personas que pondría una cifra al azar o el puto cumpleaños de su madre.
• • •
Daigo corría. Aunque, lo que para él era correr, para una persona normal era un trote cojo.
—¡ESTO TERMINA AQUÍ!
Pero, antes de que pudiese impactar su puñetazo, sintió que algo se tiraba sobre su espalda. Algo más rápido que él. El peso de una muchacha cayó sobre su espalda de manera brusca, abrazándole desde atrás con brazos y piernas.
—¡BASTA! ¡Por favor…! ¡Quiero que esto termine…! ¡QUIERO TERMINAR CON ESTO DE VERDAD! —Era la Llorona. Daigo sintió la punta de un acero apretando peligrosamente su yugular—. Lo siento, lo siento, lo siento. Perdóname, por favor —le susurraba, entre lágrimas, la Llorona—. Ya todo está perdido. Es la única forma… ¡A-acepto tu oferta, Nathifa! ¡Te entrego a Daigo, el hombre que lo orquestó todo!
Varias prendas en llamas cayeron a su lado, y varias más a lo largo del pasillo. Los esclavos se habían desvestido de cintura para arriba y la luz volvía a iluminar el lugar, esta vez con un tono de un rojo anaranjado y oscuro.
Y entonces Daigo la oyó. Su risa victoriosa, llena de complacencia. Cruel. La risa de Nathifa.
Chillidos, a su lado, ya no era más que un cadáver. El más loco y bruto del grupo había dado su vida por ayudarle, y al final, la más compasiva, la más inofensiva, fue la que terminó por clavarle un puñal por la espalda. Metafóricamente. El puñal seguía apuntando a su yugular.
—Es la única forma. Es la única forma —seguía sollozando.