2/11/2022, 17:13
Tal y como ocurría con el titiritero, la médico también tenía mil preguntas en su cabeza. Le pidió a la chica que volviese a repetir lo de que se repetía el día contínuamente, pues ninguno de los genin entendía del todo el concepto. Le pidió que empezasen de nuevo, y para ese entonces, la chica parecía haber recuperado parcialmente el aliento. El pecho aún lo tenía latiendo a más pulsaciones de las que podía aguantar sin pegar grandes bocanadas de aire, pero el tiempo jugaría a su favor. Cuanto más pasase, más se recuperaría. Lo normal a suceder en éste tipo de casos.
La kunoichi se presentó, inquiriendo que empezasen de nuevo, pero desde el principio relativo: Una presentación. En realidad, no se podía empezar más desde el principio que eso, pues era lo primero. La chica pareció percatarse de que ir corriendo hacia unos desconocidos, gritando a voz viva, no era la mejor de las presentaciones, ni de las mejores muestras de civismo. Rápidamente realizó una leve reverencia, notoriamente más que apurada.
—¡L-lo siento!. —Exclamó de inmediato. —¡M-mi nombre es Ohiko!. ¡T-tomohiro Ohiko!. ¡Un placer!.
—Mi nombre es Akimichi Yüma. —Sentenció la presentación, dando el nombre de un compañero al que recordó. La verdad, al marionetista no se le daba demasiado bien mentir, y menos el inventar nombres.
—En Nokoto está pasando algo raro desde hace un tiempo. Es... es como que se han quedado encerrados en el tiempo. Tenía a una amiga aquí... pero... pero no puede salir de su pueblo. Ni ella, ni nadie. Todos están encerrados.
El chico quedó mirando extrañado a la pequeña, y al poco miró con una profunda intriga al pueblo: Nokoto. El shinobi no sabía que pensar, bien era cierto que podían existir técnicas para hacer algo así, pero hacer algo así en un pueblo apartado de la mano de dios... No tenía el menor sentido, la verdad.
—Si no me creéis, puedo demostrarlo. —Ella sabía que nadie podía creer así de buenas la historia, lo sabía muy bien.
»En una hora más o menos, un vendedor ambulante va a tratar de salir por éste camino. Lo he visto varios días, le saludo, y él me saluda. No sabe mi nombre, pero me he presentado como mil veces... Hay como una especie de muro invisible, pero solo para quienes quieren salir. Si esperáis, lo podréis ver con vuestros propios ojos... ¡LO JURO!.
La kunoichi se presentó, inquiriendo que empezasen de nuevo, pero desde el principio relativo: Una presentación. En realidad, no se podía empezar más desde el principio que eso, pues era lo primero. La chica pareció percatarse de que ir corriendo hacia unos desconocidos, gritando a voz viva, no era la mejor de las presentaciones, ni de las mejores muestras de civismo. Rápidamente realizó una leve reverencia, notoriamente más que apurada.
—¡L-lo siento!. —Exclamó de inmediato. —¡M-mi nombre es Ohiko!. ¡T-tomohiro Ohiko!. ¡Un placer!.
—Mi nombre es Akimichi Yüma. —Sentenció la presentación, dando el nombre de un compañero al que recordó. La verdad, al marionetista no se le daba demasiado bien mentir, y menos el inventar nombres.
—En Nokoto está pasando algo raro desde hace un tiempo. Es... es como que se han quedado encerrados en el tiempo. Tenía a una amiga aquí... pero... pero no puede salir de su pueblo. Ni ella, ni nadie. Todos están encerrados.
El chico quedó mirando extrañado a la pequeña, y al poco miró con una profunda intriga al pueblo: Nokoto. El shinobi no sabía que pensar, bien era cierto que podían existir técnicas para hacer algo así, pero hacer algo así en un pueblo apartado de la mano de dios... No tenía el menor sentido, la verdad.
—Si no me creéis, puedo demostrarlo. —Ella sabía que nadie podía creer así de buenas la historia, lo sabía muy bien.
»En una hora más o menos, un vendedor ambulante va a tratar de salir por éste camino. Lo he visto varios días, le saludo, y él me saluda. No sabe mi nombre, pero me he presentado como mil veces... Hay como una especie de muro invisible, pero solo para quienes quieren salir. Si esperáis, lo podréis ver con vuestros propios ojos... ¡LO JURO!.