15/02/2016, 16:48
¿Manera correcta? ¿A qué se que quería referir ese anciano con eso? Karamaru se mostró pensativo en ese momento tratando de descifrar las palabras del sacerdote del pueblo. Sin embargo, lo único que podía sacar en claro era que estaba mintiendo, prácticamente siempre se pueden hacer las cosas desde diferentes caminos. Además, ¿A qué tipo de problemas se refería? ¿Si no atrapan al agresor serían de alguna forma castigados? Las palabras de Hiromi resonaban una y otra vez en la cabeza del calvo.
Los momentos de charla se terminaban y, dejando a Yoshi de lado, el sacerdote guio a los dos shinobis hasta el interior de la casa en la que se había originado el homicidio. Se abrió la puerta que claramente estaba forzada y la primera impresión que se llevaría el monje de ese lugar es que sin duda alguna respiraba tranquilidad. Era una casa como cualquier otra, sin bullicio alguno, pero que trágicamente sería el lecho de muerte del residente. El anciano continuó su pequeño recorrido por el suelo de madera, haciendo caso omiso del resto de la morada, y se paró cerca de una de las puertas que adornaban esas paredes. Como cualquiera podría esperar, los invitó a pasar dando a entender que dentro se encontraba el lugar exacto del cuerpo.
Al abrirse la puerta los ojos de Karamaru se cerraron en un simple pestañeo largo que tras un profundo suspiro se volverían a abrir. Ese cuerpo inmóvil, toda esa sangre, toda esa imagen aterradora le hacía recordar algo, o mejor dicho, a alguien. Parecía el día de ayer cuando vio a una persona agradable ser asesinada frente a sus propios ojos, cuando vio reír a un morocho de pelo largo mientras lo hacía, cuando vio a una mujer, que seguía sin conocer, rescatarlo en su acto de cobardía. ¿Seguiría viva esa mujer? En ese momento, y casi sin quererlo, una palabras salieron de su boca en un tono muy bajo, solo un susurro.
Eri, Eri, Eri.....
Todavía no entendía a lo que se referían sus últimas palabras, pero esperaba que algún día podría hacerlo.
Se acostó en su cama para descansar sin pensar que descansaría eternamente. Esas ironías de la vida. Sobre su propia cama estaba el cuerpo, o lo que quedaba de el. El pecho y el estómago de Ryoma estaban completamente agujereados por millones de penetraciones que le habían realizado con lo que seguramente era un arma filosa. Sin embargo, lo extraño de todo eso es que su pecho no era lo que llamaba la atención. Su boca se había alargado, ahora mantenía una gigante sonrisa involuntaria generada por dos cortes que tenía en sus mejillas. En espectáculo grotesco.
Sin nada que decir ni preguntar dejaría que la rubia hiciese la conversación con el anciano. Karamaru seguía con sus sensaciones de terror y nostalgia recordando ese evento pasado y no quería hablar de momento.
Los momentos de charla se terminaban y, dejando a Yoshi de lado, el sacerdote guio a los dos shinobis hasta el interior de la casa en la que se había originado el homicidio. Se abrió la puerta que claramente estaba forzada y la primera impresión que se llevaría el monje de ese lugar es que sin duda alguna respiraba tranquilidad. Era una casa como cualquier otra, sin bullicio alguno, pero que trágicamente sería el lecho de muerte del residente. El anciano continuó su pequeño recorrido por el suelo de madera, haciendo caso omiso del resto de la morada, y se paró cerca de una de las puertas que adornaban esas paredes. Como cualquiera podría esperar, los invitó a pasar dando a entender que dentro se encontraba el lugar exacto del cuerpo.
Al abrirse la puerta los ojos de Karamaru se cerraron en un simple pestañeo largo que tras un profundo suspiro se volverían a abrir. Ese cuerpo inmóvil, toda esa sangre, toda esa imagen aterradora le hacía recordar algo, o mejor dicho, a alguien. Parecía el día de ayer cuando vio a una persona agradable ser asesinada frente a sus propios ojos, cuando vio reír a un morocho de pelo largo mientras lo hacía, cuando vio a una mujer, que seguía sin conocer, rescatarlo en su acto de cobardía. ¿Seguiría viva esa mujer? En ese momento, y casi sin quererlo, una palabras salieron de su boca en un tono muy bajo, solo un susurro.
Eri, Eri, Eri.....
Todavía no entendía a lo que se referían sus últimas palabras, pero esperaba que algún día podría hacerlo.
Se acostó en su cama para descansar sin pensar que descansaría eternamente. Esas ironías de la vida. Sobre su propia cama estaba el cuerpo, o lo que quedaba de el. El pecho y el estómago de Ryoma estaban completamente agujereados por millones de penetraciones que le habían realizado con lo que seguramente era un arma filosa. Sin embargo, lo extraño de todo eso es que su pecho no era lo que llamaba la atención. Su boca se había alargado, ahora mantenía una gigante sonrisa involuntaria generada por dos cortes que tenía en sus mejillas. En espectáculo grotesco.
Sin nada que decir ni preguntar dejaría que la rubia hiciese la conversación con el anciano. Karamaru seguía con sus sensaciones de terror y nostalgia recordando ese evento pasado y no quería hablar de momento.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘