13/11/2022, 15:13
La decepción fue grande para todos, pero al final no tenían más opción que seguir con el trabajo. Por tedioso que fuese, alguien había de hacerlo. Y ya que estaban allí, ahorraban a quien tomase la próxima misión relacionada con éste tema el buscar los sellos. Claro, si es que los encontraban.
—¡Pues vaya rollo! —Se quejó también la pequeña.
Pero el titiritero tenía bien claro la labor que habían venido a hacer. Así pues, continuó el camino tras recuperar el hilo, y volver a hacer presión con la piedra hacia la barrera. El método era sencillo, pero quizás le distraía un poco de la auténtica labor: Buscar los sellos. Pero por otro lado, también podían ir calculando la distancia general desde la barrera hasta el pueblo. En realidad, estaban recabando bastante información.
Pasado un rato en que los tres continuaron caminando, el trío se topó con que prácticamente estaban al lado contrario de Nokoto. Prácticamente se podía identificar por una sencilla razón, justo toparon con otra entrada hasta el mismo. Allí habían un par de ancianas sentadas en unas butacas, casi a mitad de la calzada, aunque evidentemente dentro de la cárcel que la barrera conformaba. Éstas vestían ropajes bastante anticuados, o quizás más enfocados a labores agrestes. Entablaban una conversación entre ellas, como si hubiesen terminado el jornal y ahora intercambiasen rumores o ideas.
—Casi parece como que no supieran sobre la barrera... —Comentó el marionetista.
»¿Seguimos?. Ya nos falta solo la mitad.
—¡Pues vaya rollo! —Se quejó también la pequeña.
Pero el titiritero tenía bien claro la labor que habían venido a hacer. Así pues, continuó el camino tras recuperar el hilo, y volver a hacer presión con la piedra hacia la barrera. El método era sencillo, pero quizás le distraía un poco de la auténtica labor: Buscar los sellos. Pero por otro lado, también podían ir calculando la distancia general desde la barrera hasta el pueblo. En realidad, estaban recabando bastante información.
Pasado un rato en que los tres continuaron caminando, el trío se topó con que prácticamente estaban al lado contrario de Nokoto. Prácticamente se podía identificar por una sencilla razón, justo toparon con otra entrada hasta el mismo. Allí habían un par de ancianas sentadas en unas butacas, casi a mitad de la calzada, aunque evidentemente dentro de la cárcel que la barrera conformaba. Éstas vestían ropajes bastante anticuados, o quizás más enfocados a labores agrestes. Entablaban una conversación entre ellas, como si hubiesen terminado el jornal y ahora intercambiasen rumores o ideas.
—Casi parece como que no supieran sobre la barrera... —Comentó el marionetista.
»¿Seguimos?. Ya nos falta solo la mitad.