15/02/2016, 20:15
Hiromi se encontraba mirando al marco de la puerta, entre la habitación de Ryoma y el resto de la casa, como si su orgullo le impidiese desviar la mirada y, su estómago, ver a su amigo de nuevo en aquel estado tan macabro. Pero cuando la kunoichi le preguntó se obligó a mirarla a los ojos.
— Por casualidad… ¿Sabe si Ryoma tuvo algún conflicto fuerte con alguien, alguna discusión de pareja o algo por el estilo...?
—No insinuará que ha sido alguien del pueblo, ¿verdad? —dijo, con tono ofendido—. Por los Dioses de Onindo, ¡esto ha sido obra de un sádico! —exclamó, horrorizado—. Conozco bien a mi gente… Todos tienen sus defectillos, por supuesto. ¡¿Pero esto?! No. No, no, no… —negaba con la cabeza, como si tratase de convencerse a sí mismo, en vez de a ellos—. Me niego a creerlo. Pondría la mano en el fuego por todos y cada uno de ellos.
Se cruzó de brazos y pareció retarles con la mirada a que le desmintiesen.
Luego, Noemi trató de examinar más de cerca al cadáver. El rostro de Ryoma, con barba de chivo y sonrisa eterna, parecía mirarla con sus ojos sin vida, como acusándola de algo. Pero en seguida le llegó otro olor. Un hedor distinto a la sangre y descomposición, mucho más nauseabundo: era el olor a mierda. El cadáver se había defecado encima.
Quizá asqueada, o quizá porque ya llevaba rumiando la pregunta desde hacía un rato, Noemi pidió nueva información al sacerdote:
— Además… ¿Sería tan amable de darme una cifra aproximada al menos de habitantes del pueblo...?
—Claro, eso no será problema… —Se puso a contar con los dedos de la mano, mientras deletreaba números sin apenas pronunciarlos—. Treinta y cuatro. Bueno, treinta y cinco, contándome a mí. Y treinta y seis contando a Takato, que lleva más de un mes alojado en la posada.
El hombre se encogió de hombros ante la pregunta del nombre de la kunoichi. La mujer de ojos llorosos, en cambio, miró a Yumiko, como confiando en que ella lo supiese.
—No lo dijo. Pero era rubia. Una chica muy guapa, de unos dieciocho años.
Rubia, guapa... No puede ser. No creo que sea... No, no. Quítatelo de la cabeza. Ella sabía muy bien que me dirigía en esta dirección. ¿Por qué iba a...? El Uchiha se sonrojó. No. Mejor no te hagas ilusiones. Debe ser otra, seguro.
—Quizá podrías ir junto a ella —dijo el chico—. Debe estar ya en la casa de Ryoma en estos momentos.
Y quizá tú podrías callarte. ¿Salir afuera de nuevo con la que estaba cayendo? Ni en broma.
—Mi compañera se ocupará de ello perfectamente. Prefiero llevar la investigación por otro rumbo... —Datsue se rascó la nuca—. No querría sonar como un desalmado, pero... ¿A qué acuerdo económico llegasteis con ella?
La mujer de ojos llorosos pareció horrorizarse. Por otro lado, Yumiko arrugó todavía más el ceño, cosa que Datsue creía imposible hasta hacía sólo unos momentos. Fue el tonto de ojos demasiado juntos el que habló, indignado:
—¿Cómo, es que pensáis cobrar a estas buenas gentes por detener a un criminal?
—...
Definitivamente, aquel tío era imbécil.
— Por casualidad… ¿Sabe si Ryoma tuvo algún conflicto fuerte con alguien, alguna discusión de pareja o algo por el estilo...?
—No insinuará que ha sido alguien del pueblo, ¿verdad? —dijo, con tono ofendido—. Por los Dioses de Onindo, ¡esto ha sido obra de un sádico! —exclamó, horrorizado—. Conozco bien a mi gente… Todos tienen sus defectillos, por supuesto. ¡¿Pero esto?! No. No, no, no… —negaba con la cabeza, como si tratase de convencerse a sí mismo, en vez de a ellos—. Me niego a creerlo. Pondría la mano en el fuego por todos y cada uno de ellos.
Se cruzó de brazos y pareció retarles con la mirada a que le desmintiesen.
Luego, Noemi trató de examinar más de cerca al cadáver. El rostro de Ryoma, con barba de chivo y sonrisa eterna, parecía mirarla con sus ojos sin vida, como acusándola de algo. Pero en seguida le llegó otro olor. Un hedor distinto a la sangre y descomposición, mucho más nauseabundo: era el olor a mierda. El cadáver se había defecado encima.
Quizá asqueada, o quizá porque ya llevaba rumiando la pregunta desde hacía un rato, Noemi pidió nueva información al sacerdote:
— Además… ¿Sería tan amable de darme una cifra aproximada al menos de habitantes del pueblo...?
—Claro, eso no será problema… —Se puso a contar con los dedos de la mano, mientras deletreaba números sin apenas pronunciarlos—. Treinta y cuatro. Bueno, treinta y cinco, contándome a mí. Y treinta y seis contando a Takato, que lleva más de un mes alojado en la posada.
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El hombre se encogió de hombros ante la pregunta del nombre de la kunoichi. La mujer de ojos llorosos, en cambio, miró a Yumiko, como confiando en que ella lo supiese.
—No lo dijo. Pero era rubia. Una chica muy guapa, de unos dieciocho años.
Rubia, guapa... No puede ser. No creo que sea... No, no. Quítatelo de la cabeza. Ella sabía muy bien que me dirigía en esta dirección. ¿Por qué iba a...? El Uchiha se sonrojó. No. Mejor no te hagas ilusiones. Debe ser otra, seguro.
—Quizá podrías ir junto a ella —dijo el chico—. Debe estar ya en la casa de Ryoma en estos momentos.
Y quizá tú podrías callarte. ¿Salir afuera de nuevo con la que estaba cayendo? Ni en broma.
—Mi compañera se ocupará de ello perfectamente. Prefiero llevar la investigación por otro rumbo... —Datsue se rascó la nuca—. No querría sonar como un desalmado, pero... ¿A qué acuerdo económico llegasteis con ella?
La mujer de ojos llorosos pareció horrorizarse. Por otro lado, Yumiko arrugó todavía más el ceño, cosa que Datsue creía imposible hasta hacía sólo unos momentos. Fue el tonto de ojos demasiado juntos el que habló, indignado:
—¿Cómo, es que pensáis cobrar a estas buenas gentes por detener a un criminal?
—...
Definitivamente, aquel tío era imbécil.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado