16/02/2016, 17:32
(Última modificación: 17/02/2016, 12:20 por Uchiha Akame.)
Debía ser más de mediodía cuando un olor delicioso llegó hasta el gennin de Uzu. Era intenso, con aromas de fuertes especias, y parecía provenir de no muy lejos al Este. Si el chico de pelo blanco lo seguía, sorteando las gruesas y altas cañas de bambú que crecían por todas partes, llegaría por fin a la linde de un sendero. Se trataba de un camino de tierra, claramente marcado, que venía del Noroeste y se dirigía hacia el Sur.
Si seguía su olfato, no tardaría en encontrar a los responsables de aquel delicioso aroma. Junto al sendero, en un pequeño claro natural entre los bambúes, ardía una débil hoguera alimentada por trozos de bambú resecos. Sobre el fuego había una cazuela metálica, y en esta, el guiso cuyo olor había traído al gennin de Uzu. Junto a la hoguera estaba sentado un hombre, que por su apariencia debía rondar la treintena -piel café, ojos oscuros y bandana de Takigakure en el cinturón-. Por su chaleco militar, cualquier persona enterada de los rangos shinobi podría deducir que se trataba, mínimo, de un chuunin.
El tipo estaba absorto en su labor de cocinero, y removía el guiso con experimentada paciencia, y de vez en cuando rebuscaba algún ingrediente en la mochila que descansaba a su lado, sobre la tierra. Mientras, silbaba una rítmica cancioncilla, tarareando algunos versos cuando llegaba a las partes que más le gustaban.
Si seguía su olfato, no tardaría en encontrar a los responsables de aquel delicioso aroma. Junto al sendero, en un pequeño claro natural entre los bambúes, ardía una débil hoguera alimentada por trozos de bambú resecos. Sobre el fuego había una cazuela metálica, y en esta, el guiso cuyo olor había traído al gennin de Uzu. Junto a la hoguera estaba sentado un hombre, que por su apariencia debía rondar la treintena -piel café, ojos oscuros y bandana de Takigakure en el cinturón-. Por su chaleco militar, cualquier persona enterada de los rangos shinobi podría deducir que se trataba, mínimo, de un chuunin.
El tipo estaba absorto en su labor de cocinero, y removía el guiso con experimentada paciencia, y de vez en cuando rebuscaba algún ingrediente en la mochila que descansaba a su lado, sobre la tierra. Mientras, silbaba una rítmica cancioncilla, tarareando algunos versos cuando llegaba a las partes que más le gustaban.