23/01/2023, 21:56
La tarde caía radiante sobre el horizonte, marcando un lindo contraste entre tonos cálidos y fríos en el cielo. Parecía como si un camello estuviese tratando de jalar de un bocado de una cortina de agua. Raro, atípico, hermoso. Una de esas tarde en que los dioses parecen jugar con pintura, manchando el eterno celeste de tonos anaranjados. Además, la perpetua lluvia era azotada por una leve pero constante brisa, formando un colorido arcoiris más alla del umbral de tierra visible. Una tarde singular en algunas tierras, y común en otras.
*Crick* *Crick* *Crack*
Por las lluviosas calles de Amegakure circulaba un joven. Un chico bastante pequeño, de ojos celestes y cabellera azabache. Su cabello estaba bastante alborotado, como si recién se hubiese despertado de una intensa borrachera, y aunque de tamaño dispar, en general tenía una longitud corta. Tenía unas ojeras bastante pronunciadas, y bastantes pecas entre la nariz y los ojos. Vestía una camiseta de mangas cortas de tono blanco, con el símbolo de la lluvia en negro a mitad del pecho. Los pantalones eran anchos y cortos, de color negro también. Y calzaba unas sandalias shinobis de tono negro, acompañando al conjunto en armonía de ausencia de colores. Tenía atado al pantalón un portaobjetos, con un único pergamino pequeño en su interior. En el brazo derecho tenía atada la bandana de Amegakure, y a la espalda tenía una especie de bulto atado con vendas, y unas tiras de pelo en lo más alto. El chico caminaba con tranquilidad bajo la lluvia, en una calle apenas transitada. Tan poco transitada, que destacaba sin lugar a dudas, pues a cada pocos pasos...
*Crick* *Crick* *Crack*
La rodilla crujía tan fuerte, que el chico parecía perder el equilibrio por un instante. Detenía entonces su caminar apenas un par de segundos, como si tratase de recomponerse de una mala lesión, como si tratase de mentalizarse en el movimiento que debiere hacer. Miraba al cielo un instante, y nuevamente comenzaba a caminar. Un paso. Dos pasos. Tres. Cuatro. Cinco. Y entonces...
*Crick* *Crick* *Crack*
De nuevo la función volvía a repetirse ante un escaso público. Era algo casi hipnótico, era algo que raramente podía pasar por desapercibido. Era una tímida llamada del lobo a la luna, ejecutada en una silenciosa noche mientras está descrestando en la montaña más alta de la zona.
*Crick* *Crick* *Crack*
Por las lluviosas calles de Amegakure circulaba un joven. Un chico bastante pequeño, de ojos celestes y cabellera azabache. Su cabello estaba bastante alborotado, como si recién se hubiese despertado de una intensa borrachera, y aunque de tamaño dispar, en general tenía una longitud corta. Tenía unas ojeras bastante pronunciadas, y bastantes pecas entre la nariz y los ojos. Vestía una camiseta de mangas cortas de tono blanco, con el símbolo de la lluvia en negro a mitad del pecho. Los pantalones eran anchos y cortos, de color negro también. Y calzaba unas sandalias shinobis de tono negro, acompañando al conjunto en armonía de ausencia de colores. Tenía atado al pantalón un portaobjetos, con un único pergamino pequeño en su interior. En el brazo derecho tenía atada la bandana de Amegakure, y a la espalda tenía una especie de bulto atado con vendas, y unas tiras de pelo en lo más alto. El chico caminaba con tranquilidad bajo la lluvia, en una calle apenas transitada. Tan poco transitada, que destacaba sin lugar a dudas, pues a cada pocos pasos...
*Crick* *Crick* *Crack*
La rodilla crujía tan fuerte, que el chico parecía perder el equilibrio por un instante. Detenía entonces su caminar apenas un par de segundos, como si tratase de recomponerse de una mala lesión, como si tratase de mentalizarse en el movimiento que debiere hacer. Miraba al cielo un instante, y nuevamente comenzaba a caminar. Un paso. Dos pasos. Tres. Cuatro. Cinco. Y entonces...
*Crick* *Crick* *Crack*
De nuevo la función volvía a repetirse ante un escaso público. Era algo casi hipnótico, era algo que raramente podía pasar por desapercibido. Era una tímida llamada del lobo a la luna, ejecutada en una silenciosa noche mientras está descrestando en la montaña más alta de la zona.