5/03/2023, 21:35
La chica pareció sorprenderse ante la muestra del titiritero. A decir verdad, los pocos que veían el arte en plena acción, solían ver a los títeres volando en su mayor parte. Verlos actuar como personas, y de pronto que dejasen de serlo, la verdad es que tenía que ser raro o impactante. Al menos para un tercero.
Arata se extendió bastante en la explicación, y hasta le dió detalles sobre su marioneta preferida, su mayor obra hasta el momento. Tanto fue así, que hasta se disculpó por el tostón que le había metido a la pobre chica. Pero por suerte o desgracia, la kunoichi le propuso que podía seguir hablando de ello, que le parecía muy interesante.
La chica no sabía bien lo que acababa de decir...
Había cavado su propia tumba, y se había comenzado a echar la arena sobre si misma. Al marionetista le brillaron los ojos, era de las pocas veces que podía hablar a rienda suelta sobre su mayor afición, las marionetas.
—Es curioso como puede cambiar un día común con solo tropezar con la persona adecuada.
No pudo evitar una ligera sonrisa. Había tenido un auténtico golpe de suerte. —La verdad, mi familia tiene puesta las expectativas muy altas sobre mi futuro en el negocio familiar. Pero a mi lo que me gustaría es ser un auténtico especialista en marionetismo. El mejor titiritero del mundo. Es difícil hablar de ésto con la gente.
Ante todo, quería explicarse. Sentenciar a la chica como un tropiezo afortunado podía darse a entender mal.
Y justo cuando todo parecía ir de fábula, sucedió. Un chico de alta estatura, delgado y marcado con tatuajes por cada resquicio de su cuerpo, tropezó con el titiritero. Literalmente lo hizo casi a propósito, pues la calle era ancha como para que un dinosaurio shinobi pudiese celebrar un rodeo. El largilucho, vestido con una capa de viaje azul oscura, y un pelo lacio, largo y de color azabache, quedó plantado con sus ojos clavados en el titiritero.
—Perdón. —Se disculpó Arata, incluso sin ser el causante.
—¿Disculpar? ¿Qué? —Escupió el tipo, con una voz de inframundo. Su aliento olía a whisky barato. Tanto que hasta molestaba. —Niñato... Me has manchado la capa.
Arata quedó por un instante con una mueca de incertidumbre, pues era absurdo el hecho. No le había manchado con nada, y estaba lloviendo... Era técnica y físicamente imposible.
¿A que jugaba?.
Arata se extendió bastante en la explicación, y hasta le dió detalles sobre su marioneta preferida, su mayor obra hasta el momento. Tanto fue así, que hasta se disculpó por el tostón que le había metido a la pobre chica. Pero por suerte o desgracia, la kunoichi le propuso que podía seguir hablando de ello, que le parecía muy interesante.
La chica no sabía bien lo que acababa de decir...
Había cavado su propia tumba, y se había comenzado a echar la arena sobre si misma. Al marionetista le brillaron los ojos, era de las pocas veces que podía hablar a rienda suelta sobre su mayor afición, las marionetas.
—Es curioso como puede cambiar un día común con solo tropezar con la persona adecuada.
No pudo evitar una ligera sonrisa. Había tenido un auténtico golpe de suerte. —La verdad, mi familia tiene puesta las expectativas muy altas sobre mi futuro en el negocio familiar. Pero a mi lo que me gustaría es ser un auténtico especialista en marionetismo. El mejor titiritero del mundo. Es difícil hablar de ésto con la gente.
Ante todo, quería explicarse. Sentenciar a la chica como un tropiezo afortunado podía darse a entender mal.
Y justo cuando todo parecía ir de fábula, sucedió. Un chico de alta estatura, delgado y marcado con tatuajes por cada resquicio de su cuerpo, tropezó con el titiritero. Literalmente lo hizo casi a propósito, pues la calle era ancha como para que un dinosaurio shinobi pudiese celebrar un rodeo. El largilucho, vestido con una capa de viaje azul oscura, y un pelo lacio, largo y de color azabache, quedó plantado con sus ojos clavados en el titiritero.
—Perdón. —Se disculpó Arata, incluso sin ser el causante.
—¿Disculpar? ¿Qué? —Escupió el tipo, con una voz de inframundo. Su aliento olía a whisky barato. Tanto que hasta molestaba. —Niñato... Me has manchado la capa.
Arata quedó por un instante con una mueca de incertidumbre, pues era absurdo el hecho. No le había manchado con nada, y estaba lloviendo... Era técnica y físicamente imposible.
¿A que jugaba?.