13/03/2023, 23:33
La única reacción del titiritero frente al puñetazo que por décimas de segundo vio venir, no pudo ser otra salvo prepararse para recibirlo. Sus capacidades físicas no eran su punto fuerte, y las de su antagonista por contra si que parecían serlo. Todo pasó tan rápido, que tan solo cerró los ojos.
«Aqui viene... Aquí viene... Aquí viene...»
Pero el puñetazo no llegó. O al menos estaba tardando una eternidad. Fue como cuando vas cayendo en una atracción de un parque temático, y sabes que el impacto es inminente, pero el tiempo juega en tu contra y parece un siglo. Pues exactamente eso.
Escuchó la voz de su nueva amiga, avisando al largo por segunda vez. Su autoritaria voz sentenciaba que regresase a casa, que fuese lo que fuese lo que le pasara, no merecía la pena.
—P-pero... Pero... ¿¡C-como...!?
El hombre no comprendía cómo la chica había sido capaz de reaccionar a esa velocidad, pero era más que consciente de que algunos shinobis y kunoichis eran aterradoramente hábiles. Su cara de terror, sorpresa y algo de rabia, lo dejaban realmente claro.
Fue entonces que Arata abrió los ojos, descubriendo la situación. El tipo de elevada estatura no tardó en salir corriendo. Sabía que no podía hacer nada contra alguien que luchaba de esa manera. El tipo sabía que había perdido.
—C-como... ha podido usted interceptar eso... señorita Kaminari... casi parecía estar en mi cara ese puñetazo... —Preguntó el marionetista.
«Aqui viene... Aquí viene... Aquí viene...»
Pero el puñetazo no llegó. O al menos estaba tardando una eternidad. Fue como cuando vas cayendo en una atracción de un parque temático, y sabes que el impacto es inminente, pero el tiempo juega en tu contra y parece un siglo. Pues exactamente eso.
Escuchó la voz de su nueva amiga, avisando al largo por segunda vez. Su autoritaria voz sentenciaba que regresase a casa, que fuese lo que fuese lo que le pasara, no merecía la pena.
—P-pero... Pero... ¿¡C-como...!?
El hombre no comprendía cómo la chica había sido capaz de reaccionar a esa velocidad, pero era más que consciente de que algunos shinobis y kunoichis eran aterradoramente hábiles. Su cara de terror, sorpresa y algo de rabia, lo dejaban realmente claro.
Fue entonces que Arata abrió los ojos, descubriendo la situación. El tipo de elevada estatura no tardó en salir corriendo. Sabía que no podía hacer nada contra alguien que luchaba de esa manera. El tipo sabía que había perdido.
—C-como... ha podido usted interceptar eso... señorita Kaminari... casi parecía estar en mi cara ese puñetazo... —Preguntó el marionetista.