15/03/2023, 20:52
Hida volteó ligeramente la cabeza al escuchar una nueva voz, pudiendo ver a Suzume a varios metros de ellos todavía sobre los tablones de madera noble. Saki, quien parecía desesperada por saborear algo lo más parecido a una victoria, intentó aprovechar aquella pequeña apertura para abalanzarse sosteniendo blandiendo la espada con las dos manos. Pero Hida apenas necesitó un simple gesto para bloquearla y posteriormente con un movimiento de muñeca desarmarla, haciendo que el shinai de la morena rodara por el suelo en dirección a la pelirroja.
— Llevas unos días horribles, es como si no te reconociera y todo lo que hemos practicado jamás hubiera existido — protestó reprochándole, pero Saki no le miraba a la cara. — Accedí a entrenarte solo porque vi potencial, pero esta última semana está haciendo que me pregunte que es lo que hemos hecho en todos estos años — avanzó hasta Suzume, subiendo a la madera e ignorándola, para voltearse un solo momento para dedicarle unas últimas palabras. — Descansa de una vez, duerme un poco. Relajarse también es parte importante, si no solo acabarás frustrándote y empeorando.
El gran hombre caminó por los tablones antes de desaparecer entre el complejo. Solo entonces Saki se levantó del suelo, con una mirada perdida, hasta llegar a donde estaba Suzume. Se sentó, sus movimientos parecían más robóticos que de costumbre, hasta el punto de que no escucharía lo que Suzume le dijera. Se llevó una mano al pecho, completamente extendida, y después lo repetiría varias veces, designando que buscaba algo y finalmente lo encontró.
Una cajetilla de "Lucky Star" de la que sacó un cigarro dándole un par de golpecitos y cogiéndolo con los labios. Cogió después aquel grueso mechero, para encender aquel pitillo y alzar lentamente la cabeza hacia arriba. Aquello era raro, y seguramente incómodo, pero lo peor fue lo que podría ver Suzume a tan solo unos metros de ellas. Varias cajas de cigarros arrugadas, un cenicero completamente desbordado de colillas. Saki solo tomaba uno al día, y la pelirroja era consciente de ello.
— Llevas unos días horribles, es como si no te reconociera y todo lo que hemos practicado jamás hubiera existido — protestó reprochándole, pero Saki no le miraba a la cara. — Accedí a entrenarte solo porque vi potencial, pero esta última semana está haciendo que me pregunte que es lo que hemos hecho en todos estos años — avanzó hasta Suzume, subiendo a la madera e ignorándola, para voltearse un solo momento para dedicarle unas últimas palabras. — Descansa de una vez, duerme un poco. Relajarse también es parte importante, si no solo acabarás frustrándote y empeorando.
El gran hombre caminó por los tablones antes de desaparecer entre el complejo. Solo entonces Saki se levantó del suelo, con una mirada perdida, hasta llegar a donde estaba Suzume. Se sentó, sus movimientos parecían más robóticos que de costumbre, hasta el punto de que no escucharía lo que Suzume le dijera. Se llevó una mano al pecho, completamente extendida, y después lo repetiría varias veces, designando que buscaba algo y finalmente lo encontró.
Una cajetilla de "Lucky Star" de la que sacó un cigarro dándole un par de golpecitos y cogiéndolo con los labios. Cogió después aquel grueso mechero, para encender aquel pitillo y alzar lentamente la cabeza hacia arriba. Aquello era raro, y seguramente incómodo, pero lo peor fue lo que podría ver Suzume a tan solo unos metros de ellas. Varias cajas de cigarros arrugadas, un cenicero completamente desbordado de colillas. Saki solo tomaba uno al día, y la pelirroja era consciente de ello.