8/04/2023, 20:18
La chica le quitó hierro al asunto de la disputa. Incluso se atrevió a alegar que en el caso de que el tipo le hubiese agredido a ella directamente, habría sido el titiritero el que hubiese intervenido. La verdad, corriendo los días que corrían, no sabía del todo como aquella chica podía atreverse a confiar en un auténtico desconocido. Las cálidas sonrisas no siempre significan que se trate de una persona en que se pueda confiar.
Pero por otro lado, menos mal que había gente así. Si no confías en el prójimo, o solo te agrada el hacer mal al resto... en fin, si todos fuesen así, mejor que Kurama acabase con todo. Pero lo dicho, siempre hay gente que ilumina hasta el día más oscuro. Y como bien se dice, siempre que hay luz, hay penumbra.
Kaminari también contestó a la pregunta del chico sobre la instalación de las mejoras. Al parecer, había tenido la suerte de estar inconsciente para cuando la instalación se produjo. Simplemente despertó tras el incidente, y ya estaba todo hecho. Eso le dejaba serias dudas, como la de qué tipo de daño repararon de su cuerpo, o si aprovecharon para mejorar las capacidades meramente "humanas". Pero quizás bombardearla con ese tipo de preguntas no era lo más cordial, o afable.
—Entiendo... tuvo que ser raro, supongo...
»¿Le parece bien esa terraza, señorita Kaminari? ¿o tiene en mente algún sitio mejor? —Preguntó el marionetista, señalando un establecimiento cercano.
El lugar era una cafetería bastante desalojada, de nombre "El salmón". Las sillas eran metálicas, al igual que las mesas. La decoración del interior era vanguardista, con bastantes luces, y mobiliario moderno. La terraza en sí estaba recubierta por un poncho que desalojaba el agua que caía del cielo hacia un sumidero, proporcionando un leve suspiro ante la perpetua tormenta. Habían dos señoras en una mesa, hablando de sus cosas; en otra mesa más cercana a la puerta de la cafetería había una joven pareja, compartiendo románticamente un cremoso helado vertido en una dantesca cerámica. El resto de mesas —Al menos nueve—, estaban vacías.
Pero por otro lado, menos mal que había gente así. Si no confías en el prójimo, o solo te agrada el hacer mal al resto... en fin, si todos fuesen así, mejor que Kurama acabase con todo. Pero lo dicho, siempre hay gente que ilumina hasta el día más oscuro. Y como bien se dice, siempre que hay luz, hay penumbra.
Kaminari también contestó a la pregunta del chico sobre la instalación de las mejoras. Al parecer, había tenido la suerte de estar inconsciente para cuando la instalación se produjo. Simplemente despertó tras el incidente, y ya estaba todo hecho. Eso le dejaba serias dudas, como la de qué tipo de daño repararon de su cuerpo, o si aprovecharon para mejorar las capacidades meramente "humanas". Pero quizás bombardearla con ese tipo de preguntas no era lo más cordial, o afable.
—Entiendo... tuvo que ser raro, supongo...
»¿Le parece bien esa terraza, señorita Kaminari? ¿o tiene en mente algún sitio mejor? —Preguntó el marionetista, señalando un establecimiento cercano.
El lugar era una cafetería bastante desalojada, de nombre "El salmón". Las sillas eran metálicas, al igual que las mesas. La decoración del interior era vanguardista, con bastantes luces, y mobiliario moderno. La terraza en sí estaba recubierta por un poncho que desalojaba el agua que caía del cielo hacia un sumidero, proporcionando un leve suspiro ante la perpetua tormenta. Habían dos señoras en una mesa, hablando de sus cosas; en otra mesa más cercana a la puerta de la cafetería había una joven pareja, compartiendo románticamente un cremoso helado vertido en una dantesca cerámica. El resto de mesas —Al menos nueve—, estaban vacías.