23/04/2023, 20:04
Los ojos del Uzukage se posaron primero en su subordinado, después en el criminal exiliado, y por último regresaron a ella.
—Shukaku salvó a los rehenes de la Operación Tambor de Raijin, asesinando al General Marrow por el camino —informó—. En la Operación Trombón de Fūjin asesinamos al General Raiden y recuperamos la Villa de las Aguas Termales. Pero en su último suspiro, Kurama me lanzó una amenaza: se dirigía a Uzu.
Kintsugi entrecerró los ojos tras su antifaz. Se alegraba de las noticias, aunque una de ellas se debiese precisamente al monstruo que el Uchiha portaba en su interior. Al final, se podía decir que ambas operaciones habían resultado en un éxito pese a que en varias ocasiones habían llegado a peligrar de forma seria. Pero algo le decía que las noticias no acababan allí, y que esa victoria iba a agriarse muy pronto.
—Me encontré a Akame en el camino de vuelta, e hicimos un trato: su poder, a cambio de un favor. No llegué a tiempo, Kintsugi. Kurama lanzó una bomba en Uzu hace escasos minutos. Cientos de muertos. Quizá miles. Pero no he venido a informarte, Kintsugi. He venido a pedirte un favor.
La Morikage había tensado los labios hasta que estos se convirtieron en una fina y pálida línea en su rostro. Ella, más que nadie, había comprobado con sus propios ojos el horror que podía desatar una bomba lanzada por uno de aquellos bijū en una aldea.
—No sabe cuánto lamento escuchar unas noticias así, Uzukage-dono —habló, con profunda amargura—. Quiero que sepa que cuenta con todo el apoyo de Kusagakure para cualquier cosa que necesitéis. Pero, ahora, dime, ¿qué tipo de favor es ese, Uzukage-dono? —agregó, alzando una ceja con escepticismo.
Y es que, si algo había aprendido de aquel muchacho, es que jamás podías saber por dónde iba a salir.
—También me gustaría saber cómo ha acabado mi shinobi desaparecido en tus manos, si no es mucho pedir.
—Shukaku salvó a los rehenes de la Operación Tambor de Raijin, asesinando al General Marrow por el camino —informó—. En la Operación Trombón de Fūjin asesinamos al General Raiden y recuperamos la Villa de las Aguas Termales. Pero en su último suspiro, Kurama me lanzó una amenaza: se dirigía a Uzu.
Kintsugi entrecerró los ojos tras su antifaz. Se alegraba de las noticias, aunque una de ellas se debiese precisamente al monstruo que el Uchiha portaba en su interior. Al final, se podía decir que ambas operaciones habían resultado en un éxito pese a que en varias ocasiones habían llegado a peligrar de forma seria. Pero algo le decía que las noticias no acababan allí, y que esa victoria iba a agriarse muy pronto.
—Me encontré a Akame en el camino de vuelta, e hicimos un trato: su poder, a cambio de un favor. No llegué a tiempo, Kintsugi. Kurama lanzó una bomba en Uzu hace escasos minutos. Cientos de muertos. Quizá miles. Pero no he venido a informarte, Kintsugi. He venido a pedirte un favor.
La Morikage había tensado los labios hasta que estos se convirtieron en una fina y pálida línea en su rostro. Ella, más que nadie, había comprobado con sus propios ojos el horror que podía desatar una bomba lanzada por uno de aquellos bijū en una aldea.
—No sabe cuánto lamento escuchar unas noticias así, Uzukage-dono —habló, con profunda amargura—. Quiero que sepa que cuenta con todo el apoyo de Kusagakure para cualquier cosa que necesitéis. Pero, ahora, dime, ¿qué tipo de favor es ese, Uzukage-dono? —agregó, alzando una ceja con escepticismo.
Y es que, si algo había aprendido de aquel muchacho, es que jamás podías saber por dónde iba a salir.
—También me gustaría saber cómo ha acabado mi shinobi desaparecido en tus manos, si no es mucho pedir.