17/02/2016, 07:48
Aquel día se despertó sintiéndose cansado y sediento, tal como lo había hecho el día anterior y el que fue antes de ese. Por suerte su última caminata le llevó a toparse con una fuente que manaba de un grupo de rocas. El agua era fría, prístina y de flujo abundante, por lo que resultaba todo un alivio para él. Haciendo uso de sus habilidades manuales y de una gruesa rama de bambú, pudo improvisar una serie de vasos que uso para almacenar el vital líquido. El refugio que había utilizado era un pequeño círculo en donde los delgados árboles crecían en espiral y uno sobre otro formando una especie de choza cónica, un lugar cerrado y cómodo en su opinión.
«Tengo hambre —su estómago estaba rugiendo como siempre que lo hacía en las mañanas—. Espero encontrar algo más que retoños de bambú para comer.»
Partió con sus armas listas y con la esperanza de encontrarse con algún animalito que tuviera suficiente carne en los huesos como para llenarle la panza. Habían pasado tres horas y era más de medio día cuando por fin dio con un rastro. Las huellas eran pequeñas y difíciles de seguir, pero definitivamente eran recientes.
Al final encontró lo que buscaba: Se trataba de un pequeño mapache que recorría el suelo del bosque. En un principio se emocionó, pues aunque decían que la carne de aquellos animales era terrible, la oportunidad de comer algo más sustancioso lo hacía salivar.
«Parece que busca algo —inquirió al ver cómo el animal olisqueaba el aire—. Quizás deba esperar, quizás si lo sigo me lleve a donde hay otros alimentos —dedujo, entendiendo que ser paciente bien podría recompensarlo—, digo… Después de todos los mapaches no pueden sobrevivir de solo bambú… Creo.»
La persecución fue difícil y dolorosa: El pequeño animal se escurría por lugares estrechos y poco adecuados para alguien con un cuerpo más grande que el suyo. Su velocidad resultaba extenuante, pero jamás se detenía. Era como si su sentido del olfato le estuviera llamando con una fuerza demencial.
—¡Ay! —Gritó, cuando, por el cansancio, sus piernas cedieron y se fue de boca contra el suelo—. Genial, no solo me caí, si no que también perdí el desayuno.
Pero en el transcurso de perder su alimento encontró algo más. Mientras se limpiaba la tierra del rostro cayó en cuenta de que se encontraba en un sitio diferente al que había estado en los últimos días. Era un camino de tierra, bastante claro y con evidencias de transito frecuente. Por fin podría regresar a su hogar, al menos luego de llenar aquel estómago que se retorcía por el hambre.
—¿Qué es eso? —Se preguntó al sentir como un fuerte olor picoso acariciaba su olfato—. Definitivamente es comida —dedujo mientras su barriga parecía rogarle que fuera en dirección al aroma—. Seguramente hay un pueblo cerca, y al parecer tienen buena comida.
Decidió seguir su nariz hasta donde la esencia condimentada le guiase. Esta no le llevó hasta ningún pueblo, puesto que lo único que encontró fue más tramos de sendero y un claro a un lado del mismo. Al acercarse más pudo notar que había una pequeña fogata, sobre la cual colgaba una olla en la que con toda seguridad estaba el estafado cuyo olor le arrastró hasta allí.
Pero como era de esperarse, la comida no estaba sola.
«¡Huy! Esto podría ser malo —pensó al observar al sujeto de piel oscura que silbaba mientras cocinaba—. Por su apariencia diría que tiene unos treinta años y por lo que veo es un ninja de Takigakure, de más rango que yo por si fuera poco.»
El joven de ojos grises mantenía su distancia y observaba desde un lugar seguro. Aunque para un Chuunin como aquel no sería muy difícil el detectar su presencia entre los arbustos. Tampoco es como si su cabellera blanca no resaltará contra el verde del follaje, quizás reaccionara en cuanto se diera cuenta. El sujeto parecía estar concentrado sólo en que aquel guiso no se le pasara de punto. Pero luego de los acontecimientos en la frontera, consideraba como muy probable que enviaran a alguien por quien había causado tanto alboroto.
«Tengo mucha hambre, pero si resulta ser alguien que está tras de mí… Dudo que pueda escapar si es un Chunnin.»
«Tengo hambre —su estómago estaba rugiendo como siempre que lo hacía en las mañanas—. Espero encontrar algo más que retoños de bambú para comer.»
Partió con sus armas listas y con la esperanza de encontrarse con algún animalito que tuviera suficiente carne en los huesos como para llenarle la panza. Habían pasado tres horas y era más de medio día cuando por fin dio con un rastro. Las huellas eran pequeñas y difíciles de seguir, pero definitivamente eran recientes.
Al final encontró lo que buscaba: Se trataba de un pequeño mapache que recorría el suelo del bosque. En un principio se emocionó, pues aunque decían que la carne de aquellos animales era terrible, la oportunidad de comer algo más sustancioso lo hacía salivar.
«Parece que busca algo —inquirió al ver cómo el animal olisqueaba el aire—. Quizás deba esperar, quizás si lo sigo me lleve a donde hay otros alimentos —dedujo, entendiendo que ser paciente bien podría recompensarlo—, digo… Después de todos los mapaches no pueden sobrevivir de solo bambú… Creo.»
La persecución fue difícil y dolorosa: El pequeño animal se escurría por lugares estrechos y poco adecuados para alguien con un cuerpo más grande que el suyo. Su velocidad resultaba extenuante, pero jamás se detenía. Era como si su sentido del olfato le estuviera llamando con una fuerza demencial.
—¡Ay! —Gritó, cuando, por el cansancio, sus piernas cedieron y se fue de boca contra el suelo—. Genial, no solo me caí, si no que también perdí el desayuno.
Pero en el transcurso de perder su alimento encontró algo más. Mientras se limpiaba la tierra del rostro cayó en cuenta de que se encontraba en un sitio diferente al que había estado en los últimos días. Era un camino de tierra, bastante claro y con evidencias de transito frecuente. Por fin podría regresar a su hogar, al menos luego de llenar aquel estómago que se retorcía por el hambre.
—¿Qué es eso? —Se preguntó al sentir como un fuerte olor picoso acariciaba su olfato—. Definitivamente es comida —dedujo mientras su barriga parecía rogarle que fuera en dirección al aroma—. Seguramente hay un pueblo cerca, y al parecer tienen buena comida.
Decidió seguir su nariz hasta donde la esencia condimentada le guiase. Esta no le llevó hasta ningún pueblo, puesto que lo único que encontró fue más tramos de sendero y un claro a un lado del mismo. Al acercarse más pudo notar que había una pequeña fogata, sobre la cual colgaba una olla en la que con toda seguridad estaba el estafado cuyo olor le arrastró hasta allí.
Pero como era de esperarse, la comida no estaba sola.
«¡Huy! Esto podría ser malo —pensó al observar al sujeto de piel oscura que silbaba mientras cocinaba—. Por su apariencia diría que tiene unos treinta años y por lo que veo es un ninja de Takigakure, de más rango que yo por si fuera poco.»
El joven de ojos grises mantenía su distancia y observaba desde un lugar seguro. Aunque para un Chuunin como aquel no sería muy difícil el detectar su presencia entre los arbustos. Tampoco es como si su cabellera blanca no resaltará contra el verde del follaje, quizás reaccionara en cuanto se diera cuenta. El sujeto parecía estar concentrado sólo en que aquel guiso no se le pasara de punto. Pero luego de los acontecimientos en la frontera, consideraba como muy probable que enviaran a alguien por quien había causado tanto alboroto.
«Tengo mucha hambre, pero si resulta ser alguien que está tras de mí… Dudo que pueda escapar si es un Chunnin.»
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)