15/01/2025, 21:50
Desde que Lyndis partió a la guerra, su madre, Li, se había pasado día tras día con un mal sabor de boca y un miedo difícil de explicar en el cuerpo. Era una mujer igual de alta que la peli plateada, pero se veía increíblemente más delicada que ella, tanto en su aspecto como en como actuaba. Sus cabellos eran de un rubio platino, largos y láceos hasta el final de su espalda, y vestía kimonos simples, que ella misma había confeccionado con las telas que compraba; la ropa de Lyndis, había sido hecha por ella, así como remendada una y mil veces.
Durante los primeros días, observaba desde la puerta de su casa el camino que daba a esta, esperando que tarde o temprano su hija volviera. Pero tras ver como volvieron otros ninjas enviados durante esos días y nadie se acercaba a su casa, empezó a temerse lo peor.
Cuando tocaron a la puerta, Ranko pudo escuchar como alguien corría apresuradamente hacia la entrada, abriendo posteriormente está de golpe.
— ¿¡Waai!? — gritó abriendo la puerta de golpe con un rostro de desesperación.
Sin embargo, cuando vio que no se trataba de su hija, se irguió lentamente, apretando los labios, y tragando saliva completamente decepcionada. Estaba acalorada, tenía grandes ojeras y la respiración agitada por la carrera que había emprendido. Se mantuvo en silencio, mirando a Ranko de arriba abajo con lentitud.
— T-Tú eres... Eres Ranko... ¿Verdad? — O por lo menos, lo parecía según la descripción que Lyndis le daba una y otra vez
Durante los primeros días, observaba desde la puerta de su casa el camino que daba a esta, esperando que tarde o temprano su hija volviera. Pero tras ver como volvieron otros ninjas enviados durante esos días y nadie se acercaba a su casa, empezó a temerse lo peor.
Cuando tocaron a la puerta, Ranko pudo escuchar como alguien corría apresuradamente hacia la entrada, abriendo posteriormente está de golpe.
— ¿¡Waai!? — gritó abriendo la puerta de golpe con un rostro de desesperación.
Sin embargo, cuando vio que no se trataba de su hija, se irguió lentamente, apretando los labios, y tragando saliva completamente decepcionada. Estaba acalorada, tenía grandes ojeras y la respiración agitada por la carrera que había emprendido. Se mantuvo en silencio, mirando a Ranko de arriba abajo con lentitud.
— T-Tú eres... Eres Ranko... ¿Verdad? — O por lo menos, lo parecía según la descripción que Lyndis le daba una y otra vez