18/02/2016, 02:24
(Última modificación: 18/02/2016, 02:38 por Umikiba Kaido.)
Datsue lamentaba la situación que el hombre afrontaba y así se lo hizo saber con su intervención, sobre la cual Kaido se apoyó a fin de no repetir lo mismo. Asintió con la cabeza secundando las palabras del de Taki y dejó que la decepción le abrazara en súbito pues la posibilidad de que Tenrai fuese un enemigo a afrontar había quedado enterrada junto a la memoria de su hijo.
Ahora sólo podía pensar en lo que podría haberle pasado a su muchacho. Quizás: ¿le habían secuestrado; o falleció bajo las fauces de alguna bestia desconocida que habita en los linderos del bosque?.
Nada le terminaba de encajar. «Habrá sido el peor shinobi del mundo, entonces. ¿Cómo te mueres en un puto bosque sin siquiera dejar una pista o algo?» Por suerte, Datsue dejó una nueva interrogante que podría esclarecer sus dubitativas. Era sobre los posibles peligros que existían en Azur, a lo que el hombre respondió vacilante negando con la cabeza.
—No podría decírtelo con certeza, amigo mío. Lo que hay tras el puente es desconocido para todos, es una zona prohibida para gente como nosotros. Sólo los guardias pueden pasar hasta allá y de igual forma, la bandana la encontramos un poco lejos de aquí así que descartamos que mi hijo haya entrado. Cuando digo peligros me refiero a los que puede haber aquí afuera: pues es una zona en la que es muy fácil perderse, además está repleto de plantas venenosas y animales salvajes. Pero lo que más preocupa es que Azur suele ser el cobijo de muchos maleantes que aprovechan la fama del Bosque para no ser encontrados, ya sabes... gente peligrosa.
Entonces a Kaido se le ocurrió algo. Porque, en definitiva, todo era muy apropiado para que algo así sucediera.
Un bosque con la fama de lugar místico y repleto de desconocimiento. Un hijo que según su propio padre, era descuidado, necio y desobediente. Que repentinamente desapareció bajo circunstancias curiosas y que dejó en el trayecto nada más y nada menos que el único objeto que podía identificarle. Era improbable que su hijo haya perecido ante los peligros que él había recitado, pues un shinobi por más joven que fuera estaba capacitado para afrontarlos de manera apropiada. Y salvo que algún maleante hubiese sido el causante de su desaparición, lo demás era perfectamente descartable.
«Y si...»
—¿Y si tu hijo no murió realmente? —dijo, sin pelos en la lengua—. ya te digo, es muy extraño que que el bribón se haya esfumado así como así; y que casualmente sólo encontrases su bandana. ¿No existe la posibilidad de que todo haya sido un montaje para escaparse o algo así?
No era lo más descabellado que se había dicho durante la tarde, de cualquier modo.
Ahora sólo podía pensar en lo que podría haberle pasado a su muchacho. Quizás: ¿le habían secuestrado; o falleció bajo las fauces de alguna bestia desconocida que habita en los linderos del bosque?.
Nada le terminaba de encajar. «Habrá sido el peor shinobi del mundo, entonces. ¿Cómo te mueres en un puto bosque sin siquiera dejar una pista o algo?» Por suerte, Datsue dejó una nueva interrogante que podría esclarecer sus dubitativas. Era sobre los posibles peligros que existían en Azur, a lo que el hombre respondió vacilante negando con la cabeza.
—No podría decírtelo con certeza, amigo mío. Lo que hay tras el puente es desconocido para todos, es una zona prohibida para gente como nosotros. Sólo los guardias pueden pasar hasta allá y de igual forma, la bandana la encontramos un poco lejos de aquí así que descartamos que mi hijo haya entrado. Cuando digo peligros me refiero a los que puede haber aquí afuera: pues es una zona en la que es muy fácil perderse, además está repleto de plantas venenosas y animales salvajes. Pero lo que más preocupa es que Azur suele ser el cobijo de muchos maleantes que aprovechan la fama del Bosque para no ser encontrados, ya sabes... gente peligrosa.
Entonces a Kaido se le ocurrió algo. Porque, en definitiva, todo era muy apropiado para que algo así sucediera.
Un bosque con la fama de lugar místico y repleto de desconocimiento. Un hijo que según su propio padre, era descuidado, necio y desobediente. Que repentinamente desapareció bajo circunstancias curiosas y que dejó en el trayecto nada más y nada menos que el único objeto que podía identificarle. Era improbable que su hijo haya perecido ante los peligros que él había recitado, pues un shinobi por más joven que fuera estaba capacitado para afrontarlos de manera apropiada. Y salvo que algún maleante hubiese sido el causante de su desaparición, lo demás era perfectamente descartable.
«Y si...»
—¿Y si tu hijo no murió realmente? —dijo, sin pelos en la lengua—. ya te digo, es muy extraño que que el bribón se haya esfumado así como así; y que casualmente sólo encontrases su bandana. ¿No existe la posibilidad de que todo haya sido un montaje para escaparse o algo así?
No era lo más descabellado que se había dicho durante la tarde, de cualquier modo.