28/01/2025, 15:48
Ranko bajó la mirada de nuevo cuando Li entró. Apretó los dientes y apretó los puños, y cuando escuchó a la mujer llorar tan dolorosamente tras la puerta, quiso gritar.
Tembló, arrodillada, sintiendo una profunda angustia, una soledad inconmensurable. Sintió que se hundía, no en el suelo del patio en la casa de Zhaoren Li, sino en la nada. No le rodeaba Kusagakure, ni el país del Bosque. Sólo estaba ella y su dolor.
—Vamos —la voz de Komachi, y su mano en el hombro de Ranko, le trajo de vuelta a la realidad —. Deja que una madre lamente a su hija.
La chūnin se levantó con trabajo, y comenzó una tortuosa caminata de vuelta a casa.
—¿S-se hace... Más fácil, madre? —preguntó Ranko, luchando por no gritar ni estallar en llanto.
—No —Su tono era más serio que de costumbre. No, más que serio era solemne —. Nunca serás la misma. Aquellos que se van dejan un vacío que no puede llenarse, por más que intentes. Los recuerdos, las... Emociones, las pláticas, los combates. Todo eso arde, pero no desaparece del todo. No hay consuelo para el adiós.
—¿Y qué hago, madre? —sollozó.
—No se hace más fácil. Una se hace más fuerte. Deja que lo que sientes fluya. No lo detengas, no te aferres. Deja que se vaya y que quede su huella. Hazte tan fuerte que puedas pasar al lado de esa huella sin quebrarte.
En medio del camino, Ranko rompió en llanto desconsolado también, y Komachi se detuvo para abrazar a su hija por largos minutos.
Tembló, arrodillada, sintiendo una profunda angustia, una soledad inconmensurable. Sintió que se hundía, no en el suelo del patio en la casa de Zhaoren Li, sino en la nada. No le rodeaba Kusagakure, ni el país del Bosque. Sólo estaba ella y su dolor.
—Vamos —la voz de Komachi, y su mano en el hombro de Ranko, le trajo de vuelta a la realidad —. Deja que una madre lamente a su hija.
La chūnin se levantó con trabajo, y comenzó una tortuosa caminata de vuelta a casa.
—¿S-se hace... Más fácil, madre? —preguntó Ranko, luchando por no gritar ni estallar en llanto.
—No —Su tono era más serio que de costumbre. No, más que serio era solemne —. Nunca serás la misma. Aquellos que se van dejan un vacío que no puede llenarse, por más que intentes. Los recuerdos, las... Emociones, las pláticas, los combates. Todo eso arde, pero no desaparece del todo. No hay consuelo para el adiós.
—¿Y qué hago, madre? —sollozó.
—No se hace más fácil. Una se hace más fuerte. Deja que lo que sientes fluya. No lo detengas, no te aferres. Deja que se vaya y que quede su huella. Hazte tan fuerte que puedas pasar al lado de esa huella sin quebrarte.
En medio del camino, Ranko rompió en llanto desconsolado también, y Komachi se detuvo para abrazar a su hija por largos minutos.
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