22/02/2016, 01:42
¿Sabéis esa sensación que recorre el cuerpo al tocar una gelatina sin esperar que ésta sea tan "gelatinosa"? Pues no es nada en comparación a cuando intentas por todos los medios alcanzar un objetivo, y éste objetivo parece ir en un ferrari mientras que tu vas en un cuatro latas.
Nada de queja al cuatro latas, el pobrecito es un buen coche y tal, pero vamos que no está a la altura del otro.
El tiempo pasaba, y la kunoichi no veía a su alcance su meta. Necesitaba una manera efectiva de logar mantener a su madre, además de lograr darle una paliza a su padrastro y a toda su banda. Por más vueltas que daba al asunto, no hallaba solución fácil. La normal o difícil era la mas visible, hacer misiones hasta deslomarse. Pero esa solución no iba a ser rápida, y día a día su madre sufriría a ese desvergonzado hijo de mil perras, a saber porqué. Katomi ya no vivía bajo ese techo, no lograba entender el porqué aún continuaba allí, sufriendo palizas diarias.
Tiempo atrás la chica había oído acerca de una ciudad en la que los negocios prosperaban rápidamente, pero que tenían una sola pega, no eran el mejor y mas bonito de los negocios. Desde la venta de alcohol a jóvenes hasta prostíbulos, todo tipo de negocios realmente mal mirados, pero de buenas recompensas monetarias.
Con eso en la cabeza, no dudó un solo instante en ir a visitar ese sitio. La ciudad era llamada Tanzaku Gai, del país del fuego, y además residencia del señor feudal. Podía servirle como expedición turística además de viaje de negocios. Evidentemente, por el momento no podía invertir en ninguno, aún debía sacar algo mas de dinero. Pero un imperio no se hace de la noche a la mañana, solo debía ser paciente, y no perder la constancia. Esa es la clave para todo en ésta vida, la constancia y la determinación.
Con preguntar a unos cuantos negocios cuanto fue el valor al que lo adquirieron, podría sacar una media de valores, y obtener el precio medio de un buen negocio en esa ciudad. Ahora, eso sí, quizás debería guardar la bandana, y cambiar un poco mi apariencia con el henge no jutsu. Bueno, la apariencia quizás es lo de menos, con una mirada intensa, y unas palabras metódicas, creo que es suficiente.
Y así actuó, se guardó la banda metálica que la identificaba como genin entre las ropas, y se adentró en una urbe desconocida. Su aspecto no era lo que más destacaba en ella, su pelo blanco casi pasaba desapercibido. Entre tanto turista, lo raro era hacerla destacar a ella. Sin embargo, ella no buscaba los sitios mas bonitos, o las mejores compañías femeninas. Eso era quizás lo que la hacía destacar en aquél lugar.
Miraba hacia todos lados, aunque no de manera frenética, mantenía la templanza.
Al cabo de un instante, observó un bar bastante concurrido. Ése podía ser el sitio perfecto para empezar su aventura. A decir verdad, casi parecía haber demasiada gente, a mitad de camino se detuvo, y quedó observando ese sitio con detenimiento. Estaba casi segura, pero le faltaba un último empujoncito, o simplemente esperar a que no hubiese tanta gente. Interrumpir al dueño del bar para preguntarle tonterías podía ser una mala idea.
Nada de queja al cuatro latas, el pobrecito es un buen coche y tal, pero vamos que no está a la altura del otro.
El tiempo pasaba, y la kunoichi no veía a su alcance su meta. Necesitaba una manera efectiva de logar mantener a su madre, además de lograr darle una paliza a su padrastro y a toda su banda. Por más vueltas que daba al asunto, no hallaba solución fácil. La normal o difícil era la mas visible, hacer misiones hasta deslomarse. Pero esa solución no iba a ser rápida, y día a día su madre sufriría a ese desvergonzado hijo de mil perras, a saber porqué. Katomi ya no vivía bajo ese techo, no lograba entender el porqué aún continuaba allí, sufriendo palizas diarias.
Tiempo atrás la chica había oído acerca de una ciudad en la que los negocios prosperaban rápidamente, pero que tenían una sola pega, no eran el mejor y mas bonito de los negocios. Desde la venta de alcohol a jóvenes hasta prostíbulos, todo tipo de negocios realmente mal mirados, pero de buenas recompensas monetarias.
Con eso en la cabeza, no dudó un solo instante en ir a visitar ese sitio. La ciudad era llamada Tanzaku Gai, del país del fuego, y además residencia del señor feudal. Podía servirle como expedición turística además de viaje de negocios. Evidentemente, por el momento no podía invertir en ninguno, aún debía sacar algo mas de dinero. Pero un imperio no se hace de la noche a la mañana, solo debía ser paciente, y no perder la constancia. Esa es la clave para todo en ésta vida, la constancia y la determinación.
Con preguntar a unos cuantos negocios cuanto fue el valor al que lo adquirieron, podría sacar una media de valores, y obtener el precio medio de un buen negocio en esa ciudad. Ahora, eso sí, quizás debería guardar la bandana, y cambiar un poco mi apariencia con el henge no jutsu. Bueno, la apariencia quizás es lo de menos, con una mirada intensa, y unas palabras metódicas, creo que es suficiente.
Y así actuó, se guardó la banda metálica que la identificaba como genin entre las ropas, y se adentró en una urbe desconocida. Su aspecto no era lo que más destacaba en ella, su pelo blanco casi pasaba desapercibido. Entre tanto turista, lo raro era hacerla destacar a ella. Sin embargo, ella no buscaba los sitios mas bonitos, o las mejores compañías femeninas. Eso era quizás lo que la hacía destacar en aquél lugar.
Miraba hacia todos lados, aunque no de manera frenética, mantenía la templanza.
Al cabo de un instante, observó un bar bastante concurrido. Ése podía ser el sitio perfecto para empezar su aventura. A decir verdad, casi parecía haber demasiada gente, a mitad de camino se detuvo, y quedó observando ese sitio con detenimiento. Estaba casi segura, pero le faltaba un último empujoncito, o simplemente esperar a que no hubiese tanta gente. Interrumpir al dueño del bar para preguntarle tonterías podía ser una mala idea.