22/02/2016, 16:13
Realmente parecía perdida, quizás lo intentaba disimular y con ayuda del entorno lleno de turistas podía parecer menos perdida, pero la joven no paraba de mirar hacia todos lados; pese a haber encontrado su primer objetivo. Había comenzado a andar hacia éste, y en un último instante se rebatió entre si continuar o esperar a que estuviese mas vacío. Su debate mental no duró demasiado.
Antes de que se diese cuenta, la Sarutobi mordió el polvo. De no ser porque puso las manos delante en una rápida reacción, se habría dejado hasta los colmillos en el suelo. Había perdido el equilibrio, y había terminado de esa forma. El golpe sufrido no había sido demasiado intenso, pero si inesperado.
—Ostras!— Exclamó desde el mismo suelo.
Al girarse, comprendió que alguien había tropezado con ella. Hasta el momento no entendía lo sucedido.
A su lado había un chico de pelos raros, kimono, y una banda metálica al cuello. Éste procedió a levantarse rápidamente, y le extendió la mano a Katomi. Sin preámbulos, se disculpó ante lo sucedido. Explicó que el andaba distraído, y no la había visto pararse. Lógico.
Lejos de ofenderse, o de quedarse llorando en el suelo ante un golpe tan tonto, Katomi accedió a tomar la mano del chico. Se ayudó de éste para levantarse, y una vez a su altura, se sacudió la ropa con una sonrisa en su rostro.
—No pasa nada, no pasa nada. La verdad es que no sé porqué he parado tan de pronto, estoy segura de que dejé el gas apagado en casa.— Se atrevió a bromear.
—¿Te dirigías hacia ese bar?—
Su pregunta fue acompañada de un gesto con su zurda, y con esta señalaba claramente al bar que tenían en frente. Su índice acusador no tenía piedad al señalar.
—No soy de aquí, y la verdad, no sabía si ese sitio será del todo bueno para tomar algún refrigerio. Por cierto, mi nombre es Sarutobi Katomi.—
Con un poco de suerte, éste shinobi me acompañe y puedo aprovechar para soltar mi pregunta de manera mas discreta.
Antes de que se diese cuenta, la Sarutobi mordió el polvo. De no ser porque puso las manos delante en una rápida reacción, se habría dejado hasta los colmillos en el suelo. Había perdido el equilibrio, y había terminado de esa forma. El golpe sufrido no había sido demasiado intenso, pero si inesperado.
—Ostras!— Exclamó desde el mismo suelo.
Al girarse, comprendió que alguien había tropezado con ella. Hasta el momento no entendía lo sucedido.
A su lado había un chico de pelos raros, kimono, y una banda metálica al cuello. Éste procedió a levantarse rápidamente, y le extendió la mano a Katomi. Sin preámbulos, se disculpó ante lo sucedido. Explicó que el andaba distraído, y no la había visto pararse. Lógico.
Lejos de ofenderse, o de quedarse llorando en el suelo ante un golpe tan tonto, Katomi accedió a tomar la mano del chico. Se ayudó de éste para levantarse, y una vez a su altura, se sacudió la ropa con una sonrisa en su rostro.
—No pasa nada, no pasa nada. La verdad es que no sé porqué he parado tan de pronto, estoy segura de que dejé el gas apagado en casa.— Se atrevió a bromear.
—¿Te dirigías hacia ese bar?—
Su pregunta fue acompañada de un gesto con su zurda, y con esta señalaba claramente al bar que tenían en frente. Su índice acusador no tenía piedad al señalar.
—No soy de aquí, y la verdad, no sabía si ese sitio será del todo bueno para tomar algún refrigerio. Por cierto, mi nombre es Sarutobi Katomi.—
Con un poco de suerte, éste shinobi me acompañe y puedo aprovechar para soltar mi pregunta de manera mas discreta.