22/02/2016, 23:37
La chica sacudía el saco sin contemplaciones, dejando solo el tiempo justo y necesario para no perder el aliento entre golpes y mas golpes. Los días de las semanas de entrenamiento en área de calor eran realmente eternos, insufribles, hijos de Satán y Hitler. Pero traían consigo un curioso premio, o dos algunas veces. La buena sensación de haber entrenado duro, y a veces un buen helado.
No siempre venía la segunda recompensa, debía guardar dinero para rescatar a su madre, por poco que fuese.
En uno de los silencios en los que dejaba tiempo a la respiración, y recuperación del aliento, un golpe ajeno al entrenamiento hizo mella ante el único sonido del chirrido de la cadena en que colgaba el saco. Un golpe tosco y abrupto, para nada normal, llamó la atención de la única genin presente en la sala.
Los orbes rojos como la misma sangre se hincaron en una victima de un fuerte porrazo, casi había abierto la puerta de un porrazo. A deducir por el golpe, y los sonidos venideros, se había caído rodando por las escaleras. Un infortunio para cualquier otra persona, pero esa persona no parecía haberse percatado del golpe, o lo intentó disimular a la perfección.
Gritó a los cuatro vientos que no era su culpa ser tan bello, y al percatarse de la presencia de la chica, no dudó en soltarle un improvisto "No te había visto, ¿Qué tal?"
¿Cómo que qué tal? ¿En serio?
La chica no pudo evitar llevarse las manos a la cabeza, quizás exageró un poco en el gesto, pero no era para menos. Ese chico era taaaaaaan mono. Pobrecito.
—Por dios! Qué porrazo! ¿Estás bien?— Apresuró a preguntar al chico.
No se lo pensó dos veces, dejó de lado el entrenamiento para ir a asegurarse de que se encontraba bien. Se acercó estrepitosamente, y se agachó para prestarle atención.
—En serio, ¿estás bien? Ha sido un golpe tremendo.—
Normal que insistiese, era demasiado mono para no hacerle caso.
No siempre venía la segunda recompensa, debía guardar dinero para rescatar a su madre, por poco que fuese.
En uno de los silencios en los que dejaba tiempo a la respiración, y recuperación del aliento, un golpe ajeno al entrenamiento hizo mella ante el único sonido del chirrido de la cadena en que colgaba el saco. Un golpe tosco y abrupto, para nada normal, llamó la atención de la única genin presente en la sala.
Los orbes rojos como la misma sangre se hincaron en una victima de un fuerte porrazo, casi había abierto la puerta de un porrazo. A deducir por el golpe, y los sonidos venideros, se había caído rodando por las escaleras. Un infortunio para cualquier otra persona, pero esa persona no parecía haberse percatado del golpe, o lo intentó disimular a la perfección.
Gritó a los cuatro vientos que no era su culpa ser tan bello, y al percatarse de la presencia de la chica, no dudó en soltarle un improvisto "No te había visto, ¿Qué tal?"
¿Cómo que qué tal? ¿En serio?
La chica no pudo evitar llevarse las manos a la cabeza, quizás exageró un poco en el gesto, pero no era para menos. Ese chico era taaaaaaan mono. Pobrecito.
—Por dios! Qué porrazo! ¿Estás bien?— Apresuró a preguntar al chico.
No se lo pensó dos veces, dejó de lado el entrenamiento para ir a asegurarse de que se encontraba bien. Se acercó estrepitosamente, y se agachó para prestarle atención.
—En serio, ¿estás bien? Ha sido un golpe tremendo.—
Normal que insistiese, era demasiado mono para no hacerle caso.