23/02/2016, 01:18
La chica quedó en silencio, aunque la desesperación casi le podía. Se había preocupado por el chico, pero por más que le había preguntado, éste no respondía una sola palabra. Se limitó a escurrirse un poco hacia delante, encorvándose ligeramente hacia delante, y quedar con la boca abierta casi tanto como sus azulados y preciosos ojos. Parecía de capa caída, patidifuso, anonadado, en fin, hecho polvo. Quizás se encontraba en shock.
Gentilmente la peliblanco fue a darle un ligero zarandeo, preocupada por la falta de respuesta, pero ésto no fue del todo necesario. El chico al fin respondió, aunque no hizo mas que dejar las cosas peor. La pregunta no tenía sentido alguno, dejó helada a la Sarutobi.
Por un instante, la chica se quedó perpleja, incluso se alejó un poco a la par que llevaba su vista hacia la esquina superior derecha del recinto. Realmente no miraba nada en particular, simplemente meditaba. Comenzó a hacer unas cuentas, gesticulando con los dedos, y en su rostro se dibujó cierta incertidumbre. No fue demasiado extensa esa meditación, la respuesta era sencilla.
—N-no! no soy tu hermana, es imposible.— Literalmente, imposible.
Ésta respuesta solo llevaba a una posible causa, que se encontrase realmente mareado.
Sin pensarlo dos veces, la chica se acercó de nuevo y le puso la mano en la frente, quería asegurarse de que no estaba destemplado. Sabía poco de medicina, pero era consciente de que un cambio de calor en el cuerpo era una posible causa de mareo y alucinaciones. Sin apenas haberle dado tiempo a reaccionar, le mostró los dedos índice y corazón.
—Dime, ¿cuantos dedos estoy mostrando?—
No sabía muy bien el resultado que debía tener esa pregunta, pero en fin, en las películas policíacas y de medicina hacían esa pregunta al encontrar a un herido confuso. Algún motivo había de haber tras esa pregunta. Seguramente el ver que no estaba su visión alterada.
Pobrecito, el golpe le ha sentado fatal. ¿Qué debería hacer?
Por la cabeza de la chica solo pasaba ese pensamiento, realmente pocas veces había estado en ésta situación, por no decir ninguna. Cuando se había encontrado así, era a causa de su madre, y ésta no había querido ayuda.
Gentilmente la peliblanco fue a darle un ligero zarandeo, preocupada por la falta de respuesta, pero ésto no fue del todo necesario. El chico al fin respondió, aunque no hizo mas que dejar las cosas peor. La pregunta no tenía sentido alguno, dejó helada a la Sarutobi.
Por un instante, la chica se quedó perpleja, incluso se alejó un poco a la par que llevaba su vista hacia la esquina superior derecha del recinto. Realmente no miraba nada en particular, simplemente meditaba. Comenzó a hacer unas cuentas, gesticulando con los dedos, y en su rostro se dibujó cierta incertidumbre. No fue demasiado extensa esa meditación, la respuesta era sencilla.
—N-no! no soy tu hermana, es imposible.— Literalmente, imposible.
Ésta respuesta solo llevaba a una posible causa, que se encontrase realmente mareado.
Sin pensarlo dos veces, la chica se acercó de nuevo y le puso la mano en la frente, quería asegurarse de que no estaba destemplado. Sabía poco de medicina, pero era consciente de que un cambio de calor en el cuerpo era una posible causa de mareo y alucinaciones. Sin apenas haberle dado tiempo a reaccionar, le mostró los dedos índice y corazón.
—Dime, ¿cuantos dedos estoy mostrando?—
No sabía muy bien el resultado que debía tener esa pregunta, pero en fin, en las películas policíacas y de medicina hacían esa pregunta al encontrar a un herido confuso. Algún motivo había de haber tras esa pregunta. Seguramente el ver que no estaba su visión alterada.
Pobrecito, el golpe le ha sentado fatal. ¿Qué debería hacer?
Por la cabeza de la chica solo pasaba ese pensamiento, realmente pocas veces había estado en ésta situación, por no decir ninguna. Cuando se había encontrado así, era a causa de su madre, y ésta no había querido ayuda.