24/02/2016, 00:52
Sentada con la barbilla apoyada sobre el dorso de sus manos, Ayame tamborileaba rítmicamente con los talones en el suelo de piedra. De nuevo, estaba encerrada en aquella asfixiante sala que cerca estaba de considerarla de tortura.
Sin embargo, y aunque era innegable que estaba terriblemente nerviosa ante la perspectiva de enfrentarse de nuevo contra un oponente delante de una multitud tan grande, lo cierto era que había perdido irremediablemente una gran parte de la motivación que lucía al principio. Su mayor aliciente había caído en la primera ronda; y ahora le tocaba combatir por defender la posición de Amegakure dentro del torneo.
«Demasiada presión... Si caigo, la responsabilidad será mía...» Pensaba, terriblemente inquieta. «Ahora quedan... ese chico-araña... Kota... la chica de pelo azul... Meri... y ese chico que conocí justo después de la primera ronda, ¿cómo se llamaba? ¿Puro...?» Repasaba mentalmente los contrincantes contra los que le podía tocar luchar. Los tres eran de Uzushiogakure, pero para su desgracia apenas sabía nada de cada uno, lo cual jugaba en su contra.
Aunque ellos tampoco sabían nada de ella.
Ayame suspiró con pesadez. ¿Acaso eso se podía considerar algún tipo de ventaja?
-¡Sasagani Yota contra Mizumi Eri! ¡Os toca!
La voz del locutor había sonado de manera tan repentina que Ayame se levantó de un salto, con el corazón palpitándole con fuerza. Sin embargo, su nombre no había sido pronunciado. Con lo que le quedaba...
—Puro... —susurró para sí y agachó la mirada, pensativa.
Aquel chico era al que menos conocía de los tres que podrían haberle tocado como oponente. ¿Cómo debía sentirse al respecto? No podía estar segura, puesto que no podía dejar de sentir aquellos malditos nervios que la carcomían por dentro. Lo único seguro es que contaba con varios largos minutos de espera, y decidió emplearlos para comprobar su armamento y urgir diferentes estrategias y planes.
Aunque estaba segura de que, como siempre, terminaría improvisando al salir a la palestra.
Aquella espera se le antojó aún más larga que en la primera ronda. Y eso que ya no contaba con la sorpresa de descubrir quién sería su oponente.
—¡Eikyu Juro! ¡Aotsuki Ayame! —anunció una voz— ¡Os toca!
«Ha llegado la hora...» La puerta se abrió con aquel desagradable crujido que ya se le antojaba incluso familiar, y la luz del exterior y los aullidos del público inundaron la sala, acuchillando sus ojos y sus oídos sin piedad.
El corazón volvía a palpitar con la fuerza y el ritmo de un tambor dentro de su pecho. Ayame se levantó una vez más, esta vez de manera más lenta. Casi con parsimonia, se ató bien el portaobjetos en la pierna derecha, y se aseguró de que su bandana siguiera firme sobre su frente. Sólo después de aquello echó a andar hacia el exterior. Trató de ignorar los gritos del público que la envolvieron nada más poner un pie sobre la arena, pero aún así percibió algo extraño en el ambiente. Como si faltara algo muy importante que debía estar allí.
Y entonces vio el vacío que presidía en el palco que quedaba tras el pilar de su oponente. Un vacío que no se repetía en el palco que quedaba tras su propio cilindro.
«¿Pero qué significa esto?» Para la extrañeza del público, Ayame había detenido súbitamente sus pasos a mitad de llegar a su posición.
Ninguno de los tres Kages estaba presente. Aunque sí los Señores Feudales.
¿Pero por qué? ¿Qué les había obligado a ausentarse de aquella manera? No era nada normal que los líderes de las aldeas faltaran a un evento de tal envergadura, en el que los shinobi de sus tierras defendían a sus villas. Ellos debían estar allí, en su representación, como líderes que eran.
—¿Habrá pasado algo? —se preguntó en un susurro, y su mirada divagó entre el público. No sabía bien qué era lo que estaba buscando. ¿Pensaba encontrar la cabeza de algún Kage escondida entre los civiles? ¿Buscaba acaso a algún tipo de árbitro? ¿Al locutor? ¿Acaso podía luchar sin que estuvieran presentes los Kages? ¿Estaba buscando algún tipo de permiso?
Terminó por darse la vuelta de nuevo, y ascender de un ágil salto sobre su propio pilar. Su oponente ya la esperaba en el contiguo. Juro, el shinobi de Uzushiogakure de cabellos oscuros y llamativa bufanda amarilla.
—Un placer —le saludó, con una inclinación de cabeza. Sin embargo, en lugar de una sonrisa cordial, la mirada de Ayame estaba cargada de preocupación—. Antes de comenzar con esto, ¿sabes si ha pasado algo para que los Kages no estén?
• PV:–
• CK:– –
Objetos: Bomba de humo, Hilo shinobi (3 usos), Kunai, Shuriken x5
1 AO
Daño recibido
Daño causado
Sin embargo, y aunque era innegable que estaba terriblemente nerviosa ante la perspectiva de enfrentarse de nuevo contra un oponente delante de una multitud tan grande, lo cierto era que había perdido irremediablemente una gran parte de la motivación que lucía al principio. Su mayor aliciente había caído en la primera ronda; y ahora le tocaba combatir por defender la posición de Amegakure dentro del torneo.
«Demasiada presión... Si caigo, la responsabilidad será mía...» Pensaba, terriblemente inquieta. «Ahora quedan... ese chico-araña... Kota... la chica de pelo azul... Meri... y ese chico que conocí justo después de la primera ronda, ¿cómo se llamaba? ¿Puro...?» Repasaba mentalmente los contrincantes contra los que le podía tocar luchar. Los tres eran de Uzushiogakure, pero para su desgracia apenas sabía nada de cada uno, lo cual jugaba en su contra.
Aunque ellos tampoco sabían nada de ella.
Ayame suspiró con pesadez. ¿Acaso eso se podía considerar algún tipo de ventaja?
-¡Sasagani Yota contra Mizumi Eri! ¡Os toca!
La voz del locutor había sonado de manera tan repentina que Ayame se levantó de un salto, con el corazón palpitándole con fuerza. Sin embargo, su nombre no había sido pronunciado. Con lo que le quedaba...
—Puro... —susurró para sí y agachó la mirada, pensativa.
Aquel chico era al que menos conocía de los tres que podrían haberle tocado como oponente. ¿Cómo debía sentirse al respecto? No podía estar segura, puesto que no podía dejar de sentir aquellos malditos nervios que la carcomían por dentro. Lo único seguro es que contaba con varios largos minutos de espera, y decidió emplearlos para comprobar su armamento y urgir diferentes estrategias y planes.
Aunque estaba segura de que, como siempre, terminaría improvisando al salir a la palestra.
Aquella espera se le antojó aún más larga que en la primera ronda. Y eso que ya no contaba con la sorpresa de descubrir quién sería su oponente.
—¡Eikyu Juro! ¡Aotsuki Ayame! —anunció una voz— ¡Os toca!
«Ha llegado la hora...» La puerta se abrió con aquel desagradable crujido que ya se le antojaba incluso familiar, y la luz del exterior y los aullidos del público inundaron la sala, acuchillando sus ojos y sus oídos sin piedad.
El corazón volvía a palpitar con la fuerza y el ritmo de un tambor dentro de su pecho. Ayame se levantó una vez más, esta vez de manera más lenta. Casi con parsimonia, se ató bien el portaobjetos en la pierna derecha, y se aseguró de que su bandana siguiera firme sobre su frente. Sólo después de aquello echó a andar hacia el exterior. Trató de ignorar los gritos del público que la envolvieron nada más poner un pie sobre la arena, pero aún así percibió algo extraño en el ambiente. Como si faltara algo muy importante que debía estar allí.
Y entonces vio el vacío que presidía en el palco que quedaba tras el pilar de su oponente. Un vacío que no se repetía en el palco que quedaba tras su propio cilindro.
«¿Pero qué significa esto?» Para la extrañeza del público, Ayame había detenido súbitamente sus pasos a mitad de llegar a su posición.
Ninguno de los tres Kages estaba presente. Aunque sí los Señores Feudales.
¿Pero por qué? ¿Qué les había obligado a ausentarse de aquella manera? No era nada normal que los líderes de las aldeas faltaran a un evento de tal envergadura, en el que los shinobi de sus tierras defendían a sus villas. Ellos debían estar allí, en su representación, como líderes que eran.
—¿Habrá pasado algo? —se preguntó en un susurro, y su mirada divagó entre el público. No sabía bien qué era lo que estaba buscando. ¿Pensaba encontrar la cabeza de algún Kage escondida entre los civiles? ¿Buscaba acaso a algún tipo de árbitro? ¿Al locutor? ¿Acaso podía luchar sin que estuvieran presentes los Kages? ¿Estaba buscando algún tipo de permiso?
Terminó por darse la vuelta de nuevo, y ascender de un ágil salto sobre su propio pilar. Su oponente ya la esperaba en el contiguo. Juro, el shinobi de Uzushiogakure de cabellos oscuros y llamativa bufanda amarilla.
—Un placer —le saludó, con una inclinación de cabeza. Sin embargo, en lugar de una sonrisa cordial, la mirada de Ayame estaba cargada de preocupación—. Antes de comenzar con esto, ¿sabes si ha pasado algo para que los Kages no estén?
Estado de Ayame
• PV:
110/110
• CK:
150/150
100/100
Objetos: Bomba de humo, Hilo shinobi (3 usos), Kunai, Shuriken x5
1 AO
Daño recibido