24/02/2016, 15:44
—¡Buenas noches! —exclamó sonriendo la mujer. Entonces, su semblante risueño se transformó en curiosidad—. Oh, pero sí tu eres la niña de la noche pasada. ¡Te recuerdo! Un estofado me habías pedido, ¿verdad? ¡Marchando!
«¡Maldicióóón...»
Ni siquiera tuvo tiempo para terminar de lamentarse. Ayame se encogió bruscamente sobre sí misma cuando una voz ensordecedora restalló a sus espaldas como el rugido de una tormenta que se avecinaba peligrosamente.
—¿¡Cómo que la noche pasada!? —rugió Okura, con tenedor y cuchillo en mano—. ¡Será mejor que te compres gafas, Kaede! ¡Esta chica viene de recorrer una larga caminata en dirección a su casa! ¡Es imposible que haya estado aquí ayer! ¿No es así, chiquilla?
Ayame volvió a encogerse, terriblemente asustada ante lo que se le estaba echando encima.
«Debería haberme sentado en una de las mesas y tratar de pasar desapercibida...»
[sub]—¡Eso es imposible! —replicó la mujer, claramente ofendida—. ¡Jamás olvido una cara! —entonces dirigió su mirada a Ayame—. ¿A que yo tengo razón, cariño? —preguntó con voz dulce.
Pero a Ayame aquella dulzura le supo venenosa como el más potente de los tóxicos.
Estaba rodeada por dos serpientes que apretujaban sus anillos en torno a ella. ¿Quién sería la que terminaría de asfixiarla? Ayame tragó saliva y respiró hondo varias veces, midiendo bien lo que debía decir. La mujer de la posada no mentiría por ella aunque tratara de suplicárselo con la mirada. ¿Qué razones tenía para ello? Sobre todo ahora que estaba defendiendo su orgullo... Sólo quedaban tres caminos despejados: Contar la verdad, algo impensable si quería proteger a Datsue; condenarse y contar otra mentira; y tratar de huir del lugar...
¿Pero podría alcanzar la puerta antes de que le echaran el guante? Si aquellos hombres eran simples civiles jamás podrían retenerla en contra de su voluntad...
Pero... Pero...
Pero aunque no conocieran sus intenciones ya habían visto su cara. Y sabían que era una kunoichi de Amegakure.
—Yo... yo no he dicho que haya hecho un largo viaje... —¿O sí lo había hecho? ¡No lograba recordarlo!—. S... simplemente... me queda un largo trecho hasta Amegakure y... y se estaba haciendo de noche... y este era el pueblo más cercano que me pillaba de camino... Eso es todo...
«¿¡Dónde demonios estás, Datsue!?»
¿Y si la había dejado tirada? ¿Y si había recuperado su yegua y la había dejado allí para que guardara la atención de Okura...?
«¡Maldicióóón...»
Ni siquiera tuvo tiempo para terminar de lamentarse. Ayame se encogió bruscamente sobre sí misma cuando una voz ensordecedora restalló a sus espaldas como el rugido de una tormenta que se avecinaba peligrosamente.
—¿¡Cómo que la noche pasada!? —rugió Okura, con tenedor y cuchillo en mano—. ¡Será mejor que te compres gafas, Kaede! ¡Esta chica viene de recorrer una larga caminata en dirección a su casa! ¡Es imposible que haya estado aquí ayer! ¿No es así, chiquilla?
Ayame volvió a encogerse, terriblemente asustada ante lo que se le estaba echando encima.
«Debería haberme sentado en una de las mesas y tratar de pasar desapercibida...»
[sub]—¡Eso es imposible! —replicó la mujer, claramente ofendida—. ¡Jamás olvido una cara! —entonces dirigió su mirada a Ayame—. ¿A que yo tengo razón, cariño? —preguntó con voz dulce.
Pero a Ayame aquella dulzura le supo venenosa como el más potente de los tóxicos.
Estaba rodeada por dos serpientes que apretujaban sus anillos en torno a ella. ¿Quién sería la que terminaría de asfixiarla? Ayame tragó saliva y respiró hondo varias veces, midiendo bien lo que debía decir. La mujer de la posada no mentiría por ella aunque tratara de suplicárselo con la mirada. ¿Qué razones tenía para ello? Sobre todo ahora que estaba defendiendo su orgullo... Sólo quedaban tres caminos despejados: Contar la verdad, algo impensable si quería proteger a Datsue; condenarse y contar otra mentira; y tratar de huir del lugar...
¿Pero podría alcanzar la puerta antes de que le echaran el guante? Si aquellos hombres eran simples civiles jamás podrían retenerla en contra de su voluntad...
Pero... Pero...
Pero aunque no conocieran sus intenciones ya habían visto su cara. Y sabían que era una kunoichi de Amegakure.
—Yo... yo no he dicho que haya hecho un largo viaje... —¿O sí lo había hecho? ¡No lograba recordarlo!—. S... simplemente... me queda un largo trecho hasta Amegakure y... y se estaba haciendo de noche... y este era el pueblo más cercano que me pillaba de camino... Eso es todo...
«¿¡Dónde demonios estás, Datsue!?»
¿Y si la había dejado tirada? ¿Y si había recuperado su yegua y la había dejado allí para que guardara la atención de Okura...?