24/02/2016, 19:49
La chica pudo comprobar que no era la única extrañada ante la información publicada en el cartel. Riko no había quedado menos impresionado que ella, afirmaba nunca haber visto algo así. Ambos quedaron perplejos, pero no perdieron el tiempo. No iban a investigar o interrogar al camarero, directamente acudieron a la mesa. El chico justo tras la chica, quedando de frente el uno de la otra.
Rauda y ágil, la chica mencionó su elección. Riko tardó algo mas, pero su decisión fue sabia. Batido de chocolate blanco con nata, el auténtico manjar de los dioses. Casi parecía que podía esperar que ese batido fuese traído por alguna deidad, entre luces celestiales y cantos de pájaros acompañados por trompetines.
La chica mostró una clara cara de sorpresa, y se llevó el indice a la mejilla. Con éste comenzó a darse unos leves toques en la mejilla, distraída por completo, ausente.
—Mosquis. Pues la verdad, ese suena hasta mejor que el de frutas salvajes.— Confesó mirando aún el panfleto.
Ante ésta reflexión en voz alta, el chico ya se había lanzado a la pregunta. Casi no lo había escuchado, pero pudo intuir por las ultimas palabras de qué se trataba. Era algo sencillo, y bastante frecuente cuando te encuentras sentado con un desconocido o desconocida, preguntar de donde era.
—Pues verás— Comenzó a explicar. —Cuando un hombre y una mujer se gustan, pues se casan y tal. Al cabo de un tiempo, pueden dormir en la misma cama y eso, y cuando hacen eso, un pájaro gordo al que llaman cigüeña les trae un crío. Supongo que vengo de algún nido.—
Toda ésta respuesta absurda vino acompañada de gesticulaciones muy monas, aunque eso posiblemente no hacía mas que quitarle seriedad a su negligente respuesta. No era correcto desvelar esas cosas a los menores.
—Bueno, y después de eso me crié con unos padres normales en Amegakure hasta hoy día.—
Bueno, ésta última aclaración solo le daría mas dudas al chico, pero en fin, tampoco había que estar serios como enemigos mortales. La chica sabía romper bien el hielo.
El camarero no tardó en darse a ver. Era rubio, alto, de ojos celestes y buen porte, que vestía un uniforme de trabajo de colores negro y blanco. Andaba con una bandeja en la diestra, de una mesa a otra, poniendo una inmensa cantidad de bebidas en éstas. Era increíble, ¿cómo podían caber tantas bebidas en una sola bandeja? El camarero era un auténtico profesional.
Sin embargo, no parecía que fuese a pasar pronto por la mesa. Se le veía mas que ajetreado, lo normal para cuando tienes el bar y la terraza del mismo a rebosar de gente. La chica levantó la mano, pero éste ni tan siquiera la vio. No era tampoco de extrañar, quizás debería esperar a que se acercase un poco mas.
Dejó caer un suspiro.
Rauda y ágil, la chica mencionó su elección. Riko tardó algo mas, pero su decisión fue sabia. Batido de chocolate blanco con nata, el auténtico manjar de los dioses. Casi parecía que podía esperar que ese batido fuese traído por alguna deidad, entre luces celestiales y cantos de pájaros acompañados por trompetines.
La chica mostró una clara cara de sorpresa, y se llevó el indice a la mejilla. Con éste comenzó a darse unos leves toques en la mejilla, distraída por completo, ausente.
—Mosquis. Pues la verdad, ese suena hasta mejor que el de frutas salvajes.— Confesó mirando aún el panfleto.
Ante ésta reflexión en voz alta, el chico ya se había lanzado a la pregunta. Casi no lo había escuchado, pero pudo intuir por las ultimas palabras de qué se trataba. Era algo sencillo, y bastante frecuente cuando te encuentras sentado con un desconocido o desconocida, preguntar de donde era.
—Pues verás— Comenzó a explicar. —Cuando un hombre y una mujer se gustan, pues se casan y tal. Al cabo de un tiempo, pueden dormir en la misma cama y eso, y cuando hacen eso, un pájaro gordo al que llaman cigüeña les trae un crío. Supongo que vengo de algún nido.—
Toda ésta respuesta absurda vino acompañada de gesticulaciones muy monas, aunque eso posiblemente no hacía mas que quitarle seriedad a su negligente respuesta. No era correcto desvelar esas cosas a los menores.
—Bueno, y después de eso me crié con unos padres normales en Amegakure hasta hoy día.—
Bueno, ésta última aclaración solo le daría mas dudas al chico, pero en fin, tampoco había que estar serios como enemigos mortales. La chica sabía romper bien el hielo.
El camarero no tardó en darse a ver. Era rubio, alto, de ojos celestes y buen porte, que vestía un uniforme de trabajo de colores negro y blanco. Andaba con una bandeja en la diestra, de una mesa a otra, poniendo una inmensa cantidad de bebidas en éstas. Era increíble, ¿cómo podían caber tantas bebidas en una sola bandeja? El camarero era un auténtico profesional.
Sin embargo, no parecía que fuese a pasar pronto por la mesa. Se le veía mas que ajetreado, lo normal para cuando tienes el bar y la terraza del mismo a rebosar de gente. La chica levantó la mano, pero éste ni tan siquiera la vio. No era tampoco de extrañar, quizás debería esperar a que se acercase un poco mas.
Dejó caer un suspiro.