25/02/2016, 01:53
Los hombros de Yoshi se hundieron ante la negativa de la kunoichi.
—Ya es mala suerte… —dijo, cruzándose de brazos e introduciendo las manos en los sobacos, para intentar retener el poco calor que quedaba en ellas—. ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso?
—Deja a los ninjas trabajar tranquilos, Yoshi —intervino el sacerdote—. Ellos sabrán lo que tienen que hacer.
—Claro, claro... Ni mucho menos era mi intención manifestar lo contrario.
—Una cosa más —añadió Hiromi, que soltaba una nubecilla de vapor con cada palabra que decía—. No les cobres alojamiento ni comida. Ya me ocuparé de recolectar el dinero suficiente para cubrir los gastos.
—¡Por supuesto! —exclamó Yoshi. Por primera vez en el día, casi parecía indignado—. ¡Ni mucho menos pensaba cobrarles a estas buenas gentes! —aseguró, hinchiendo el pecho—. ¡Faltaría más!
Con los asuntos zanjados, Yoshi y Hiromi no tenían motivo alguno para permanecer más tiempo allí. Hacía un frío del carajo, un viento que calaba hasta los huesos y, para más inri, un asesino andaba suelto. Sin embargo, Karamaru seguía dentro.
—Señor Hiromi… Si lo desea puedo acompañarle hasta su casa… Creo que sería un tanto peligroso que cualquiera del pueblo ande solo…
—Muy amable por su parte —respondió Hiromi—. En realidad mi casa queda de camino hacia la posada. De hecho está al lado, así que podemos ir todos juntos… En cuanto su compañero salga, claro. ¿O quiere dejarlo ahí solo? —preguntó, mientras echaba un vistazo hacia atrás para comprobar que Karamaru todavía no había salido.
Pero no, Karamaru no había salido. Seguía en la habitación de Ryoma, investigando cada detalle que pudiese ser crucial para la resolución del caso. En esta ocasión se había parado en el baúl, el cual no le había costado abrir, viendo en su interior una colección entera de ropa interior: calzoncillos de tela blanca, calcetines de lana gris, cinturones de cuero... También había un collar colgando de la parte inferior de la tapa del baúl, hecho de simple cuerda, cuyo colgante era un colmillo enorme y, además, también había… una caja de condones. De hecho eran varias, apiladas unas encima de las otras. La primera estaba abierta, y le faltaban un par de preservativos.
—Ahí vive Emiko —informó Yumiko a su petición.
—Sí, pero ella… —Aiko se mordió el labio inferior, intercambiando una mirada rápida con Yumiko—. ¡Sólo le pido que tenga tacto con ella, por favor! —exclamó de pronto, inclinando la cabeza en señal de ruego.
Datsue levantó los brazos, como inocente.
—Soy el chico con más tacto del mundo, se lo aseguro —dijo con una media sonrisa. Ellas no parecieron muy convencidas, y el chico de ojos de koala menos—. Pero… ¿a qué se debe tanta preocupación por ella? —indagó.
Aiko dio un respingo, como sorprendida por la pregunta tan directa, y miró hacia su espalda para comprobar que no había ningún nuevo cliente en la posada. Luego se inclinó ligeramente hacia Datsue y susurró, como si el bar estuviese lleno de gente y pudiese oírla cualquiera.
—Verá… Ella era… —De pronto, se puso colorada. Juntó la punta de ambos dedos índices e hizo que rebotasen entre ellas—. Ella y Ryoma eran… —bajó todavía más la voz—. Amantes.
—¡Aiko! —exclamó Yumiko indignada.
—¿Qué? Sabes que es verdad. Eres la que más cotilleos conoces de todo el pueblo, ¡no me digas que no es verdad! —rebatió Aiko, con igual ímpetu. Tanto que hasta Yumiko pareció desinflarse.
Datsue alzó una ceja, mientras escuchaba como un tablón del suelo crujía, quizá por el cambio de peso de una pierna a otra del chico koala. ¿Sería el amor —o el desamor— el móvil del asesinato?
—Ya es mala suerte… —dijo, cruzándose de brazos e introduciendo las manos en los sobacos, para intentar retener el poco calor que quedaba en ellas—. ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso?
—Deja a los ninjas trabajar tranquilos, Yoshi —intervino el sacerdote—. Ellos sabrán lo que tienen que hacer.
—Claro, claro... Ni mucho menos era mi intención manifestar lo contrario.
—Una cosa más —añadió Hiromi, que soltaba una nubecilla de vapor con cada palabra que decía—. No les cobres alojamiento ni comida. Ya me ocuparé de recolectar el dinero suficiente para cubrir los gastos.
—¡Por supuesto! —exclamó Yoshi. Por primera vez en el día, casi parecía indignado—. ¡Ni mucho menos pensaba cobrarles a estas buenas gentes! —aseguró, hinchiendo el pecho—. ¡Faltaría más!
Con los asuntos zanjados, Yoshi y Hiromi no tenían motivo alguno para permanecer más tiempo allí. Hacía un frío del carajo, un viento que calaba hasta los huesos y, para más inri, un asesino andaba suelto. Sin embargo, Karamaru seguía dentro.
—Señor Hiromi… Si lo desea puedo acompañarle hasta su casa… Creo que sería un tanto peligroso que cualquiera del pueblo ande solo…
—Muy amable por su parte —respondió Hiromi—. En realidad mi casa queda de camino hacia la posada. De hecho está al lado, así que podemos ir todos juntos… En cuanto su compañero salga, claro. ¿O quiere dejarlo ahí solo? —preguntó, mientras echaba un vistazo hacia atrás para comprobar que Karamaru todavía no había salido.
Pero no, Karamaru no había salido. Seguía en la habitación de Ryoma, investigando cada detalle que pudiese ser crucial para la resolución del caso. En esta ocasión se había parado en el baúl, el cual no le había costado abrir, viendo en su interior una colección entera de ropa interior: calzoncillos de tela blanca, calcetines de lana gris, cinturones de cuero... También había un collar colgando de la parte inferior de la tapa del baúl, hecho de simple cuerda, cuyo colgante era un colmillo enorme y, además, también había… una caja de condones. De hecho eran varias, apiladas unas encima de las otras. La primera estaba abierta, y le faltaban un par de preservativos.
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—Ahí vive Emiko —informó Yumiko a su petición.
—Sí, pero ella… —Aiko se mordió el labio inferior, intercambiando una mirada rápida con Yumiko—. ¡Sólo le pido que tenga tacto con ella, por favor! —exclamó de pronto, inclinando la cabeza en señal de ruego.
Datsue levantó los brazos, como inocente.
—Soy el chico con más tacto del mundo, se lo aseguro —dijo con una media sonrisa. Ellas no parecieron muy convencidas, y el chico de ojos de koala menos—. Pero… ¿a qué se debe tanta preocupación por ella? —indagó.
Aiko dio un respingo, como sorprendida por la pregunta tan directa, y miró hacia su espalda para comprobar que no había ningún nuevo cliente en la posada. Luego se inclinó ligeramente hacia Datsue y susurró, como si el bar estuviese lleno de gente y pudiese oírla cualquiera.
—Verá… Ella era… —De pronto, se puso colorada. Juntó la punta de ambos dedos índices e hizo que rebotasen entre ellas—. Ella y Ryoma eran… —bajó todavía más la voz—. Amantes.
—¡Aiko! —exclamó Yumiko indignada.
—¿Qué? Sabes que es verdad. Eres la que más cotilleos conoces de todo el pueblo, ¡no me digas que no es verdad! —rebatió Aiko, con igual ímpetu. Tanto que hasta Yumiko pareció desinflarse.
Datsue alzó una ceja, mientras escuchaba como un tablón del suelo crujía, quizá por el cambio de peso de una pierna a otra del chico koala. ¿Sería el amor —o el desamor— el móvil del asesinato?
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado