25/02/2016, 21:11
Saboreando sus empapadas bolitas de colores que sostenía con un palillo en la mano el calvo arrastraba sus pies por las abarrotadas calles de la ciudad contaminando sus ojos con tanta luz dando vuelta. Paró en locales de ropa, de comida, de aparatos, de herramientas y de todo tipo pero no tenía mucho dinero para gastar y no había comprado mucho más que los dango que estaba comiendo.
No encontraba un lugar de entretenimiento en sí pero por lo menos no la pasaba mal viendo las cosas que la gente vendía. Incluso era tan ameno el tema que ya casi ni sentía ni el frío ni la lluvia, después de todo tras vivir tantos años con la lluvia mojando tu calva te acostumbras quieras o no.
Pero Karamaru seguía buscando ese lugar donde pasar esa oscura tarde, algún lugar al que no haya ido nunca, y por eso iba mirando los cárteles de los edificios tratando de encontrar la ubicación de lo que buscaba. Poco recomendable era hacer esto con una calle con tanta gente y es que después de caminar un poco de esta manera recibió un brusco golpe desde su costado izquierdo.
Pero...
Extendió su pierna derecha para no perder el equilibrio y giró su cabeza para ver una cabellera blanca, tan blanca como la de Kazuma, pero con una cara más bonita y un busto de mayor tamaño. Era una mujer de brazitos de cristal y piel blanca como la nieve y de una estatura casi igual a la del monje.
Ostras, p-perdón. Iba demasiado distraída.
No hay problema, discúlpame a mi por...- cuando se quiso dar cuenta vio sus pequeños bollitos comestibles en el suelo. Le molestó, pero pasó de ellos y trató de ser lo más amable posible- Discúlpame por venir distraído. ¿Estas bien? ¿Te has lastimado?
«¿Por qué una mujer bonita me tiene que tirar la comida al suelo? ¿Por qué no era un hombre al que le pudiese reclamar que me los pagase? No, tampoco estaría bien, no hay que ser vengativo ni rencoroso...»
Mientras esperaba la respuesta de la peliblanca Karamaru luchaba, como hacía diariamente con su mente, entre sus deseos y las enseñanzas que recordaba de sus maestros. Entre lo que era pedía su instinto y lo que era lo correcto.
No encontraba un lugar de entretenimiento en sí pero por lo menos no la pasaba mal viendo las cosas que la gente vendía. Incluso era tan ameno el tema que ya casi ni sentía ni el frío ni la lluvia, después de todo tras vivir tantos años con la lluvia mojando tu calva te acostumbras quieras o no.
Pero Karamaru seguía buscando ese lugar donde pasar esa oscura tarde, algún lugar al que no haya ido nunca, y por eso iba mirando los cárteles de los edificios tratando de encontrar la ubicación de lo que buscaba. Poco recomendable era hacer esto con una calle con tanta gente y es que después de caminar un poco de esta manera recibió un brusco golpe desde su costado izquierdo.
Pero...
Extendió su pierna derecha para no perder el equilibrio y giró su cabeza para ver una cabellera blanca, tan blanca como la de Kazuma, pero con una cara más bonita y un busto de mayor tamaño. Era una mujer de brazitos de cristal y piel blanca como la nieve y de una estatura casi igual a la del monje.
Ostras, p-perdón. Iba demasiado distraída.
No hay problema, discúlpame a mi por...- cuando se quiso dar cuenta vio sus pequeños bollitos comestibles en el suelo. Le molestó, pero pasó de ellos y trató de ser lo más amable posible- Discúlpame por venir distraído. ¿Estas bien? ¿Te has lastimado?
«¿Por qué una mujer bonita me tiene que tirar la comida al suelo? ¿Por qué no era un hombre al que le pudiese reclamar que me los pagase? No, tampoco estaría bien, no hay que ser vengativo ni rencoroso...»
Mientras esperaba la respuesta de la peliblanca Karamaru luchaba, como hacía diariamente con su mente, entre sus deseos y las enseñanzas que recordaba de sus maestros. Entre lo que era pedía su instinto y lo que era lo correcto.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘