26/02/2016, 17:08
—Yo... yo no he dicho que haya hecho un largo viaje... S... simplemente... me queda un largo trecho hasta Amegakure y... y se estaba haciendo de noche... y este era el pueblo más cercano que me pillaba de camino... Eso es todo...
—¡Jaa! ¿Lo ves, Okura? —preguntó, cerrando el puño en señal de triunfo—. ¡Nunca olvido una cara!
Okura se puso de morros, tapando el labio superior con el inferior y mostrando una palma de su mano a Kaede, como pidiéndole calma.
—Si ella lo dice —dijo, alzando las cejas y aumentando todavía más su mueca de escepticismo—. Entonces no he dicho nada. Cuando uno se equivoca hay que admitirlo —continuó, hablando cada vez más alto—, ¿no es cierto? —preguntó a Ayame, al mismo tiempo que estrellaba su puño contra la mesa.
Kaede puso los ojos en blanco.
—Deja en paz a la chiquilla, anda... Ahora voy a por tu pedido, cariño —añadió, dedicándole una sonrisa a la kunoichi. Luego desapareció por una puerta que había tras la barra, quedando su marido como único responsable de la posada, que en aquellos instantes charlaba amistosamente con un anciano en una de las mesas que había al fondo. Cada vez que movía la cadera, las llaves que colgaban de su cinturón producían un sonido metálico al chocar unas con otras.
Por lo demás, la posada gozaba de una calma inaudita para un lugar como aquel. Los dos hombres de semblante serio que ocupaban una de las mesas comían de su plato con la eficiencia depredadora de un soltero de toda la vida; y la pareja sentada en la otra esquina apenas intercambiaban susurros inaudibles.
Datsue abrió en aquel momento la puerta, provocando miradas indiscretas por la manera en que los goznes chirriaron ante su acción. Volvía a tener el aspecto de Haskoz, su padre biológico, o al menos eso dirían los que tan sólo le habían visto a través de una foto o de lejos. Quienes realmente le conocían, probablemente no habrían caído en el engaño.
Buscó a Ayame con la mirada y la halló situada en la barra. Frunció el ceño de manera automática. Aquel no era el mejor lugar para llevar a cabo su plan. De hecho, era el peor.
Sin demasiado entusiasmo por la situación, caminó hasta la silla que había al lado de la kunoichi y se sentó en ella, sin dirigirle siquiera una mirada. Luego, fingió que tosía para llevarse una mano a la boca, y susurró de la forma más suave que le permitía su nueva voz:
—Tengo un plan para robarle las llaves… —Volvió a toser, y entonces la miró de reojo—. Pero necesitaré tu ayuda.
—¡Jaa! ¿Lo ves, Okura? —preguntó, cerrando el puño en señal de triunfo—. ¡Nunca olvido una cara!
Okura se puso de morros, tapando el labio superior con el inferior y mostrando una palma de su mano a Kaede, como pidiéndole calma.
—Si ella lo dice —dijo, alzando las cejas y aumentando todavía más su mueca de escepticismo—. Entonces no he dicho nada. Cuando uno se equivoca hay que admitirlo —continuó, hablando cada vez más alto—, ¿no es cierto? —preguntó a Ayame, al mismo tiempo que estrellaba su puño contra la mesa.
Kaede puso los ojos en blanco.
—Deja en paz a la chiquilla, anda... Ahora voy a por tu pedido, cariño —añadió, dedicándole una sonrisa a la kunoichi. Luego desapareció por una puerta que había tras la barra, quedando su marido como único responsable de la posada, que en aquellos instantes charlaba amistosamente con un anciano en una de las mesas que había al fondo. Cada vez que movía la cadera, las llaves que colgaban de su cinturón producían un sonido metálico al chocar unas con otras.
Por lo demás, la posada gozaba de una calma inaudita para un lugar como aquel. Los dos hombres de semblante serio que ocupaban una de las mesas comían de su plato con la eficiencia depredadora de un soltero de toda la vida; y la pareja sentada en la otra esquina apenas intercambiaban susurros inaudibles.
Datsue abrió en aquel momento la puerta, provocando miradas indiscretas por la manera en que los goznes chirriaron ante su acción. Volvía a tener el aspecto de Haskoz, su padre biológico, o al menos eso dirían los que tan sólo le habían visto a través de una foto o de lejos. Quienes realmente le conocían, probablemente no habrían caído en el engaño.
Buscó a Ayame con la mirada y la halló situada en la barra. Frunció el ceño de manera automática. Aquel no era el mejor lugar para llevar a cabo su plan. De hecho, era el peor.
Sin demasiado entusiasmo por la situación, caminó hasta la silla que había al lado de la kunoichi y se sentó en ella, sin dirigirle siquiera una mirada. Luego, fingió que tosía para llevarse una mano a la boca, y susurró de la forma más suave que le permitía su nueva voz:
—Tengo un plan para robarle las llaves… —Volvió a toser, y entonces la miró de reojo—. Pero necesitaré tu ayuda.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado