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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#7
Días atrás, habría pensado que algo le ocurría Ayame, que no era la misma. Lo había llegado a pensar, de hecho, porque el rostro de la muchacha era como un retrato de su estado anímico. Pero quizás su propio dolor le impedía sentir el de los demás, aunque sólo fuese por un día. La voz de la kunoichi estaba apagada. Era como si alguien, simplemente, hubiese pulsado un interruptor y la hubiese desprovisto de su brillo habitual. Daruu lo interpretó en aquella ocasión como lo que le solía pasar: que no se creía capaz de lograrlo.

—Lucharé y... daré todo de mí... Yo... Ahora... Debo marcharme. Espero que te mejores pronto, Daruu-san y...

Sólo entonces notó algo que le hizo sospechar. No era habitual en ella. Estaba ocultando algo.

Pero no quería pensar en ello. Ahora quería...

—No...

—Lo siento.

«No...»

Antes de que pudiera repetirlo, Ayame se había dado media vuelta y salido de la habitación. Y Daruu se quedó allí, con la mano levantada, hacia la puerta abierta de par en par. No porque quería saber que le pasaba, no porque tenía curiosidad por lo que ocultaba, sino porque quería estar con ella.

Se había dado cuenta, quizás demasiado tarde, que aunque la presencia de Ayame era tenue y templada, siempre aportaba algo de luz y calor.

...como un rayo de sol que queda cuando cierras la persiana, y te recuerda que más allá de tus cuatro paredes hace un día precioso.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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Mensajes en este tema
RE: Un rayo de sol que queda cuando cierras la persiana - por Amedama Daruu - 28/02/2016, 01:23


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