28/02/2016, 03:38
(Última modificación: 4/06/2016, 19:16 por Uchiha Datsue.)
Nada más llamar a la puerta, se oyó un ruido sordo, seguido del característico sonido de un objeto pesado al caer.
—¡Auch! —Oyó Karamaru al otro lado. Tras unos segundos más, en los que se oyó algo arrastrándose por el suelo, el sacerdote entreabrió la puerta—. ¡Demonio, chico, pero si eres tú! —exclamó, abriéndola del todo. Con la mano libre se rascaba la cabeza, donde un chichón iba cobrando forma y tamaño—. Menudo susto me has dado, hijo. ¿Qué ocurre? —preguntó, con voz cortante.
Casi ni tuvo tiempo a reaccionar, tan enfrascado como estaba en la conversación sobre los posibles autores del crimen, cuando una voz le sobresaltó:
—¡Datsue!
¿Aquella voz no era...? ¡Noemi! Cuando quiso darse la vuelta ya la tenía encima, atrapado en su abrazo y sin poder moverse. Bueno, sí podía, pero no quería. ¿Qué clase de hombre querría zafarse de un abrazo como aquel?
—Ey… Me ayudarás con el asesinato, ¿verdad?
—Cl… ¡Claro! —tartamudeó. No sabía porqué, pero de pronto se había puesto muy nervioso. Le gustaba la sensación que se tenía al ser abrazado: el cálido aliento de Noemi susurrando en su oído, el suave perfume a jazmín empalagando su olfato, el más que generoso pecho de Noemi aplastándose contra su espalda… Oh, Dios… De pronto se puso rojo como un tomate, y gracias a los Dioses no tuvo una hemorragia nasal que lo matase en el acto. ¿Cómo demonios no iba a ayudarla?
—Si aceptas ve a mi habitación, la segunda a la derecha… —le susurró en el oído.
¿Había oído bien? ¿Le estaba invitando a su habitación? En aquel momento se empezó a escuchar un sonido, un sonido acelerado y profundo a la vez: era su corazón, que bombeaba la pasión engendrada por mil amantes por todo su cuerpo. ¿Qué había un asesino suelto? El peso que ocupaba Noemi en la balanza hacía que el orden de prioridades fuese tremendamente claro. A la mierda el crimen.
Pero entonces Noemi le liberó del abrazo, alejándose de él, y Datsue creyó que aquello era lo más cruel que nadie le había hecho. Respondió a su sonrisa con otra, seguramente embobado, y la siguió con la vista hasta que desapareció por las escaleras que llevaban al segundo piso.
Entonces se dio cuenta.
Los tres de la posada le estaban mirando. Más bien parecía que le acosaban con la mirada, y no supo muy bien porqué sintió la necesidad de pedir disculpas. Pero dígase una cosa de Uchiha Datsue: no se le da bien pedir perdón.
—Mi compañera… —optó por decir, olvidándose de las disculpas. Cuando a uno no se le da bien una cosa, es mejor no hacerla. Hay otro tipo de personas que prefieren practicar para mejorar en ello, pero Datsue no era de ese tipo—. Es mi compañera. —Obviamente todos se habían dado cuenta de ello sin su aclaración. ¿Qué me pasa? ¿Por qué me he puesto tan tonto de repente?
Ni siquiera se había fijado en el hombre que había entrado en la posada. Era de grandes dimensiones, arrebujado en una chaqueta de piel para protegerse del frío.
—¿Cómo fue todo, Yoshi? —preguntó Aiko.
El hombre llamado Yoshi se encogió de hombros.
—Creo que no encontraron ninguna pista —entonces miró a Datsue, curioso.
—Otro shinobi —le aclaró Yumiko—. Compañero de la kunoichi, al parecer.
Yoshi alzó las cejas.
—Oh, vaya. Cuántos shinobis… —comentó sorprendido.
—Sí. Eso mismo dije yo —añadió, en un tono mucho más cortante.
Sin embargo, Datsue se sorprendió al recibir tanta hospitalidad por parte de aquel hombre. Había insistido en dejarle gratis la habitación y la comida —sin encontrar oposición alguna por parte del Uchiha, cabe decir—, y hasta le acompañó hasta su habitación. Datsue aprovechó para dejar allí sus cosas, y tan pronto como pudo se deshizo de sus preguntas. Ya no le interesaba el crimen cometido. Ni siquiera se había molestado en terminar de hablar con las dos mujeres de abajo. Ahora sólo le importaba una cosa…
Tocó tres veces con los nudillos a la puerta, antes de atreverse a abrir.
—¿Se puede? —preguntó el Uchiha, introduciendo medio cuerpo en la habitación de Noemi.
—¡Auch! —Oyó Karamaru al otro lado. Tras unos segundos más, en los que se oyó algo arrastrándose por el suelo, el sacerdote entreabrió la puerta—. ¡Demonio, chico, pero si eres tú! —exclamó, abriéndola del todo. Con la mano libre se rascaba la cabeza, donde un chichón iba cobrando forma y tamaño—. Menudo susto me has dado, hijo. ¿Qué ocurre? —preguntó, con voz cortante.
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Casi ni tuvo tiempo a reaccionar, tan enfrascado como estaba en la conversación sobre los posibles autores del crimen, cuando una voz le sobresaltó:
—¡Datsue!
¿Aquella voz no era...? ¡Noemi! Cuando quiso darse la vuelta ya la tenía encima, atrapado en su abrazo y sin poder moverse. Bueno, sí podía, pero no quería. ¿Qué clase de hombre querría zafarse de un abrazo como aquel?
—Ey… Me ayudarás con el asesinato, ¿verdad?
—Cl… ¡Claro! —tartamudeó. No sabía porqué, pero de pronto se había puesto muy nervioso. Le gustaba la sensación que se tenía al ser abrazado: el cálido aliento de Noemi susurrando en su oído, el suave perfume a jazmín empalagando su olfato, el más que generoso pecho de Noemi aplastándose contra su espalda… Oh, Dios… De pronto se puso rojo como un tomate, y gracias a los Dioses no tuvo una hemorragia nasal que lo matase en el acto. ¿Cómo demonios no iba a ayudarla?
—Si aceptas ve a mi habitación, la segunda a la derecha… —le susurró en el oído.
¿Había oído bien? ¿Le estaba invitando a su habitación? En aquel momento se empezó a escuchar un sonido, un sonido acelerado y profundo a la vez: era su corazón, que bombeaba la pasión engendrada por mil amantes por todo su cuerpo. ¿Qué había un asesino suelto? El peso que ocupaba Noemi en la balanza hacía que el orden de prioridades fuese tremendamente claro. A la mierda el crimen.
Pero entonces Noemi le liberó del abrazo, alejándose de él, y Datsue creyó que aquello era lo más cruel que nadie le había hecho. Respondió a su sonrisa con otra, seguramente embobado, y la siguió con la vista hasta que desapareció por las escaleras que llevaban al segundo piso.
Entonces se dio cuenta.
Los tres de la posada le estaban mirando. Más bien parecía que le acosaban con la mirada, y no supo muy bien porqué sintió la necesidad de pedir disculpas. Pero dígase una cosa de Uchiha Datsue: no se le da bien pedir perdón.
—Mi compañera… —optó por decir, olvidándose de las disculpas. Cuando a uno no se le da bien una cosa, es mejor no hacerla. Hay otro tipo de personas que prefieren practicar para mejorar en ello, pero Datsue no era de ese tipo—. Es mi compañera. —Obviamente todos se habían dado cuenta de ello sin su aclaración. ¿Qué me pasa? ¿Por qué me he puesto tan tonto de repente?
Ni siquiera se había fijado en el hombre que había entrado en la posada. Era de grandes dimensiones, arrebujado en una chaqueta de piel para protegerse del frío.
—¿Cómo fue todo, Yoshi? —preguntó Aiko.
El hombre llamado Yoshi se encogió de hombros.
—Creo que no encontraron ninguna pista —entonces miró a Datsue, curioso.
—Otro shinobi —le aclaró Yumiko—. Compañero de la kunoichi, al parecer.
Yoshi alzó las cejas.
—Oh, vaya. Cuántos shinobis… —comentó sorprendido.
—Sí. Eso mismo dije yo —añadió, en un tono mucho más cortante.
Sin embargo, Datsue se sorprendió al recibir tanta hospitalidad por parte de aquel hombre. Había insistido en dejarle gratis la habitación y la comida —sin encontrar oposición alguna por parte del Uchiha, cabe decir—, y hasta le acompañó hasta su habitación. Datsue aprovechó para dejar allí sus cosas, y tan pronto como pudo se deshizo de sus preguntas. Ya no le interesaba el crimen cometido. Ni siquiera se había molestado en terminar de hablar con las dos mujeres de abajo. Ahora sólo le importaba una cosa…
Tocó tres veces con los nudillos a la puerta, antes de atreverse a abrir.
—¿Se puede? —preguntó el Uchiha, introduciendo medio cuerpo en la habitación de Noemi.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado