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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Este post está ambientado antes de la semifinal del torneo; es decir, antes de mi combate con Juro

El pulso terminó por traicionarla. La pluma tembló inevitablemente en su mano, y las últimas palabras terminaron dibujadas entre líneas débiles y temblorosas.

Ayame suspiró, mordiéndose con fuerza el labio inferior para no romper a llorar allí mismo. Ya estaba hecho. No había vuelta atrás. Una lágrima rebelde recorrió su mejilla al momento de doblar el pergamino y terminó impactando contra su propia firma, emborronándola más si cabía. Con el corazón hecho pedazos, dejó la nota de manera que quedara bien visible en la única mesa de la habitación del hotel. Con todo hecho, se anudó una simple cinta de tela en torno a la frente en sustitución de su bandana ninja, se arrebujó bien en su capa de viaje y se echó al hombro la mochila que ya se había ocupado de llenar con varias mudas de ropa, sus escasos ahorros y algo de comida que había tomado prestada de la nevera de la habitación.

«Espero que Kōri no se enfade por haber cogido sus bollitos de vainilla.» No pudo evitar pensar, y se sintió infinitamente estúpida al instante.

Claro que se iba a enfadar. Iba a enfadarlos a todos. Pero no precisamente por los bollitos. Sólo esperaba que algún día pudieran perdonarla.

«Papá, hermano:»

La visita a Daruu en el hospital había sido tan sólo el detonante de todo aquello. Aquella misma noche, aprovechando que todo el mundo estaba durmiendo, decidió terminar con todo aquello de una buena vez. No podía perder el tiempo. Abrió la ventana y, tras asegurarse de que no había nadie a la vista, saltó a la rama de un árbol cercano y desde aquel cayó al suelo con las rodillas flexionadas.

Al mirar al cielo, se dio cuenta de que era una noche de luna llena. Al menos, la oscuridad no sería un problema.

«...Sé que habéis tratado de ocultármelo todo este tiempo, pero he descubierto la verdad...»

Ayame echó a caminar, con las palabras escritas aún dándole vueltas en la cabeza. Cientos de veces había pensado una solución al quebradero de cabeza que la atormentaba día y noche. No, la destrucción de Kusagakure no se había debido a que hubieran fallado al intentar controlar a un repentinamente aparecido Kyūbi. Había sido ella. O, más bien, le habían hecho hacerlo sin ser siquiera consciente de ella.

«...Soy un monstruo... No quiero, ni puedo permitir, que vuelvan a utilizarme como una marioneta en contra de mi voluntad. Y la única solución que se me ocurre es esta...»

Quizás debería haber hablado con Yui-sama primero. O con su familia. Quizás incluso con Daruu... Pero tenía miedo. Miedo de lo que pasaría después de que supieran que ella ya sabía la verdad sobre aquella fatídica noche.

No. Que desapareciera el jinchūriki de Amegakure era lo mejor que podía pasar. Ya no habría un bijū en ninguna aldea. Todo volvería al equilibrio y ninguna aldea desaparecería de la noche a la mañana. Y fuera de Amegakure, donde no gozaban de tanta vigilancia como dentro de los muros de la aldea, era la mejor oportunidad que podría tener jamás para desvanecerse.

«¿Y que pasará cuando renazca otro bijū como ya lo hizo Kokuō?» Le susurró una maliciosa vocecilla en su cabeza, pero Ayame sacudió la cabeza para apartar aquellos sentimientos.

Se negaba a pensar en todo lo que dejaba atrás. Se negaba a pensar en su hogar, en su padre, en su hermano, en su tío, en su promesa de entrenarla en las artes Hōzuki; en los pocos amigos que había ido haciendo desde que se había graduado como genin... En Daruu... Daruu... No. Debía seguir avanzando como un pelele sin vida para no ponerse a pensar. Porque si lo hacía se derrumbaría de manera instantánea. Por eso tenía que seguir avanzando, evitar los lugares más transitados incluso a aquellas altas horas de la noche y salir de los Dojos del Combatiente para no volver a aparecer nunca jamás. Ni siquiera los guardias samurais supondrían un problema, pues tenían permiso para recorrer y entrenar en el País del Fuego durante su estancia allí. ¿Y después? ¿Qué haría después? Con la comida y el poco dinero que tenía encima podría alejarse durante varias jornadas lo suficiente como para que le perdieran el rastro. Y después... Después... Quién sabe. Quizás encontrara trabajo en algún pueblo o ciudad para poder sustentarse la vida. Quizás debiera dedicarse a una vida de peregrinaje y soledad en una montaña aislada del resto del mundo.

«Por favor, no me busquéis. Sé y comprendo que estaréis terriblemente enfadados y decepcionados conmigo... Tan solo espero que algún día podáis perdonarme.

Os quiero...

Ayame.»
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.


Mensajes en este tema
Espero que algún día podáis perdonarme - por Aotsuki Ayame - 12/03/2016, 12:57


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