29/02/2016, 02:44
(Última modificación: 29/02/2016, 02:45 por Aotsuki Ayame.)
Ayame se volvió hacia Daruu cuando este le dio un ligero codazo, y cuando le vio reírse por lo bajo por las palabras de su padre, tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no echarse a reír ella también. Sin embargo, a Kiroe no pareció hacerle la misma gracia que a los muchachos. Le lanzó las llaves de mala manera hacia el pecho, pero Zetsuo consiguió interceptarlas a tiempo.
—Aquí están, idiota que no sabe admitir la derrota —le espetó Kiroe, y al momento se dio la vuelta, y echó a andar por uno de los pasillos. Todos la siguieron. Los suelos y las paredes eran de una madera rústica que crujía bajo sus pies y Ayame comenzó a andar con largas zancadas, apoyando primero el talón y después la punta del pie tratando en un infantil juego de averiguar cómo hacer el menor ruido posible al caminar—. Aunque eso fuera verdad, con la cantidad de gente con Suiton que tenemos entre las dos familias, ¿tú crees que un incendio daría muchos problemas? ¿O es que estás chocheando ya? ¿Quieres enfrentar a nuestros hijos porque tú ya no puedes enfrentarte a nadie?
Ante aquellas palabras, Ayame se estremeció ligeramente y miró de reojo a su padre. Tenía el ceño ligeramente fruncido pero una vena había comenzado a palpitar en su frente. Realmente, le había dejado sin palabras. Entre sus dos familias, prácticamente todos dominaban el arte del Suiton. No podría replicarla con aquel tema más, por lo que tendría que atacar desde otro perfil.
—Creía que la que había comenzado a apostar por el enfrentamiento de los dos chicos habías sido tú, Kiroe —le dijo.
Ayame, cansada, pronto dejó de hacer caso a las discusiones constantes de los dos adultos. En su lugar, miraba a su alrededor con insaciable curiosidad, admirando la belleza del lugar y olvidando momentáneamente que estaban allí porque estaban convocados a un torneo de gran magnitud. Finalmente, llegaron a las puertas de sus respectivas habitaciones. Zetsuo se detuvo en la habitación 247. La de Kiroe y Daruu, justo enfrente era la 147.
—Pues es verdad, la numeración no tiene mucho sentido... —comentó Ayame, casi para sí misma.
—Joder, y encima voy a tener que verte esa cara de merluzo por la mañana y todo.
—Y estos siguen...
—Joder. Como si a mí me hiciera gracia ver tu cara de bollera —le replicó el médico, sin ni siquiera mirarla. Le había dado la espalda para introducir la llave en la puerta.
Con un ligero click, la puerta de la habitación quedó abierta. Y Ayame fue la primera en entrar, prácticamente de una zancada.
—¡Hala, qué bonito!
La habitación en sí consistía en una sala de bastante envergadura, dividida en tres secciones tan sólo cerradas por una puerta corredera de papel. La sección principal hacía sus veces de comedor y cocina al mismo tiempo, con una única mesa a modo de comedor y cuatro sillas alrededor. Cuando Ayame abrió las otras dos puertas correderas, se encontró con dos habitaciones: una con dos futones y una con uno. Estaba claro dónde iban a dormir cada uno.
De repente se le ocurrió una idea y volvió corriendo a la puerta de la entrada.
—¡Hey! Ya que estamos todos reunidos, ¡podríamos cenar juntos!
Kōri le dirigió una mirada que podría definirse como alarma dentro de su inexpresividad, pero Ayame ni siquiera fue consciente de ello. Lo que no le pasó desapercibido fue la mirada hostil que le dirigió Zetsuo y que le hizo estremecer de arriba a abajo.
—Aquí están, idiota que no sabe admitir la derrota —le espetó Kiroe, y al momento se dio la vuelta, y echó a andar por uno de los pasillos. Todos la siguieron. Los suelos y las paredes eran de una madera rústica que crujía bajo sus pies y Ayame comenzó a andar con largas zancadas, apoyando primero el talón y después la punta del pie tratando en un infantil juego de averiguar cómo hacer el menor ruido posible al caminar—. Aunque eso fuera verdad, con la cantidad de gente con Suiton que tenemos entre las dos familias, ¿tú crees que un incendio daría muchos problemas? ¿O es que estás chocheando ya? ¿Quieres enfrentar a nuestros hijos porque tú ya no puedes enfrentarte a nadie?
Ante aquellas palabras, Ayame se estremeció ligeramente y miró de reojo a su padre. Tenía el ceño ligeramente fruncido pero una vena había comenzado a palpitar en su frente. Realmente, le había dejado sin palabras. Entre sus dos familias, prácticamente todos dominaban el arte del Suiton. No podría replicarla con aquel tema más, por lo que tendría que atacar desde otro perfil.
—Creía que la que había comenzado a apostar por el enfrentamiento de los dos chicos habías sido tú, Kiroe —le dijo.
Ayame, cansada, pronto dejó de hacer caso a las discusiones constantes de los dos adultos. En su lugar, miraba a su alrededor con insaciable curiosidad, admirando la belleza del lugar y olvidando momentáneamente que estaban allí porque estaban convocados a un torneo de gran magnitud. Finalmente, llegaron a las puertas de sus respectivas habitaciones. Zetsuo se detuvo en la habitación 247. La de Kiroe y Daruu, justo enfrente era la 147.
—Pues es verdad, la numeración no tiene mucho sentido... —comentó Ayame, casi para sí misma.
—Joder, y encima voy a tener que verte esa cara de merluzo por la mañana y todo.
—Y estos siguen...
—Joder. Como si a mí me hiciera gracia ver tu cara de bollera —le replicó el médico, sin ni siquiera mirarla. Le había dado la espalda para introducir la llave en la puerta.
Con un ligero click, la puerta de la habitación quedó abierta. Y Ayame fue la primera en entrar, prácticamente de una zancada.
—¡Hala, qué bonito!
La habitación en sí consistía en una sala de bastante envergadura, dividida en tres secciones tan sólo cerradas por una puerta corredera de papel. La sección principal hacía sus veces de comedor y cocina al mismo tiempo, con una única mesa a modo de comedor y cuatro sillas alrededor. Cuando Ayame abrió las otras dos puertas correderas, se encontró con dos habitaciones: una con dos futones y una con uno. Estaba claro dónde iban a dormir cada uno.
De repente se le ocurrió una idea y volvió corriendo a la puerta de la entrada.
—¡Hey! Ya que estamos todos reunidos, ¡podríamos cenar juntos!
Kōri le dirigió una mirada que podría definirse como alarma dentro de su inexpresividad, pero Ayame ni siquiera fue consciente de ello. Lo que no le pasó desapercibido fue la mirada hostil que le dirigió Zetsuo y que le hizo estremecer de arriba a abajo.