1/03/2016, 17:02
Anzu se limitó a bufar burlonamente a su respuesta.
—¡Oye!
La muchacha se rió mientras él ponía cara de pocos amigos y se agachó para rebuscar en su equipaje de color crema. Sorprendentemente, aquella bolsa parecía no tener fondo. Daruu cambió la postura con curiosidad para otear los objetos que Anzu iba dejando sobre el suelo de piedra. Unas vendas, su chaqueta, unos tarros con medicina, un pergamino, un libro...
«Madre mía, ¡no tiene fin!»
Se preguntó qué demonios estaba buscando. Sólo tenía que enseñarle una técnica, ¿para qué tanto remover?
—¡Aquí estás! —exclamó la muchacha, sacando una especie de esfera negra que bien podría haber sido una réplica sólida de su Rasengan—. En efecto, Daruu-san, el Nintaijutsu se basa en la aplicación del Ninjutsu a movimientos de Taijutsu para elevar el combate cercano a un nuevo nivel.
Cogió la bola con las dos manos y la dejó en el suelo. Se retiró un par de metros y formuló el sello del tigre. Daruu se apartó también, expectante y cauto. Dio un respingo cuando, después de un petardazo, la esfera se partió por el medio y derramó una especie de líquido espeso de color negro. Como un clon de barro aquél extraño artefacto tomó la forma de un muñeco humanoide de entrenamiento.
No hacía falta que le enseñara la técnica, con eso ya le había dejado con la boca abierta.
Mola, ¿eh? ¿Tenéis cosas de estas en Amegakure? Daruu-san, te presento a mi ayudante, que me va a echar una mano para esta demostración.
—Joder, debo reconocer que eso mola un huevo —Asintió con la cabeza—. Espero que no más que la técnica.
Anzu imitó la reverencia de Daruu exagerando los gestos, a lo que Daruu respondió con un giro de ojos impaciente, antes de girarse de nuevo hacia el muñeco de entrenamiento. Flexionó las articulaciones de las piernas y encogió el brazo derecho, que se envolvió en una capa de rayos y truenos de color añil.
«Interesante...»
—¡Lightning Lariat!
Anzu se lanzó hacia el objeto y lo golpeó en el torso con el antebrazo. El topetazo fue increíble. «No, definitivamente no me arrepiento de haber rechazado esa oferta de combate». El muñeco se había doblado hacia atrás, y Daruu ya estaba pensando en lo caro que tendría que salirle comprar tanto muñeco si siempre los usaba de esa manera. Sin embargo, el maniquí era muy listo y sabía absorber el chakra para recuperarse.
Se acercó a la maqueta y se acarició la barbilla con curiosidad.
—Mi buen amigo nunca me falla —bromeó Anzu, y se apoyó en el muñeco.
—Oye, la técnica me ha parecido impresionante, sin ninguna duda —se explicó Daruu—, pero no sé si el muñeco este me interesa incluso más. ¿Puedes apartarte un poco? ¿Me dejarías probarlo?
Dio dos pasos hacia atrás y colocó el brazo como antes. Efectivamente, la famosa esfera de chakra esmeralda brillante volvió a hilarse levitando encima de la palma de su mano.
—Eh, espera, tengo otra idea. Voy a usar mi propio muñeco —rió, al tiempo que formulaba el sello del tigre con la otra mano.
Del suelo surgió de pronto, sin avisar, a su izquierda, un muñeco de madera a escala humana. Era una réplica de Nabi, sólo que en su rostro había aparecido un llamativo bigote, frondoso y retorcido. Daruu giró rápidamente y estampó el Rasengan en el pecho del tótem. La esfera brilló unos instantes y se adhirió al muñeco, que estaba firmemente anclado en el suelo. Como si fuera un taladro del tamaño de una pelota de tenis, la esfera fue atravesando la madera alrededor de la mano de Daruu. Al final, el chico quedó con el brazo atravesando un agujero enorme a la altura del corazón de lo que podría haber sido Nabi.
—Una nota aparte: aún no he dominado la técnica por completo.
Estaba claro que se trataba de madera y no de carne humana, y no le había proporcionado ninguna resistencia con chakra, de modo que no tenía tanto mérito. Pero si había que fardar...
—¡Oye!
La muchacha se rió mientras él ponía cara de pocos amigos y se agachó para rebuscar en su equipaje de color crema. Sorprendentemente, aquella bolsa parecía no tener fondo. Daruu cambió la postura con curiosidad para otear los objetos que Anzu iba dejando sobre el suelo de piedra. Unas vendas, su chaqueta, unos tarros con medicina, un pergamino, un libro...
«Madre mía, ¡no tiene fin!»
Se preguntó qué demonios estaba buscando. Sólo tenía que enseñarle una técnica, ¿para qué tanto remover?
—¡Aquí estás! —exclamó la muchacha, sacando una especie de esfera negra que bien podría haber sido una réplica sólida de su Rasengan—. En efecto, Daruu-san, el Nintaijutsu se basa en la aplicación del Ninjutsu a movimientos de Taijutsu para elevar el combate cercano a un nuevo nivel.
Cogió la bola con las dos manos y la dejó en el suelo. Se retiró un par de metros y formuló el sello del tigre. Daruu se apartó también, expectante y cauto. Dio un respingo cuando, después de un petardazo, la esfera se partió por el medio y derramó una especie de líquido espeso de color negro. Como un clon de barro aquél extraño artefacto tomó la forma de un muñeco humanoide de entrenamiento.
No hacía falta que le enseñara la técnica, con eso ya le había dejado con la boca abierta.
Mola, ¿eh? ¿Tenéis cosas de estas en Amegakure? Daruu-san, te presento a mi ayudante, que me va a echar una mano para esta demostración.
—Joder, debo reconocer que eso mola un huevo —Asintió con la cabeza—. Espero que no más que la técnica.
Anzu imitó la reverencia de Daruu exagerando los gestos, a lo que Daruu respondió con un giro de ojos impaciente, antes de girarse de nuevo hacia el muñeco de entrenamiento. Flexionó las articulaciones de las piernas y encogió el brazo derecho, que se envolvió en una capa de rayos y truenos de color añil.
«Interesante...»
—¡Lightning Lariat!
Anzu se lanzó hacia el objeto y lo golpeó en el torso con el antebrazo. El topetazo fue increíble. «No, definitivamente no me arrepiento de haber rechazado esa oferta de combate». El muñeco se había doblado hacia atrás, y Daruu ya estaba pensando en lo caro que tendría que salirle comprar tanto muñeco si siempre los usaba de esa manera. Sin embargo, el maniquí era muy listo y sabía absorber el chakra para recuperarse.
Se acercó a la maqueta y se acarició la barbilla con curiosidad.
—Mi buen amigo nunca me falla —bromeó Anzu, y se apoyó en el muñeco.
—Oye, la técnica me ha parecido impresionante, sin ninguna duda —se explicó Daruu—, pero no sé si el muñeco este me interesa incluso más. ¿Puedes apartarte un poco? ¿Me dejarías probarlo?
Dio dos pasos hacia atrás y colocó el brazo como antes. Efectivamente, la famosa esfera de chakra esmeralda brillante volvió a hilarse levitando encima de la palma de su mano.
—Eh, espera, tengo otra idea. Voy a usar mi propio muñeco —rió, al tiempo que formulaba el sello del tigre con la otra mano.
Del suelo surgió de pronto, sin avisar, a su izquierda, un muñeco de madera a escala humana. Era una réplica de Nabi, sólo que en su rostro había aparecido un llamativo bigote, frondoso y retorcido. Daruu giró rápidamente y estampó el Rasengan en el pecho del tótem. La esfera brilló unos instantes y se adhirió al muñeco, que estaba firmemente anclado en el suelo. Como si fuera un taladro del tamaño de una pelota de tenis, la esfera fue atravesando la madera alrededor de la mano de Daruu. Al final, el chico quedó con el brazo atravesando un agujero enorme a la altura del corazón de lo que podría haber sido Nabi.
—Una nota aparte: aún no he dominado la técnica por completo.
Estaba claro que se trataba de madera y no de carne humana, y no le había proporcionado ninguna resistencia con chakra, de modo que no tenía tanto mérito. Pero si había que fardar...