La peliblanco caminaba bastante ligera de ropas bajo la lluvia. Si, así es, continuaba su entrenamiento de las semanas impares, adiestramiento al frío y las inclemencias de la lluvia. Ni llevaba su abrigo, ni llevaba su espada dorada a las espaldas. Tenía tan solo un top negro, su pañuelo rojo atado al cuello, un pantalón pirata negro y las sandalias del mismo tono. Quizás estaba yendo muy monocromática, pero ciertamente era kunoichi, el negro era su forma de vida. Era una sombra, las sombras no deben darse a relucir.
Sus piernas caminaban por la superficie del agua, y eso que no se trataba de una salvadora que había bajado a la tierra en nombre de una deidad. Era una kunoichi, solo eso.
Como parte de su entrenamiento, ahora se enfrentaba a las turbulentas aguas del lago. No era tarea sencilla, cualquiera que hubiese probado a andar sobre las aguas bien lo sabe. Pero ésta era una de las mayores cualidades de los shinobis de Amegakure, estaban tan acostumbrados a las lluvias, que podían caminar sobre el agua bajo la peor de las tormentas.
Ese tío... ése tío... SE VA A LAMENTAR TODA SU PUTA VIDA! Ya verás cuando lo pille por banda... le voy a dar la paliza de su puta vida. JAMAS LE VA A PONER LA MANO ENCIMA A OTRA MUJER. Hijo de puta asqueroso. DESGRACIADO.
Solo buenas palabras le pasaban por la cabeza en esos momentos de profunda meditación.
Entre tanto, se esforzaba por no perder la concentración constante de chakra bajo sus pies, base mas que conocida para la andanza sobre las aguas. A su occidente, un pequeño islote se presentaba bien tímido. No parecía gran cosa, pura maleza y una choza mal hecha. Sin embargo, allí había algo mas. Alguien parecía asomar de la choza, alzando su brazo para comprobar que tan fuerte era la lluvia.
—En fin...—
A saber de quién se trataba, tampoco era de su incumbencia.
Necesitaba entrenar mas, volverse mas fuerte. Su único propósito en estos momentos era volverse tan fuerte que su padrastro desease volverse a meter en el útero de su santa madre, pues ésta quizás ni tenía culpa de que el niño le hubiese salido tan desgraciado.
Sus piernas caminaban por la superficie del agua, y eso que no se trataba de una salvadora que había bajado a la tierra en nombre de una deidad. Era una kunoichi, solo eso.
Como parte de su entrenamiento, ahora se enfrentaba a las turbulentas aguas del lago. No era tarea sencilla, cualquiera que hubiese probado a andar sobre las aguas bien lo sabe. Pero ésta era una de las mayores cualidades de los shinobis de Amegakure, estaban tan acostumbrados a las lluvias, que podían caminar sobre el agua bajo la peor de las tormentas.
Ese tío... ése tío... SE VA A LAMENTAR TODA SU PUTA VIDA! Ya verás cuando lo pille por banda... le voy a dar la paliza de su puta vida. JAMAS LE VA A PONER LA MANO ENCIMA A OTRA MUJER. Hijo de puta asqueroso. DESGRACIADO.
Solo buenas palabras le pasaban por la cabeza en esos momentos de profunda meditación.
Entre tanto, se esforzaba por no perder la concentración constante de chakra bajo sus pies, base mas que conocida para la andanza sobre las aguas. A su occidente, un pequeño islote se presentaba bien tímido. No parecía gran cosa, pura maleza y una choza mal hecha. Sin embargo, allí había algo mas. Alguien parecía asomar de la choza, alzando su brazo para comprobar que tan fuerte era la lluvia.
—En fin...—
A saber de quién se trataba, tampoco era de su incumbencia.
Necesitaba entrenar mas, volverse mas fuerte. Su único propósito en estos momentos era volverse tan fuerte que su padrastro desease volverse a meter en el útero de su santa madre, pues ésta quizás ni tenía culpa de que el niño le hubiese salido tan desgraciado.