2/03/2016, 21:41
Sí.- Como respuesta global a todo. Y cayó dando vueltas por la pila de sábanas sucias en un estado de inconsciencia latente.
Eri suspiró y haciendo gala de su reciente recuperada y adquirida fuerza, tomó con delicadeza al rubio y depositándolo en su espalda, salió despacio del lugar tratando de no zarandearle demasiado para que no perdiese más sangre. ¡Solo esperaba no haberle matado justo el día de antes de las semifinales!
Subiendo al piso superior del hotel El Pony Dorado caminó hasta su asignada habitación, recordando que había dejado su puerta sin cerradura echada, se agradeció a su yo misma del pasado y pasando el peso del cuerpo inerte del Uchiha a su brazo bueno, deslizó los dedos hasta el mango de la puerta para abrirla. Al entrar, encontró a Mike en la penumbra de la noche esparcido por toda su cama, estúpido perro que abultaba más que ella.
-Psst, ¡Mike, muévete! - Regañó al perro, pero éste ni se inmutó. A veces se parecía tanto a su dueño... La joven dejó caer su cabeza hacia delante de una forma bastante cómica y se acercó a la cama, dejando a Nabi en el espacio que comprendía el lado derecho de la cama, aprovechando los huecos casi inexistentes que el can dejaba para el shinobi.
-Wroof - ¡Por todos los Kamis existentes y los que no! Al darse la vuelta para buscar su kit médico, el can conocido como Mike se había bajado de la cama y ahora pegaba coletazos con su rabo a la joven kunoichi que pretendía hacer poco ruido, sin embargo, ahora residía en el suelo, ya que; tan concentrada se encontraba con su tarea de buscar dicha bolsa que nada más escuchar el ladrido cayó de bruces contra el suelo por tropezarse con algo que estaba tirado por el suelo.
-Ay... Duele... ¡No vuelvas a asustarme así! - Le reprendió mientras conseguía su tan buscado kit y se levantaba, obteniendo un lametón por respuesta. Bufó y rodó los ojos mientras se volvía a acercar al joven, y con suma delicadeza, comenzó a curar y a vendar la herida que ella misma había hecho.
Ya era la tercera vez que lo hacía...
-Lo siento... Nabi... Lo siento mucho... - La única luz que iluminaba la estancia era las luces que se colaban del lugar aún señalando que era de madrugada, luego un tono verdoso salió de sus manos, casi rozando el cabello que comenzaba a tomar un color rojo debido a la sangre perdida.
Eri suspiró y haciendo gala de su reciente recuperada y adquirida fuerza, tomó con delicadeza al rubio y depositándolo en su espalda, salió despacio del lugar tratando de no zarandearle demasiado para que no perdiese más sangre. ¡Solo esperaba no haberle matado justo el día de antes de las semifinales!
Subiendo al piso superior del hotel El Pony Dorado caminó hasta su asignada habitación, recordando que había dejado su puerta sin cerradura echada, se agradeció a su yo misma del pasado y pasando el peso del cuerpo inerte del Uchiha a su brazo bueno, deslizó los dedos hasta el mango de la puerta para abrirla. Al entrar, encontró a Mike en la penumbra de la noche esparcido por toda su cama, estúpido perro que abultaba más que ella.
-Psst, ¡Mike, muévete! - Regañó al perro, pero éste ni se inmutó. A veces se parecía tanto a su dueño... La joven dejó caer su cabeza hacia delante de una forma bastante cómica y se acercó a la cama, dejando a Nabi en el espacio que comprendía el lado derecho de la cama, aprovechando los huecos casi inexistentes que el can dejaba para el shinobi.
-Wroof - ¡Por todos los Kamis existentes y los que no! Al darse la vuelta para buscar su kit médico, el can conocido como Mike se había bajado de la cama y ahora pegaba coletazos con su rabo a la joven kunoichi que pretendía hacer poco ruido, sin embargo, ahora residía en el suelo, ya que; tan concentrada se encontraba con su tarea de buscar dicha bolsa que nada más escuchar el ladrido cayó de bruces contra el suelo por tropezarse con algo que estaba tirado por el suelo.
-Ay... Duele... ¡No vuelvas a asustarme así! - Le reprendió mientras conseguía su tan buscado kit y se levantaba, obteniendo un lametón por respuesta. Bufó y rodó los ojos mientras se volvía a acercar al joven, y con suma delicadeza, comenzó a curar y a vendar la herida que ella misma había hecho.
Ya era la tercera vez que lo hacía...
-Lo siento... Nabi... Lo siento mucho... - La única luz que iluminaba la estancia era las luces que se colaban del lugar aún señalando que era de madrugada, luego un tono verdoso salió de sus manos, casi rozando el cabello que comenzaba a tomar un color rojo debido a la sangre perdida.