2/03/2016, 22:12
Ante la apenas interesada mirada de la chica, el sujeto salió de su refugio. No dispuesto a mojarse, saló bien abrigado, y con un paraguas. Algo realmente extraño para una persona habituada a la constante lluvia que amenazaba esas tierras. Quizás ésta persona ni era de esos lares, a saber. Realmente poco le importaba.
Sin embargo, al chico si que parecía interesarle la actividad de esa alocada que combatía a las inclemencias de la lluvia y el oleaje. No apresurado, el chico se acercó hasta casi la orilla, y quedó plantado bajo la cobertura de un árbol casi abatido. Desde ese lugar, lanzó una pregunta algo rara hacia la peliblanco.
¿Qué pienso?
La chica gesticuló una clara confusión, arqueando incluso una ceja.
—Calculo cuanta potencia tendrían que tener mis técnicas ígneas para calcinar a una persona, básicamente.— Contestó con toda sinceridad.
Las palabras sobraban, quizás la habría tachado ya de bruta y cafre, pero tampoco le veía importancia a ese detalle; él ya había sido tachado de raro. No le sonaba demasiado, y por las distancias, aún no se había percatado mucho de su vestuario o sus facciones.
Con la euforia de una zanahoria en una convención de conejos, la chica continuó a su tarea. Debía continuar atenta a sus pasos, pues de desconcentrarse demasiado, perdería el equilibrio, y por ende terminaría bajo las aguas de ese profundo lago.
—¿Por qué preguntas?—
¿Lo habría tomado como una amenaza?
Sin embargo, al chico si que parecía interesarle la actividad de esa alocada que combatía a las inclemencias de la lluvia y el oleaje. No apresurado, el chico se acercó hasta casi la orilla, y quedó plantado bajo la cobertura de un árbol casi abatido. Desde ese lugar, lanzó una pregunta algo rara hacia la peliblanco.
¿Qué pienso?
La chica gesticuló una clara confusión, arqueando incluso una ceja.
—Calculo cuanta potencia tendrían que tener mis técnicas ígneas para calcinar a una persona, básicamente.— Contestó con toda sinceridad.
Las palabras sobraban, quizás la habría tachado ya de bruta y cafre, pero tampoco le veía importancia a ese detalle; él ya había sido tachado de raro. No le sonaba demasiado, y por las distancias, aún no se había percatado mucho de su vestuario o sus facciones.
Con la euforia de una zanahoria en una convención de conejos, la chica continuó a su tarea. Debía continuar atenta a sus pasos, pues de desconcentrarse demasiado, perdería el equilibrio, y por ende terminaría bajo las aguas de ese profundo lago.
—¿Por qué preguntas?—
¿Lo habría tomado como una amenaza?