4/03/2016, 13:17
Sacó el brazo del agujero y sin querer rozó la madera con las vendas. Sintió un tirón que le hizo chasquear la lengua y sujetarse el antebrazo con la otra mano.
—Vaya, eso ha sido... Impresionante. —Anzu se había quedado con la boca abierta, al menos metafóricamente. Había tardado un rato en contestarle.
—Ugh, gracias... —dijo Daruu—. Pero mejor me quedo quietecito, la bola de fuego de Nabi también era un poco asesina.
Suspiró y se sentó en el borde del cilindro, donde procedió a balancear las piernas, distraído.
—Oye, Daruu-san, creo que no voy a entrenar por hoy
«¿Huh? ¿Qué le pasa? ¿La he ofendido?»
Echó la vista atrás. Parecía molesta.
—Pero... Quisiera agradecerte lo que me has enseñado. ¿Te gusta el ramen? Mi maestro me llevó ayer a comer a un puesto que lo hace de put... muy bien. Venga, que te invito.
«Quizás es otra cosa. No invitas a ramen a alguien con el que estás molesto.»
Se echó una pequeña risa con la divertida soez que casi pronuncia Anzu. Sonrió.
—Sí, sobretodo el de curry. —Dio la vuelta sobre sí mismo y, con dificultad y unos cuantos tirones en la piel, volvió a ponerse de pie—. Pero no hace falta que me invites, eh —se excusó con la mano—. Puedo permitírmelo.
—Vaya, eso ha sido... Impresionante. —Anzu se había quedado con la boca abierta, al menos metafóricamente. Había tardado un rato en contestarle.
—Ugh, gracias... —dijo Daruu—. Pero mejor me quedo quietecito, la bola de fuego de Nabi también era un poco asesina.
Suspiró y se sentó en el borde del cilindro, donde procedió a balancear las piernas, distraído.
—Oye, Daruu-san, creo que no voy a entrenar por hoy
«¿Huh? ¿Qué le pasa? ¿La he ofendido?»
Echó la vista atrás. Parecía molesta.
—Pero... Quisiera agradecerte lo que me has enseñado. ¿Te gusta el ramen? Mi maestro me llevó ayer a comer a un puesto que lo hace de put... muy bien. Venga, que te invito.
«Quizás es otra cosa. No invitas a ramen a alguien con el que estás molesto.»
Se echó una pequeña risa con la divertida soez que casi pronuncia Anzu. Sonrió.
—Sí, sobretodo el de curry. —Dio la vuelta sobre sí mismo y, con dificultad y unos cuantos tirones en la piel, volvió a ponerse de pie—. Pero no hace falta que me invites, eh —se excusó con la mano—. Puedo permitírmelo.