4/03/2016, 13:51
—Será mejor que nos pongamos en marcha. Kiroe, te seguimos,después de todo tú eres la que mejor conoce este... sitio...
Kiroe dejó escapar una suave risilla y Daruu suspiró con cansinez. «Hala, ya empezamos. Joder, no podía confiar un poquito el tontaco este, no...». Daruu no parecía muy por la labor de intentar que le cayera bien aquél señor, distante, estirado y extremadamente desconfiado, que sólo por el nombre de un establecimiento —que solo contenía una simple pizca de humor—, ya prejuiciaba sin pudor de la comida que servían en él.
—Ya verás, ya —dijo Kiroe—. Cuando vuelvas a Amegakure, no podrás sino insistir en recomendar "El Patito Frito" por todos lados. Dicho de tus labios tiene que sonar muy divertido, ahora que lo pienso...
Dirigió su mirada purpúrea a Zetsuo y le dio una pequeña palmadita en el hombro.
—Venga, tío, no te enfades. Sé que te gustan las cosas bien hechas, y la comida del sitio es de diez. No hace falta que compartas la opinión de que ese nombre es el mejor que le podían poner —intentó calmar los ánimos—. También sé que te gusta que te traten con respeto cuando vas a un sitio y no te conocen, y aquí el servicio no te va a tratar nada mal. Intenta disfrutarlo. Sé que lo harás.
Daruu, detrás de ellos y acompañado por Kori y por Ayame, dio una vuelta a sus ojos con escepticismo. «A ver si es verdad...»
—¿Qué crees que tendrán de comida? —preguntó Ayame a su hermano.
—Supongo que de todo. Carne, arroz, sopas, pescado, marisco... —contestó Kori.
—Rico, más o menos rico, no tan rico, puaj, y puaj —intervino Daruu bromeando (o no) sin que nadie le hubiera invitado a la conversación.
Abandonaron el pasillo de las habitaciones en dirección opuesta a la de la entrada. Los dos pasillos se encontraban allí con una unión desde la que se podía otear una puerta corredera. Kiroe puso la mano sobre ella.
—¡Tacháaaaan! —dijo, y deslizó para revelar lo que había dent... Fuera.
La puerta daba a un jardín vallado en el exterior del edificio. Era ya de noche, y la iluminación tenue y anaranjada de las lámparas de papel que colgaban del sobretecho de una cubierta iluminaban el conjunto de mesas y sillas que reposaban debajo, sobre una tarima de madera cuidada.
—¿Cuántos van a ser? —preguntó tras una pequeña reverencia un camarero vestido con otro kimono tradicional, de un sobrio color oliva.
—Cinco, si no se me ha olvidado como contar.
—¡Oh, Kiroe-san, qué alegría verla otra vez por aquí! Sin duda se alegrará de saber que tenemos una carne de pato de una calidad increíble últimamente. ¡El Patito Frito esta noche triunfará!
Kiroe dio una palmada y se dio la vuelta dirigiéndose a su hijo.
—A ti que no te gusta el pescado, te lo recomiendo. Te gustará.
Daruu sonrió y asintió con entusiasmo.
—¡Oh, este es su hijo! ¡Qué monada! —Le acarició el cabello a Daruu, pero tuvo que retirar la mano inmediatamente ante el intento de mordisco que Daruu no dudó en lanzar—. Vaya, parece que tiene hambre...
—¡BUENO VENGA VAMOSALAMESA! —se excusó Kiroe. Cogió de la oreja a Daruu, que gimió, molesto, y lo arrastró hacia una mesa sin esperar a que les acompañasen. De todas formas no había más que un par de ellas ocupadas.
Kiroe dejó escapar una suave risilla y Daruu suspiró con cansinez. «Hala, ya empezamos. Joder, no podía confiar un poquito el tontaco este, no...». Daruu no parecía muy por la labor de intentar que le cayera bien aquél señor, distante, estirado y extremadamente desconfiado, que sólo por el nombre de un establecimiento —que solo contenía una simple pizca de humor—, ya prejuiciaba sin pudor de la comida que servían en él.
—Ya verás, ya —dijo Kiroe—. Cuando vuelvas a Amegakure, no podrás sino insistir en recomendar "El Patito Frito" por todos lados. Dicho de tus labios tiene que sonar muy divertido, ahora que lo pienso...
Dirigió su mirada purpúrea a Zetsuo y le dio una pequeña palmadita en el hombro.
—Venga, tío, no te enfades. Sé que te gustan las cosas bien hechas, y la comida del sitio es de diez. No hace falta que compartas la opinión de que ese nombre es el mejor que le podían poner —intentó calmar los ánimos—. También sé que te gusta que te traten con respeto cuando vas a un sitio y no te conocen, y aquí el servicio no te va a tratar nada mal. Intenta disfrutarlo. Sé que lo harás.
Daruu, detrás de ellos y acompañado por Kori y por Ayame, dio una vuelta a sus ojos con escepticismo. «A ver si es verdad...»
—¿Qué crees que tendrán de comida? —preguntó Ayame a su hermano.
—Supongo que de todo. Carne, arroz, sopas, pescado, marisco... —contestó Kori.
—Rico, más o menos rico, no tan rico, puaj, y puaj —intervino Daruu bromeando (o no) sin que nadie le hubiera invitado a la conversación.
Abandonaron el pasillo de las habitaciones en dirección opuesta a la de la entrada. Los dos pasillos se encontraban allí con una unión desde la que se podía otear una puerta corredera. Kiroe puso la mano sobre ella.
—¡Tacháaaaan! —dijo, y deslizó para revelar lo que había dent... Fuera.
La puerta daba a un jardín vallado en el exterior del edificio. Era ya de noche, y la iluminación tenue y anaranjada de las lámparas de papel que colgaban del sobretecho de una cubierta iluminaban el conjunto de mesas y sillas que reposaban debajo, sobre una tarima de madera cuidada.
—¿Cuántos van a ser? —preguntó tras una pequeña reverencia un camarero vestido con otro kimono tradicional, de un sobrio color oliva.
—Cinco, si no se me ha olvidado como contar.
—¡Oh, Kiroe-san, qué alegría verla otra vez por aquí! Sin duda se alegrará de saber que tenemos una carne de pato de una calidad increíble últimamente. ¡El Patito Frito esta noche triunfará!
Kiroe dio una palmada y se dio la vuelta dirigiéndose a su hijo.
—A ti que no te gusta el pescado, te lo recomiendo. Te gustará.
Daruu sonrió y asintió con entusiasmo.
—¡Oh, este es su hijo! ¡Qué monada! —Le acarició el cabello a Daruu, pero tuvo que retirar la mano inmediatamente ante el intento de mordisco que Daruu no dudó en lanzar—. Vaya, parece que tiene hambre...
—¡BUENO VENGA VAMOSALAMESA! —se excusó Kiroe. Cogió de la oreja a Daruu, que gimió, molesto, y lo arrastró hacia una mesa sin esperar a que les acompañasen. De todas formas no había más que un par de ellas ocupadas.