6/03/2016, 15:25
—Ya verás, ya —replicó Kiroe, con una suave risilla—. Cuando vuelvas a Amegakure, no podrás sino insistir en recomendar "El Patito Frito" por todos lados. Dicho de tus labios tiene que sonar muy divertido, ahora que lo pienso...
Zetsuo alzó una ceja, en un gesto que mediaba entre el escepticismo y la irritación. Mal empezábamos... Kiroe le volvió a dirigir su mirada purpúrea, y le dio una pequeña palmadita en el hombro. Pese a lo que se podría esperar a raíz de la relación entre aquellos dos, el médico no hizo ningún amago por apartarse.
—Venga, tío, no te enfades. Sé que te gustan las cosas bien hechas, y la comida del sitio es de diez. No hace falta que compartas la opinión de que ese nombre es el mejor que le podían poner- También sé que te gusta que te traten con respeto cuando vas a un sitio y no te conocen, y aquí el servicio no te va a tratar nada mal. Intenta disfrutarlo. Sé que lo harás.
Los ánimos parecieron calmarse con las palabras de la mujer.
—¿Qué crees que tendrán de comida? —le comentó Ayame a su hermano.
—Supongo que de todo. Carne, arroz, sopas, pescado, marisco... —respondió Kori.
—Rico, más o menos rico, no tan rico, puaj, y puaj —intervino Daruu, y Ayame se rio entre dientes. Estaba comenzando a percibir que su compañero no era muy fan de la comida que viniera del agua.
Al fin se pusieron en marcha, y tomaron el pasillo en dirección contraria al que habían venido desde la entrada, mientras Daruu y Ayame seguían compartiendo cosas banales acerca de lo que podían esperar del restaurante del hotel. Finalmente llegaron a una puerta corredera donde se juntaban los dos pasillos, y Kiroe puso la mano sobre ella con cierto aire teatral.
—¡Tacháaaaan! —exclamó, y deslizó la puerta para dejar a la vista un precioso jardín vallado. Ya se había hecho de noche, pero la luz anaranjada y tenue de las lámparas de papel que colgaban del sobretecho daban un ambiente acogedor. Un incontable número de mesas y sillas se dispersaban por doquier sobre una tarima de madera bien cuidada.
—¡Halaaaaa! —volvió a exclamar por segunda vez una cautivada Ayame, que le dirigió una mirada de reojo a su padre. Zetsuo, firme e inamovible como siempre, parecía esforzarse porque la sorpresa no llegara a mostrarse en su gesto. Pero sin duda el lugar no le había desagradado para nada.
—Veamos si la comida está a la altura de la ornamentación —comentó.
El camarero, vestido con un kimono tradicional de color oliva, no tardó en acercarse hasta su posición, y con una pequeña reverencia se puso a su disposición.
[sub]—¿Cuántos van a ser?
—Cinco, si no se me ha olvidado como contar —respondió Kiroe, y en la cara del camarero se dibujó la sonrisa del reconocimiento.
—¡Oh, Kiroe-san, qué alegría verla otra vez por aquí! Sin duda se alegrará de saber que tenemos una carne de pato de una calidad increíble últimamente. ¡El Patito Frito esta noche triunfará!
—Carne de pato... —a Ayame se le hizo la boca agua de sólo pensarlo.
—A ti que no te gusta el pescado, te lo recomiendo. Te gustará.
—Kiroe se dirigió a Daruu con una palmada.
—¡Oh, este es su hijo! ¡Qué monada! —el camarero le revolvió el cabello con afecto, pero ante la estupefacción de todos, Daruu intentó asestarle un bocado, por lo que no dudó en retirar la mano con celeridad—. [sub]Vaya, parece que tiene hambre...
—¿Es que eres un jodido salvaje criado entre lobos, Hanaiko? —le reprendió Zetsuo, y Ayame se encogió sobre sí misma ligeramente.
—¡BUENO VENGA VAMOSALAMESA! —intervino Kiroe, antes de que la sangre pudiera llegar al río. Cogió de la oreja al muchacho y lo arrastró entre gemidos lastimeros a una mesa cercana.
Ayame se sentó entre Zetsuo y Kōri, postura rígida y algo intranquila por lo que pudiera pasar durante la cena. Durante un instante casi se arrepintió de haberlo sugerido, y optó por tomar la carta y refugiarse tras ella.
—¿Y cómo está el pescado? —su padre se había inmerso ya en una conversación con el camarero.
—Lástima. Parece que no tienen bollitos de vainilla —se lamentó Kōri junto a ella. Aunque cualquiera que le mirara a los ojos jamás sería capaz de discernir si de verdad le daba pena o era un simple comentario lanzado al aire.
—Yo aún no sé qué pedir... El pato a la naranja parece una buena opción pero... ¿Tú te has decidido ya, Daruu-san? —le dijo Ayame a su compañero, frente a ella.
Zetsuo alzó una ceja, en un gesto que mediaba entre el escepticismo y la irritación. Mal empezábamos... Kiroe le volvió a dirigir su mirada purpúrea, y le dio una pequeña palmadita en el hombro. Pese a lo que se podría esperar a raíz de la relación entre aquellos dos, el médico no hizo ningún amago por apartarse.
—Venga, tío, no te enfades. Sé que te gustan las cosas bien hechas, y la comida del sitio es de diez. No hace falta que compartas la opinión de que ese nombre es el mejor que le podían poner- También sé que te gusta que te traten con respeto cuando vas a un sitio y no te conocen, y aquí el servicio no te va a tratar nada mal. Intenta disfrutarlo. Sé que lo harás.
Los ánimos parecieron calmarse con las palabras de la mujer.
—¿Qué crees que tendrán de comida? —le comentó Ayame a su hermano.
—Supongo que de todo. Carne, arroz, sopas, pescado, marisco... —respondió Kori.
—Rico, más o menos rico, no tan rico, puaj, y puaj —intervino Daruu, y Ayame se rio entre dientes. Estaba comenzando a percibir que su compañero no era muy fan de la comida que viniera del agua.
Al fin se pusieron en marcha, y tomaron el pasillo en dirección contraria al que habían venido desde la entrada, mientras Daruu y Ayame seguían compartiendo cosas banales acerca de lo que podían esperar del restaurante del hotel. Finalmente llegaron a una puerta corredera donde se juntaban los dos pasillos, y Kiroe puso la mano sobre ella con cierto aire teatral.
—¡Tacháaaaan! —exclamó, y deslizó la puerta para dejar a la vista un precioso jardín vallado. Ya se había hecho de noche, pero la luz anaranjada y tenue de las lámparas de papel que colgaban del sobretecho daban un ambiente acogedor. Un incontable número de mesas y sillas se dispersaban por doquier sobre una tarima de madera bien cuidada.
—¡Halaaaaa! —volvió a exclamar por segunda vez una cautivada Ayame, que le dirigió una mirada de reojo a su padre. Zetsuo, firme e inamovible como siempre, parecía esforzarse porque la sorpresa no llegara a mostrarse en su gesto. Pero sin duda el lugar no le había desagradado para nada.
—Veamos si la comida está a la altura de la ornamentación —comentó.
El camarero, vestido con un kimono tradicional de color oliva, no tardó en acercarse hasta su posición, y con una pequeña reverencia se puso a su disposición.
[sub]—¿Cuántos van a ser?
—Cinco, si no se me ha olvidado como contar —respondió Kiroe, y en la cara del camarero se dibujó la sonrisa del reconocimiento.
—¡Oh, Kiroe-san, qué alegría verla otra vez por aquí! Sin duda se alegrará de saber que tenemos una carne de pato de una calidad increíble últimamente. ¡El Patito Frito esta noche triunfará!
—Carne de pato... —a Ayame se le hizo la boca agua de sólo pensarlo.
—A ti que no te gusta el pescado, te lo recomiendo. Te gustará.
—Kiroe se dirigió a Daruu con una palmada.
—¡Oh, este es su hijo! ¡Qué monada! —el camarero le revolvió el cabello con afecto, pero ante la estupefacción de todos, Daruu intentó asestarle un bocado, por lo que no dudó en retirar la mano con celeridad—. [sub]Vaya, parece que tiene hambre...
—¿Es que eres un jodido salvaje criado entre lobos, Hanaiko? —le reprendió Zetsuo, y Ayame se encogió sobre sí misma ligeramente.
—¡BUENO VENGA VAMOSALAMESA! —intervino Kiroe, antes de que la sangre pudiera llegar al río. Cogió de la oreja al muchacho y lo arrastró entre gemidos lastimeros a una mesa cercana.
Ayame se sentó entre Zetsuo y Kōri, postura rígida y algo intranquila por lo que pudiera pasar durante la cena. Durante un instante casi se arrepintió de haberlo sugerido, y optó por tomar la carta y refugiarse tras ella.
—¿Y cómo está el pescado? —su padre se había inmerso ya en una conversación con el camarero.
—Lástima. Parece que no tienen bollitos de vainilla —se lamentó Kōri junto a ella. Aunque cualquiera que le mirara a los ojos jamás sería capaz de discernir si de verdad le daba pena o era un simple comentario lanzado al aire.
—Yo aún no sé qué pedir... El pato a la naranja parece una buena opción pero... ¿Tú te has decidido ya, Daruu-san? —le dijo Ayame a su compañero, frente a ella.