12/05/2015, 15:36
A veces, la vida para alguien como yo puede resultar un tanto difícil. No es fácil conseguir alimento, cuando solo puedes alimentarte de sangre. Por suerte para mi madre y para mí, la Arashikage nos facilita la obtención de bolsitas de sangre de los amables donantes. No es solo cuestión de amabilidad, por supuesto, es más bien una cuestión de prevención, creen que si nos facilitan la sangre, no tendremos que cogerla de otros seres vivos, mordiéndoles o matándoles. Así que, una vez a la semana, tocaba viajar hacia el hospital a recoger la comida. Lo más normal del mundo, como ir al mercado.
Y ese era el día de ir a recogerla. Y como no, le tocaba pringar al de siempre. En fin, cierto es que mis padres estaban trabajando y el único que podía acercarse a por la comida era yo. Y claro, como mi padre si come cualquier cosa, también me había dado dinero para que me pasara a la carnicería a por unos filetes. La verdad es que no entiendo muy bien cómo puede comerse esas cosas, un día lo intente, y no solo me hizo vomitar, como el resto de la comida "normal", si no que además su sabor era espantoso. Cabe destacar que mi padre se pasó una semana riéndose.
El caso que es volvía hacia mi casa, cargado con una nevera que llevaba el símbolo del hospital, donde se conservaba la sangre que más tarde me serviría como alimento, y una bolsa de filetes y algunas verduras que había comprado para mi padre. Añadí las verduras porque al parecer, son sanas para la gente "normal", y mi padre ya esta mayor el hombre, por lo que necesita cuidarse.
Volvía a casa por la misma calle de siempre, y como era costumbre en aquel lugar, la gente me miraba con cara de asco o repulsión. Vamos, lo típico de siempre, la gente del lugar ya me conocía y sabían de sobra lo que yo transportaba. También se podían ver algunas caras de miedo, y e incluso, en raras ocasiones, caras de admiración, aunque yo más bien lo llamaría curiosidad morbosa.
Ese día no era diferente a los demás. Al menos no hasta que apareció aquella chica de mi edad, con los cabellos dorados y los ojos azules.
— Oye, tu eres Reiji, verdad? El Vampiro
— Reiji soy yo, pero no crees que un poco maleducado llamarme vampiro?
— Escucha, solo quiero probar lo que se siente cuando se beben tu sangre, muérdeme
Suspire. No es que aquello fuera raro, todo lo contrario, era parte de mi día a día. Lo raro fue lo que sucedió cuando le di mi respuesta.
— Puaj!, pero que asco ¿Tú estás loca? ¿De verdad piensas que voy a morderte? Lo único que conseguirás es que te vomite encima
La chica, sin mediar palabra, me dio una bofetada y salió balbuceando algo en voz baja y entre lágrimas. Por desgracia para mi aun no dominaba la técnica esa de mama que me hacía evitar golpes como aquel. Aunque tal vez hubiese sido peor.
— Nunca entenderé a las mujeres…— Volví a suspirar acariciándome la mejilla que había recibido el golpe.
Y ese era el día de ir a recogerla. Y como no, le tocaba pringar al de siempre. En fin, cierto es que mis padres estaban trabajando y el único que podía acercarse a por la comida era yo. Y claro, como mi padre si come cualquier cosa, también me había dado dinero para que me pasara a la carnicería a por unos filetes. La verdad es que no entiendo muy bien cómo puede comerse esas cosas, un día lo intente, y no solo me hizo vomitar, como el resto de la comida "normal", si no que además su sabor era espantoso. Cabe destacar que mi padre se pasó una semana riéndose.
El caso que es volvía hacia mi casa, cargado con una nevera que llevaba el símbolo del hospital, donde se conservaba la sangre que más tarde me serviría como alimento, y una bolsa de filetes y algunas verduras que había comprado para mi padre. Añadí las verduras porque al parecer, son sanas para la gente "normal", y mi padre ya esta mayor el hombre, por lo que necesita cuidarse.
Volvía a casa por la misma calle de siempre, y como era costumbre en aquel lugar, la gente me miraba con cara de asco o repulsión. Vamos, lo típico de siempre, la gente del lugar ya me conocía y sabían de sobra lo que yo transportaba. También se podían ver algunas caras de miedo, y e incluso, en raras ocasiones, caras de admiración, aunque yo más bien lo llamaría curiosidad morbosa.
Ese día no era diferente a los demás. Al menos no hasta que apareció aquella chica de mi edad, con los cabellos dorados y los ojos azules.
— Oye, tu eres Reiji, verdad? El Vampiro
— Reiji soy yo, pero no crees que un poco maleducado llamarme vampiro?
— Escucha, solo quiero probar lo que se siente cuando se beben tu sangre, muérdeme
Suspire. No es que aquello fuera raro, todo lo contrario, era parte de mi día a día. Lo raro fue lo que sucedió cuando le di mi respuesta.
— Puaj!, pero que asco ¿Tú estás loca? ¿De verdad piensas que voy a morderte? Lo único que conseguirás es que te vomite encima
La chica, sin mediar palabra, me dio una bofetada y salió balbuceando algo en voz baja y entre lágrimas. Por desgracia para mi aun no dominaba la técnica esa de mama que me hacía evitar golpes como aquel. Aunque tal vez hubiese sido peor.
— Nunca entenderé a las mujeres…— Volví a suspirar acariciándome la mejilla que había recibido el golpe.