6/03/2016, 19:03
Por muy bueno que sea el ratero, la justicia golpea fuerte. Ser tan ágil de dedos no le había servido, ser tan habilidoso para cambiar de prendas tampoco, y su ego le terminó traicionando. Buscar presas cada vez mas difíciles solo lleva a un camino, el de prisión.
La chica estaba por llevarlo ante las autoridades, pero antes de que lo hiciese, Riko tuvo una idea. Al menos eso dijo antes de irse dirección a un bar. No dijo ni media palabra, pero parecía muy convencido de su éxito. La chica se encogió de hombros, y esperó a ver qué hacía.
A saber...
Sin embargo, no tardó en regresar. Llevaba consigo una sonrisa que delataba sus intenciones, pero no lo hacía mas que ese gran rotulador que había sacado de la nada. La chica se temió lo obvio, pero tampoco quiso interponerse. Riko lo tomó de la barbilla, y grabó a permanente en su frente una única palabra. "Ladrón".
La chica se llevó la mano a la boca, e intentó ocultar una risa que era imposible de ocultar. Era obvio que eso le había llegado a la patata.
Por otro lado, el rostro del ratero no mostraba signo alguno de felicidad. Parecía en mitad de una mezcla entre depresión y profundo odio a todo lo que le rodeaba, sumido en unas gotas de histeria. No quería resistirse, porque sabía cual era la otra opción, pero esa idea tampoco le había hecho nada de gracia. ¿Qué remedio le quedaba salvo aguantar esa mofa?
—Me parece una idea correcta.— Contestó la chica viendo el resultado.
Sin mas, s agachó y le puso la mano sobre el hombro al chico.
—No te lo tomes como algo personal, tómatelo como un escarmiento. Robar a otra persona lo que tanto le cuesta conseguir, es de entre las peores cosas, la peor. La próxima vez, me tomaré la justicia por mi mano, y yo no soy tan buena como mi amigo.—
Sin duda, una amenaza que era capaz de tomar a modo de promesa. No conocía a Riko para saber si él era realmente duro o no, pero ella sabía como era. Romperle unos cuantos dedos sí que se los podría romper, o quemarlos... el fuego purifica.
El chico no tuvo valentía siquiera para contestar, casi se le saltaban las lágrimas.
Tras esa clara advertencia, o amenaza, Katomi se puso de nuevo en pie. Retomó su sonrisa, y comenzó a caminar a paso lento hacia el bar donde habían estado en un principio. Quizás ya no tuviesen mas incidentes.
—Bueno, esperemos que nos dejen tomar una merienda en paz, ¿no? jajaja.—
La chica estaba por llevarlo ante las autoridades, pero antes de que lo hiciese, Riko tuvo una idea. Al menos eso dijo antes de irse dirección a un bar. No dijo ni media palabra, pero parecía muy convencido de su éxito. La chica se encogió de hombros, y esperó a ver qué hacía.
A saber...
Sin embargo, no tardó en regresar. Llevaba consigo una sonrisa que delataba sus intenciones, pero no lo hacía mas que ese gran rotulador que había sacado de la nada. La chica se temió lo obvio, pero tampoco quiso interponerse. Riko lo tomó de la barbilla, y grabó a permanente en su frente una única palabra. "Ladrón".
La chica se llevó la mano a la boca, e intentó ocultar una risa que era imposible de ocultar. Era obvio que eso le había llegado a la patata.
Por otro lado, el rostro del ratero no mostraba signo alguno de felicidad. Parecía en mitad de una mezcla entre depresión y profundo odio a todo lo que le rodeaba, sumido en unas gotas de histeria. No quería resistirse, porque sabía cual era la otra opción, pero esa idea tampoco le había hecho nada de gracia. ¿Qué remedio le quedaba salvo aguantar esa mofa?
—Me parece una idea correcta.— Contestó la chica viendo el resultado.
Sin mas, s agachó y le puso la mano sobre el hombro al chico.
—No te lo tomes como algo personal, tómatelo como un escarmiento. Robar a otra persona lo que tanto le cuesta conseguir, es de entre las peores cosas, la peor. La próxima vez, me tomaré la justicia por mi mano, y yo no soy tan buena como mi amigo.—
Sin duda, una amenaza que era capaz de tomar a modo de promesa. No conocía a Riko para saber si él era realmente duro o no, pero ella sabía como era. Romperle unos cuantos dedos sí que se los podría romper, o quemarlos... el fuego purifica.
El chico no tuvo valentía siquiera para contestar, casi se le saltaban las lágrimas.
Tras esa clara advertencia, o amenaza, Katomi se puso de nuevo en pie. Retomó su sonrisa, y comenzó a caminar a paso lento hacia el bar donde habían estado en un principio. Quizás ya no tuviesen mas incidentes.
—Bueno, esperemos que nos dejen tomar una merienda en paz, ¿no? jajaja.—