7/03/2016, 22:55
El chico del paraguas afirmó a lo dicho por Katomi con otro refrán, que básicamente venía a decir lo mismo. Tras de ello, hizo una sutil y a la vez formal reverencia a la peliblanco, presentándose con el nombre de Manase Mogura. Sin duda, el chico había de provenir de una casta real, o como mínimo adinerada. Nada mas que ese flash llegó a la cabeza de la chica, tan solo esperó no tener que partirle la boca a Mogura.
Bueno... ya se verá. Al menos no parece que el dinero se le halla subido a la cabeza, como a mi padrastro.
La chica se quedó por un instante callada, observando con algo de lucidez aquella reverencia. Tras lo cual se llevó el cabello excedente de su lateral izquierdo hacia detrás de la oreja.
—Tan poco hay que ser tan formal.— Contestó al gesto, girando levemente la mirada.
Cuando ésta le comentó que parecía ser un extranjero por esas aguas, Mogura contestó que era normal al ir con ese paraguas a todos lados. ¿También dormiría con él? Bueno, tampoco era cuestión de preguntarle, eso eran cosas personales. Ante la pregunta, el chico comenzó a relatar que por problemas familiares había tenido que irse a Amegakure. Casi parecía estar robandole su historia. Sin embargo, él no se había amoldado tan fácilmente como ella.
Evidentemente, la pregunta fue recíproca. El chico le devolvió la misma cuestión a la chica, buscando saber un poco mas de ella. Sus orbes rojos miraron por un instante el oscuro cielo. En mitad del vaivén de las olas, parecía mecerse al son de la lluvia, recordando sus razones. Razones que no parecían divagar mucho a las explicadas por su compañero.
—Pues casi que me quitaste la historia. Por problemas famiiares, he tenido que buscar la manera de conseguir dinero y volverme mas fuerte. Siendo kuoichi, encontré la solución a ambos problemas. Ahora mismo no es que sea una auténtica roca, pero me esfuerzo diariamente por volverme mucho mas fuerte.—
Entre meneo y meneo de las aguas, la chica perdió por un instante el equilibrio, pareciendo que se fuese a hundir de lleno. Sin embargo, elevó de nuevo la pierna hundida, y volvió a retomar la concentración y flotabilidad. Casi pero no, por suerte o destreza, en ésta ocasión no se había ido al fondo. No sería la primera vez, pero mejor no hablar de ello.
—Ufff... por cierto, no me llames senpai, me haces sentir mayor...—
Quizás hasta le serviría de excusa a la hora de contestar al porqué casi se hunde en el agua.
—¿Y cuanto tiempo llevas por estas tierras? ¿no vives en la aldea? Esa casucha no se ve muy acorde a tu reverencia.—
No pudo evitar preguntarlo, era algo que le había impactado.
Bueno... ya se verá. Al menos no parece que el dinero se le halla subido a la cabeza, como a mi padrastro.
La chica se quedó por un instante callada, observando con algo de lucidez aquella reverencia. Tras lo cual se llevó el cabello excedente de su lateral izquierdo hacia detrás de la oreja.
—Tan poco hay que ser tan formal.— Contestó al gesto, girando levemente la mirada.
Cuando ésta le comentó que parecía ser un extranjero por esas aguas, Mogura contestó que era normal al ir con ese paraguas a todos lados. ¿También dormiría con él? Bueno, tampoco era cuestión de preguntarle, eso eran cosas personales. Ante la pregunta, el chico comenzó a relatar que por problemas familiares había tenido que irse a Amegakure. Casi parecía estar robandole su historia. Sin embargo, él no se había amoldado tan fácilmente como ella.
Evidentemente, la pregunta fue recíproca. El chico le devolvió la misma cuestión a la chica, buscando saber un poco mas de ella. Sus orbes rojos miraron por un instante el oscuro cielo. En mitad del vaivén de las olas, parecía mecerse al son de la lluvia, recordando sus razones. Razones que no parecían divagar mucho a las explicadas por su compañero.
—Pues casi que me quitaste la historia. Por problemas famiiares, he tenido que buscar la manera de conseguir dinero y volverme mas fuerte. Siendo kuoichi, encontré la solución a ambos problemas. Ahora mismo no es que sea una auténtica roca, pero me esfuerzo diariamente por volverme mucho mas fuerte.—
Entre meneo y meneo de las aguas, la chica perdió por un instante el equilibrio, pareciendo que se fuese a hundir de lleno. Sin embargo, elevó de nuevo la pierna hundida, y volvió a retomar la concentración y flotabilidad. Casi pero no, por suerte o destreza, en ésta ocasión no se había ido al fondo. No sería la primera vez, pero mejor no hablar de ello.
—Ufff... por cierto, no me llames senpai, me haces sentir mayor...—
Quizás hasta le serviría de excusa a la hora de contestar al porqué casi se hunde en el agua.
—¿Y cuanto tiempo llevas por estas tierras? ¿no vives en la aldea? Esa casucha no se ve muy acorde a tu reverencia.—
No pudo evitar preguntarlo, era algo que le había impactado.