7/03/2016, 23:18
(Última modificación: 7/03/2016, 23:29 por Aotsuki Ayame.)
—Si me permite la sugerencia, caballero —teatralizó elocuentemente el camarero—. Le sugeriría la trucha con salsa de pimienta verde y limón. Mejor que cualquier pieza de mar, sinceramente. Las truchas las compramos a los pescadores locales, y tenemos ríos de sobra alrededor de los Dojos. Los pescados del mar vienen menos frescos.
—A él, no lo sé. Pero yo quiero esa trucha. Muy hecha —respondió Kiroe, y Zetsuo terminó por asentir, conforme.
—Muy bien. Yo también probaré ese plato. Espero no decepcionarme, chico.
Ayame seguía removiéndose en el sitio. La tensión en el ambiente era tensa como una cuerda que estuviera a punto de romperse por la mitad. ¿Podría hacer algo por remediarlo? No quería irse a la cama con la sensación de que todos en aquella mesa estaban esperando la ocasión para apuñalarse mutuamente con los cuchillos de comida.
—Lástima. Parece que no tienen bollitos de vainilla.
Aquella simple frase le arrancó una risilla al ya irritado Daruu, y Ayame respiró con cierto alivio.
—Yo aún no sé qué pedir... El pato a la naranja parece una buena opción pero... ¿Tú te has decidido ya, Daruu-san?
El chico enterró la vista en la carta y sus iris oscuros trazaron líneas horizontales en el papel. Parecía indeciso.
—Yo creo que voy a probar el famoso Patito Frito, ya que le da el nombre al sitio. Yo si le pusiera el nombre a un lugar por la comida, me aseguraría que ese plato fuera el mejor de todos.
—El chico es inteligente, aunque de dentellada demasiado rápida —sugirió el camarero. Dio un paso atrás ante la resentida mirada infantil de Daruu—. Sólo bromeo, muchacho, lo siento, lo siento.
—¡Pues yo también quiero El Patito Frito! Me fiaré de tu criterio, Daruu-san —le sonrió.
—Para mí la especialidad de tako dango[/i] —concluyó Kōri, átono como siempre. Y Ayame le dirigió una mirada horrorizada, ante la cual se limitó a encogerse de hombros.
—¿Pulpo? ¡Puaj!
—Para beber tráeme el mejor vino que tengas —intervino su padre, antes de que el camarero se marchara.
—¡Agua! —exclamó Ayame, alzando el brazo.
—Refresco de limón —dijo Kōri.
—A él, no lo sé. Pero yo quiero esa trucha. Muy hecha —respondió Kiroe, y Zetsuo terminó por asentir, conforme.
—Muy bien. Yo también probaré ese plato. Espero no decepcionarme, chico.
Ayame seguía removiéndose en el sitio. La tensión en el ambiente era tensa como una cuerda que estuviera a punto de romperse por la mitad. ¿Podría hacer algo por remediarlo? No quería irse a la cama con la sensación de que todos en aquella mesa estaban esperando la ocasión para apuñalarse mutuamente con los cuchillos de comida.
—Lástima. Parece que no tienen bollitos de vainilla.
Aquella simple frase le arrancó una risilla al ya irritado Daruu, y Ayame respiró con cierto alivio.
—Yo aún no sé qué pedir... El pato a la naranja parece una buena opción pero... ¿Tú te has decidido ya, Daruu-san?
El chico enterró la vista en la carta y sus iris oscuros trazaron líneas horizontales en el papel. Parecía indeciso.
—Yo creo que voy a probar el famoso Patito Frito, ya que le da el nombre al sitio. Yo si le pusiera el nombre a un lugar por la comida, me aseguraría que ese plato fuera el mejor de todos.
—El chico es inteligente, aunque de dentellada demasiado rápida —sugirió el camarero. Dio un paso atrás ante la resentida mirada infantil de Daruu—. Sólo bromeo, muchacho, lo siento, lo siento.
—¡Pues yo también quiero El Patito Frito! Me fiaré de tu criterio, Daruu-san —le sonrió.
—Para mí la especialidad de tako dango[/i] —concluyó Kōri, átono como siempre. Y Ayame le dirigió una mirada horrorizada, ante la cual se limitó a encogerse de hombros.
—¿Pulpo? ¡Puaj!
—Para beber tráeme el mejor vino que tengas —intervino su padre, antes de que el camarero se marchara.
—¡Agua! —exclamó Ayame, alzando el brazo.
—Refresco de limón —dijo Kōri.