7/03/2016, 23:35
Riko siguió sin demora a la peliblanco, recorriendo ambos el camino hacia el bar e antes. Ésta hasta confesó que realmente tenía ganas de tomarse ese apetecible batido de chocolate blanco. Con nata, ese detalle se le había pasado ahora. Pero era algo normal, quizás cuando pidiese de nuevo su encargo, se acordase de ese elegante y sabroso detalle. Cosa que le había llegado a copiar en su batido de frutas salvajes.
En el mismo camino, el chico de Uzu halagó la rápida reacción de su compañera ante el carterista. Si, la verdad es que había tenido una reacción muy eficiente. También resultaba algo obvio, no había nadie huyendo con prisas, ni estorbado por otras personas, ni que se hubiese parado en seco. Nadie vestía la misma ropa que el ratero al inicio, y de nuevo habían chocado con ellos, y ésta vez no había sido con la chica. Muchas casualidades juntas en un lapso temporal realmente corto.
—Gracias Riko. La verdad es que estaba con el corazón en la mano, no sabía si era realmente él, pero me arriesgué al notar ese golpe contra ti. Era el mismo método que usó conmigo, y hasta podría haber sido un carterista distinto.—Confesó a Riko.
Entre tanto, estaban llegando de nuevo a la terraza del bar, donde la mesa que habían dejado libre rápidamente había sido ocupada. El rostro de la chica tuvo que ser un poema al ver que ya no tenían sitio en el bar. Realmente quería ese batido.
—Mierda...—
Podía haber maldecido a toda cosa viviente, pero no le hubiese servido de mucho. No había mas solución que esperar o buscar otro bar, ya fuese cercano o lejano. En éste, la clientela parecía hasta agobiada, algo menos que el camarero. Éste parecía querer cortarse las venas en cualquier momento. A saber cuánto tendría que ganar ese pobre hombre.
—Bueno, ¿Que hacemos? ¿Esperamos a pillar sitio, o vamos a otro lado? A mi me da igual, aunque tenía ganas de éste batído...—
Su mirada entre tanto se perdió en búsqueda de otro logar parecido a ese bar. Alrededor de ellos habían alguno que otro, pero hasta el que menos clientela tenía, parecía estar abarrotado. Si tirasen una aguja al aire en aquellas terrazas, al menos a diez personas pinchaban.
En el mismo camino, el chico de Uzu halagó la rápida reacción de su compañera ante el carterista. Si, la verdad es que había tenido una reacción muy eficiente. También resultaba algo obvio, no había nadie huyendo con prisas, ni estorbado por otras personas, ni que se hubiese parado en seco. Nadie vestía la misma ropa que el ratero al inicio, y de nuevo habían chocado con ellos, y ésta vez no había sido con la chica. Muchas casualidades juntas en un lapso temporal realmente corto.
—Gracias Riko. La verdad es que estaba con el corazón en la mano, no sabía si era realmente él, pero me arriesgué al notar ese golpe contra ti. Era el mismo método que usó conmigo, y hasta podría haber sido un carterista distinto.—Confesó a Riko.
Entre tanto, estaban llegando de nuevo a la terraza del bar, donde la mesa que habían dejado libre rápidamente había sido ocupada. El rostro de la chica tuvo que ser un poema al ver que ya no tenían sitio en el bar. Realmente quería ese batido.
—Mierda...—
Podía haber maldecido a toda cosa viviente, pero no le hubiese servido de mucho. No había mas solución que esperar o buscar otro bar, ya fuese cercano o lejano. En éste, la clientela parecía hasta agobiada, algo menos que el camarero. Éste parecía querer cortarse las venas en cualquier momento. A saber cuánto tendría que ganar ese pobre hombre.
—Bueno, ¿Que hacemos? ¿Esperamos a pillar sitio, o vamos a otro lado? A mi me da igual, aunque tenía ganas de éste batído...—
Su mirada entre tanto se perdió en búsqueda de otro logar parecido a ese bar. Alrededor de ellos habían alguno que otro, pero hasta el que menos clientela tenía, parecía estar abarrotado. Si tirasen una aguja al aire en aquellas terrazas, al menos a diez personas pinchaban.