7/03/2016, 23:49
Anzu seguía engullendo comida de una forma absolutamente impensable para una chica de su edad y complexión. Su titánico apetito se explicaba viendo los largos días de entrenamiento a los que Hida-sensei la había sometido para que así pudiera aprobar su examen de graduación en menos de un año. El gastar una gran cantidad de chakra implicaba normalmente una gran pérdida de nutrientes, que el jounin se aseguraba de atajar haciendo que su alumna se acostumbrase a comer de forma desmedida. Más energía, más tiempo que aguantaba antes de caer extenuada en la plataforma de entrenamiento; y no era difícil dar esta historia por cierta al observar el cuerpo fibroso y atlético de la jovencita Yotsuki.
Sólo detuvo su implacable batida por los platillos de la alargada mesa cuando vio como, a unos cuantos pasos de distancia, un chico rubio y más o menos de su edad, chocaba contra otro mayor y más alto. La Yotsuki rompió a reír, y sólo se tapó la boca instantes después al percibir la mirada desaprobatoria de su maestro. No supo por qué, pero aquel choque le había parecido sumamente gracioso. Quizá fuese porque en aquella mesa, rodeada de Hida y sus colegas veteranos, estaba a punto de morir de aburrimiento. Sólo hartarse de cordero asado, bolas de arroz, fruta y zumo le había hecho más llevadero el rato.
Cuando dejó de reír por fin, se secó las lágrimas con la manga de su kimono y tomó un largo trago de zumo de mango. Dejó que el sabor refrescante y suave de la fruta la embriagase por completo. Una cosa no es discutible en esta Aldea, tienen buena comida. En Shinogi-To matarían a puñaladas a cualquier hijo de vecino por un poco de este zumo. ¡Meh! Pringaos...
Sólo detuvo su implacable batida por los platillos de la alargada mesa cuando vio como, a unos cuantos pasos de distancia, un chico rubio y más o menos de su edad, chocaba contra otro mayor y más alto. La Yotsuki rompió a reír, y sólo se tapó la boca instantes después al percibir la mirada desaprobatoria de su maestro. No supo por qué, pero aquel choque le había parecido sumamente gracioso. Quizá fuese porque en aquella mesa, rodeada de Hida y sus colegas veteranos, estaba a punto de morir de aburrimiento. Sólo hartarse de cordero asado, bolas de arroz, fruta y zumo le había hecho más llevadero el rato.
Cuando dejó de reír por fin, se secó las lágrimas con la manga de su kimono y tomó un largo trago de zumo de mango. Dejó que el sabor refrescante y suave de la fruta la embriagase por completo. Una cosa no es discutible en esta Aldea, tienen buena comida. En Shinogi-To matarían a puñaladas a cualquier hijo de vecino por un poco de este zumo. ¡Meh! Pringaos...