22/03/2016, 01:02
Kaido introdujo la llave oxidada dentro del picaporte y le dio dos vueltas con la mano derecha. El sonido inconfundible de un seguro abriéndose inundó el lúgubre pasillo y con tan sólo un simple empujón, aquella puerta raída y desgastada por el infalible pasar del tiempo rechinó hasta abrirse completamente y permitirle al tiburón adentrarse en los confines de la habitación.
El interior era oscuro, sucio y un poco grotesco. La decoración era desde luego decepcionante, y ni hablar de las flores muertas y marchitas que aún reposaban sobre un viejo tarro de vidrio. Nadie se había molestado en sacarlas de allí, desde luego. Pero para alguien tan rudimentario como Kaido, aquello no importaba en lo absoluto mientras su interior tuviera lo necesario para cumplir con sus necesidades básicas: Dormir, comer y tener la suficiente agua fresca cerca para mantenerse hidratado.
Eso de ser Hozuki era a veces un coñazo.
Pero: ¿por qué razón se encontraba él en un viejo hostal en la ciudad de Tanzaku si el Torneo al que debía acudir para cumplir con los designios de su maestro estaban por comenzar?
Ni él lo sabía con certeza. Esa era quizás su manera de demostrar rebeldía, incumpliendo con la encomienda de su maestro. Después de todo, el que no le hubiesen dejado participar por lo que ellos llamaban "intereses en riesgo" nunca le terminaría de sentar bien, por lo que tendría que encontrar alguna forma de vengarse. Y no interesándose en lo absoluto por lo que sucediera en un evento en el que no podía participar era su forma de decirles a los del Consejo que se fueran a tomar por culo.
Un gran eructo salió de la boca del tiburón, alertando a la gran mayoría de comensales que se encontraban disfrutando del almuerzo en el restaurante de Shirogama-san. Shirogama-san era un joven emprendedor de unos 23 años que había conseguido el dinero suficiente para montrar su soñado puesto de comida y con el que había estado amasando gran fama en las cercanías de la ciudad de Tanzaku por sus deliciosos enrollados de atún. Él y Kaido se conocieron en un altercado y desde entonces, el gyojin había estado acudiendo al lugar día y noche; disfrutando de sus clamadas vacaciones lejos de Amegakure, responsabilidades y reprimendas de la mejor forma posible.
Dos semanas habían pasado desde el comienzo del Torneo. Y aunque Tanzaku se encontraba a medio día de viaje de las zonas donde se realizaba el evento, lo acontecido en lo que había sido la primera y segunda ronda del torneo de los Dojos sin duda alguna había despertado el interés de los viajeros, quienes extendieron los rumores a lo largo y ancho del país del Fuego.
El Hozuki había hecho caso omiso a los comentarios, aunque esa tarde su paciencia se agotó. Shirogama sabía que le molestaba escuchar sobre el Torneo y no pararía hasta que Kaido le oyese de una buena vez.
—¡Coño, está bien! ... habla de una puta vez —cantó, dejando que unos cuantos pedazos de arroz salieran despedidos de su boca—. ¿Qué fue lo que pasó?
Shirogama frotó sus manos como si estuviera a punto de revelar el secreto del siglo y comenzó su relato en cuanto el tiburón le dejó revelar lo sucedido.
—Pues resulta que hubo mucha polémica en las primeras dos etapas. Algunas batallas épicas, otras no tanto; y una descalificación. Un tal Datsue pareció dejarse sobornar en medio de la batalla, y blé... dos palmaditas en la espalda y para casa —luego se acomodó en su asiento con notable ansiedad, reflejando que lo bueno aún estaba por venir—. por otro lado, Daruu de Amegakure y el rubio mono del Remolino cuyo nombre no recuerdo; se dieron con todo en su combate y quedaron al final tan jodidos por las heridas que ninguno pasó de ronda. ¡Já, vaya coñazo!
Su interlocutor tuvo que hacer una pausa para tomar un poco de agua. Entre tanto, Kaido tuvo que reflexionar ante la anécdota contada puesto que muchos nombres conocidos habían salido a flote en cuestión de segundos. No sólo Datsue, a quien conoció en el Bosque de Azur, había padecido el bochorno de ser descalificado, sino que su compañero de aldea, Daruu; no había podido continuar su travesía en el torneo por el supuesto desgaste que le representó ese primer combate. Entonces fue allí que se preguntó si había usado la técnica secreta que mencionó durante su encuentro en las cercanías de la ciudad de Yachi, hacía un mes antes de que el torneo comenzara.
Pero la familiaridad no terminaba allí porque sabía que Shirogama continuaría su detallada explicación de los hechos así él no se lo pidiera. Y sin embargo, sintió la necesidad de interrumpir cual fuera su siguiente relato para cortar camino y enterarse sobre alguien en particular. La Jinchuriki de su aldea, sobre quien probablemente caerían grandes expectativas teniendo en cuenta el inmenso poder que yace oculto y sellado en su interior.
—¿Qué ha pasado con Ayame?
—Nada extraordinario por el momento. El primer combate lo ganó prácticamente sin mover un puto dedo, y en la segunda ronda arrolló a su contrincante en pocos minutos. Ella está ahora en la final, Kaido. En la otra llave pasó Mizumi Eri, quien derrotó a su compañero de aldea, este... Yota, sí.
—Joder.
Joder, sí. El panorama del torneo era todo lo contrario a lo que él esperaba, porque la final no sólo era entre mujeres sino que los que él creía capaces de llegar a la última instancia se habían quedado en el camino. Pero su injuria no era sólo por eso, sino por el hecho de que ahora su curiosidad no le permitiría quedarse sentado en Tanzaku mucho más tiempo. Quería ver esa final frente a frente, por supuesto, y hablar con sus compañeros sobre lo sucedido, si era posible.
El interior era oscuro, sucio y un poco grotesco. La decoración era desde luego decepcionante, y ni hablar de las flores muertas y marchitas que aún reposaban sobre un viejo tarro de vidrio. Nadie se había molestado en sacarlas de allí, desde luego. Pero para alguien tan rudimentario como Kaido, aquello no importaba en lo absoluto mientras su interior tuviera lo necesario para cumplir con sus necesidades básicas: Dormir, comer y tener la suficiente agua fresca cerca para mantenerse hidratado.
Eso de ser Hozuki era a veces un coñazo.
Pero: ¿por qué razón se encontraba él en un viejo hostal en la ciudad de Tanzaku si el Torneo al que debía acudir para cumplir con los designios de su maestro estaban por comenzar?
Ni él lo sabía con certeza. Esa era quizás su manera de demostrar rebeldía, incumpliendo con la encomienda de su maestro. Después de todo, el que no le hubiesen dejado participar por lo que ellos llamaban "intereses en riesgo" nunca le terminaría de sentar bien, por lo que tendría que encontrar alguna forma de vengarse. Y no interesándose en lo absoluto por lo que sucediera en un evento en el que no podía participar era su forma de decirles a los del Consejo que se fueran a tomar por culo.
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Un gran eructo salió de la boca del tiburón, alertando a la gran mayoría de comensales que se encontraban disfrutando del almuerzo en el restaurante de Shirogama-san. Shirogama-san era un joven emprendedor de unos 23 años que había conseguido el dinero suficiente para montrar su soñado puesto de comida y con el que había estado amasando gran fama en las cercanías de la ciudad de Tanzaku por sus deliciosos enrollados de atún. Él y Kaido se conocieron en un altercado y desde entonces, el gyojin había estado acudiendo al lugar día y noche; disfrutando de sus clamadas vacaciones lejos de Amegakure, responsabilidades y reprimendas de la mejor forma posible.
Dos semanas habían pasado desde el comienzo del Torneo. Y aunque Tanzaku se encontraba a medio día de viaje de las zonas donde se realizaba el evento, lo acontecido en lo que había sido la primera y segunda ronda del torneo de los Dojos sin duda alguna había despertado el interés de los viajeros, quienes extendieron los rumores a lo largo y ancho del país del Fuego.
El Hozuki había hecho caso omiso a los comentarios, aunque esa tarde su paciencia se agotó. Shirogama sabía que le molestaba escuchar sobre el Torneo y no pararía hasta que Kaido le oyese de una buena vez.
—¡Coño, está bien! ... habla de una puta vez —cantó, dejando que unos cuantos pedazos de arroz salieran despedidos de su boca—. ¿Qué fue lo que pasó?
Shirogama frotó sus manos como si estuviera a punto de revelar el secreto del siglo y comenzó su relato en cuanto el tiburón le dejó revelar lo sucedido.
—Pues resulta que hubo mucha polémica en las primeras dos etapas. Algunas batallas épicas, otras no tanto; y una descalificación. Un tal Datsue pareció dejarse sobornar en medio de la batalla, y blé... dos palmaditas en la espalda y para casa —luego se acomodó en su asiento con notable ansiedad, reflejando que lo bueno aún estaba por venir—. por otro lado, Daruu de Amegakure y el rubio mono del Remolino cuyo nombre no recuerdo; se dieron con todo en su combate y quedaron al final tan jodidos por las heridas que ninguno pasó de ronda. ¡Já, vaya coñazo!
Su interlocutor tuvo que hacer una pausa para tomar un poco de agua. Entre tanto, Kaido tuvo que reflexionar ante la anécdota contada puesto que muchos nombres conocidos habían salido a flote en cuestión de segundos. No sólo Datsue, a quien conoció en el Bosque de Azur, había padecido el bochorno de ser descalificado, sino que su compañero de aldea, Daruu; no había podido continuar su travesía en el torneo por el supuesto desgaste que le representó ese primer combate. Entonces fue allí que se preguntó si había usado la técnica secreta que mencionó durante su encuentro en las cercanías de la ciudad de Yachi, hacía un mes antes de que el torneo comenzara.
Pero la familiaridad no terminaba allí porque sabía que Shirogama continuaría su detallada explicación de los hechos así él no se lo pidiera. Y sin embargo, sintió la necesidad de interrumpir cual fuera su siguiente relato para cortar camino y enterarse sobre alguien en particular. La Jinchuriki de su aldea, sobre quien probablemente caerían grandes expectativas teniendo en cuenta el inmenso poder que yace oculto y sellado en su interior.
—¿Qué ha pasado con Ayame?
—Nada extraordinario por el momento. El primer combate lo ganó prácticamente sin mover un puto dedo, y en la segunda ronda arrolló a su contrincante en pocos minutos. Ella está ahora en la final, Kaido. En la otra llave pasó Mizumi Eri, quien derrotó a su compañero de aldea, este... Yota, sí.
—Joder.
Joder, sí. El panorama del torneo era todo lo contrario a lo que él esperaba, porque la final no sólo era entre mujeres sino que los que él creía capaces de llegar a la última instancia se habían quedado en el camino. Pero su injuria no era sólo por eso, sino por el hecho de que ahora su curiosidad no le permitiría quedarse sentado en Tanzaku mucho más tiempo. Quería ver esa final frente a frente, por supuesto, y hablar con sus compañeros sobre lo sucedido, si era posible.
«Maldita sea, ¿por qué tuve que escuchar?»