8/03/2016, 16:39
(Última modificación: 8/03/2016, 16:41 por Uchiha Akame.)
— ¿Hermanos? Ni en otra vida, ¿viste sus ojos? — Respondió el rubio, señalando las orbes de su compañero y sonriendo al mismo tiempo. — Yo soy Hei, Anzu-san.
La Yotsuki le estrechó la mano al tal Hei, apretando con cierta fuerza para transmitir -inconscientemente- una sensación de seguridad y firmeza. Sin embargo, si aquel tío la había saludado incluso con cierto entusiasmo, el otro parecía absorto en sus pensamientos. Anzu clavó sus ojos de color azul claro en él. Parece una estatua... ¿Me está ignorando deliberadamente? Me cago en... No le hacía gracia que la obviasen de ese modo, mucho menos cuando ella había sido la que se presentaba. Entonces recordó el choque que habían tenido ambos shinobi momentos antes, y llegó rápidamente a la conclusión de que aquel tipo debía estar más tiempo en la Luna que sobre la Tierra. Pasó su mano libre ante el rostro del ausente, de forma similar a como lo hace un médico cuando quiere comprobar si el enfermo está consciente.
-¿Qué le pasa a tu colega, Hei-san? ¿Acaso es medio tonto? No creo, de ser así nunca habría aprobado el examen de graduación -rectificó momentos después, con aire pensativo-. Porque ambos sois ninjas, claro. Vuestro aspecto os delata... Bueno, en el caso de Míster Ausente, más bien es esa jodida espada tan grande que lleva en la cintura.
¿Tendrá algo que ver lo de sus ojos con que sea... 'lento'?
Mientras los chicos conversaban, la noche había abrazado por completo Takigakure y ahora los habitantes empezaban ya a tomar sus lámparas y escribir deseos en el papel de arroz. Quedaba todavía un buen rato para media noche, el momento en el que -según dictaba la tradición- los takigakureños debían arrojar sus lámparas al río del Árbol Sagrado si querían ver cumplidos sus deseos.
La Yotsuki le estrechó la mano al tal Hei, apretando con cierta fuerza para transmitir -inconscientemente- una sensación de seguridad y firmeza. Sin embargo, si aquel tío la había saludado incluso con cierto entusiasmo, el otro parecía absorto en sus pensamientos. Anzu clavó sus ojos de color azul claro en él. Parece una estatua... ¿Me está ignorando deliberadamente? Me cago en... No le hacía gracia que la obviasen de ese modo, mucho menos cuando ella había sido la que se presentaba. Entonces recordó el choque que habían tenido ambos shinobi momentos antes, y llegó rápidamente a la conclusión de que aquel tipo debía estar más tiempo en la Luna que sobre la Tierra. Pasó su mano libre ante el rostro del ausente, de forma similar a como lo hace un médico cuando quiere comprobar si el enfermo está consciente.
-¿Qué le pasa a tu colega, Hei-san? ¿Acaso es medio tonto? No creo, de ser así nunca habría aprobado el examen de graduación -rectificó momentos después, con aire pensativo-. Porque ambos sois ninjas, claro. Vuestro aspecto os delata... Bueno, en el caso de Míster Ausente, más bien es esa jodida espada tan grande que lleva en la cintura.
¿Tendrá algo que ver lo de sus ojos con que sea... 'lento'?
Mientras los chicos conversaban, la noche había abrazado por completo Takigakure y ahora los habitantes empezaban ya a tomar sus lámparas y escribir deseos en el papel de arroz. Quedaba todavía un buen rato para media noche, el momento en el que -según dictaba la tradición- los takigakureños debían arrojar sus lámparas al río del Árbol Sagrado si querían ver cumplidos sus deseos.