9/03/2016, 02:03
(Última modificación: 9/03/2016, 02:12 por Uchiha Datsue.)
La técnica no está completa, la técnica no está completa... Datsue se balanceaba de atrás hacia adelante como un viejo en una silla mecedora. ¿Cómo voy a mantenerla activa sin haberla completado, joder? Tendría que haber entrenado más, después de todo la voy a necesitar en Shinogi-to… ¡AAAAGH!
Con la cara tensa por la frustración, Datsue se tapó el rostro con las manos y cerró los ojos. Tenía que concentrarse y mantener el Henge Inverso a toda costa. ¿Acaso no era él Uchiha Datsue? Era un soñador y un vago, cierto, pero a la hora de la verdad daba un paso al frente, cogía el toro por los cuernos y se superaba. Como todo Uchiha. ¡Si, coño, sí! ¡Ese soy yo, joder! Sólo tengo que sacar al shinobi que llevo dentro… ¡VAMOS!
Bajo sus manos se adivinó una sonrisa. Era la sonrisa de la determinación más absoluta. De la confianza. No había nada que temer. Iba a hacerlo. Después de todo, él era…
…¡PUF! El Henge no Jutsu Inverso se desvaneció. Las llaves que portaba el posadero perdieron su forma y, en su lugar, quedó colgando un collar con la figura del Baku tallada en madera.
—Q... ¿Qué...? Ya he dicho que ha sido un accidente. Yo no quería... —balbuceó, con el corazón prácticamente en la boca.
Okura redujo nuevamente la distancia entre ellos dos con un rápido paso.
—Vamos, vamos. No sigas disimulando. —Se inclinó hacia ella, y Ayame pudo captar su aliento, dulzón y empalagoso—. Tu encuentro con Datsue; tus extrañas idas y venidas a la posada, dando como triste excusa que te pillaba de camino; este accidente —enumeró, tiñendo la última palabra de cierto tono irónico—. Está más que claro —afirmó con rotundidad.
»Tú eres…
Los ojos de Datsue parecían salírsele de las órbitas. ¡MIERDA! Mierda, mierda, mierda, mierda. ¡MIERDA, JODER, MIERDA! Espera… ¿Cómo…? Vale. Vale, vale, vale. Nadie se ha dado cuenta. Joder, vale. Es hora de irse cagando leches.
En aquel momento, el posadero se dirigía a la barra, probablemente en busca de algún trapo con el que secarse a él y al anciano. Sin reparar en el nuevo objeto que portaba en el cinturón. La posadera, por su parte, seguía fregando el suelo con esmero, y Ayame conversaba con Okura. El Uchiha la miró y se golpeó un par de veces la palma de la mano con el canto de la otra, en un claro gesto de que había que irse.
Entretenidos como estaban todos recogiendo el desastre que había hecho Ayame, y teniendo a Okura de espaldas, el Uchiha aprovechó para levantarse y salir por la puerta, con cierto cuidado de no hacer ruido y llamar la atención. Había dejado de llover, aunque el frío le saludó con una gélida corriente de aire. Sus músculos le pedían a gritos correr, pero controló aquel primer impulso. Podían verle a través de la ventana, y eso levantaría sospechas.
Aunque largarme de la posada con un pedido pendiente también es extraño… Debo darme prisa. Debo salir de aquí con Tormenta antes de que se fijen en el collar.
Con tres largas zancadas se plantó frente al portal, que se abrió sin protestar cuando dio con la llave correcta. Un suave relincho le dio la bienvenida, y entonces sonrió, dejando que su Henge se desvaneciese también...
—… huérfana —declaró al fin, cruzándose de brazos. Por un momento, sus ojos parecieron emitir un destello, intenso, como desafiando a la kunoichi a decir lo contrario—. ¿Por qué sino estarías hablando con un desgraciado como Datsue? —Para Okura, concebir cualquier otra razón parecía impensable—. Porque te sientes sola, ¿no es cierto? Y como él también es un mendigo, te sientes identificada. ¿Y todo este teatro del accidente…? —preguntó de forma retórica—. Para llamar la atención —dedujo. Entonces se señaló la frente—. Y esa bandana que llevas… Es falsa, ¿no es cierto? La usas para espantar a matones y a gente indecente.
—¿Qué cuchicheas por ahí, Okura? —preguntó la posadera, colándose en la conversación. Justo en aquel momento había acabado de fregar el suelo.
—Tú calla —replicó, en un tono de voz mucho más alto del que estaba empleando con Ayame—. No metas el hocico en asuntos que no te interesan. —La posadera abrió la boca para protestar, pero luego realizó un ademán con la mano, como mostrando indiferencia por sus asuntos, y se fue junto con la fregona de vuelta a la barra. Okura se giró y dirigió la mirada nuevamente hacia la pequeña kunoichi—. ¿Y bien? He acertado en todo, ¿no es cierto? —Entonces bajó la voz—. Yo podría ayudarte, ¿sabes? —dijo, posando una de sus manos sobre el hombro de Ayame, con delicadeza—. Conmigo no te faltaría de nada... —aseguró, y su mirada volvió a brillar con el mismo destello que antes. Aunque ahora, quizá Ayame interpretase aquel brillo de otra manera... Okura esbozó una media sonrisa—. Qué te parece si te invito a ese estofado y seguimos charlando, ¿eh?
Con la cara tensa por la frustración, Datsue se tapó el rostro con las manos y cerró los ojos. Tenía que concentrarse y mantener el Henge Inverso a toda costa. ¿Acaso no era él Uchiha Datsue? Era un soñador y un vago, cierto, pero a la hora de la verdad daba un paso al frente, cogía el toro por los cuernos y se superaba. Como todo Uchiha. ¡Si, coño, sí! ¡Ese soy yo, joder! Sólo tengo que sacar al shinobi que llevo dentro… ¡VAMOS!
Bajo sus manos se adivinó una sonrisa. Era la sonrisa de la determinación más absoluta. De la confianza. No había nada que temer. Iba a hacerlo. Después de todo, él era…
…¡PUF! El Henge no Jutsu Inverso se desvaneció. Las llaves que portaba el posadero perdieron su forma y, en su lugar, quedó colgando un collar con la figura del Baku tallada en madera.
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—Q... ¿Qué...? Ya he dicho que ha sido un accidente. Yo no quería... —balbuceó, con el corazón prácticamente en la boca.
Okura redujo nuevamente la distancia entre ellos dos con un rápido paso.
—Vamos, vamos. No sigas disimulando. —Se inclinó hacia ella, y Ayame pudo captar su aliento, dulzón y empalagoso—. Tu encuentro con Datsue; tus extrañas idas y venidas a la posada, dando como triste excusa que te pillaba de camino; este accidente —enumeró, tiñendo la última palabra de cierto tono irónico—. Está más que claro —afirmó con rotundidad.
»Tú eres…
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Los ojos de Datsue parecían salírsele de las órbitas. ¡MIERDA! Mierda, mierda, mierda, mierda. ¡MIERDA, JODER, MIERDA! Espera… ¿Cómo…? Vale. Vale, vale, vale. Nadie se ha dado cuenta. Joder, vale. Es hora de irse cagando leches.
En aquel momento, el posadero se dirigía a la barra, probablemente en busca de algún trapo con el que secarse a él y al anciano. Sin reparar en el nuevo objeto que portaba en el cinturón. La posadera, por su parte, seguía fregando el suelo con esmero, y Ayame conversaba con Okura. El Uchiha la miró y se golpeó un par de veces la palma de la mano con el canto de la otra, en un claro gesto de que había que irse.
Entretenidos como estaban todos recogiendo el desastre que había hecho Ayame, y teniendo a Okura de espaldas, el Uchiha aprovechó para levantarse y salir por la puerta, con cierto cuidado de no hacer ruido y llamar la atención. Había dejado de llover, aunque el frío le saludó con una gélida corriente de aire. Sus músculos le pedían a gritos correr, pero controló aquel primer impulso. Podían verle a través de la ventana, y eso levantaría sospechas.
Aunque largarme de la posada con un pedido pendiente también es extraño… Debo darme prisa. Debo salir de aquí con Tormenta antes de que se fijen en el collar.
Con tres largas zancadas se plantó frente al portal, que se abrió sin protestar cuando dio con la llave correcta. Un suave relincho le dio la bienvenida, y entonces sonrió, dejando que su Henge se desvaneciese también...
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—… huérfana —declaró al fin, cruzándose de brazos. Por un momento, sus ojos parecieron emitir un destello, intenso, como desafiando a la kunoichi a decir lo contrario—. ¿Por qué sino estarías hablando con un desgraciado como Datsue? —Para Okura, concebir cualquier otra razón parecía impensable—. Porque te sientes sola, ¿no es cierto? Y como él también es un mendigo, te sientes identificada. ¿Y todo este teatro del accidente…? —preguntó de forma retórica—. Para llamar la atención —dedujo. Entonces se señaló la frente—. Y esa bandana que llevas… Es falsa, ¿no es cierto? La usas para espantar a matones y a gente indecente.
—¿Qué cuchicheas por ahí, Okura? —preguntó la posadera, colándose en la conversación. Justo en aquel momento había acabado de fregar el suelo.
—Tú calla —replicó, en un tono de voz mucho más alto del que estaba empleando con Ayame—. No metas el hocico en asuntos que no te interesan. —La posadera abrió la boca para protestar, pero luego realizó un ademán con la mano, como mostrando indiferencia por sus asuntos, y se fue junto con la fregona de vuelta a la barra. Okura se giró y dirigió la mirada nuevamente hacia la pequeña kunoichi—. ¿Y bien? He acertado en todo, ¿no es cierto? —Entonces bajó la voz—. Yo podría ayudarte, ¿sabes? —dijo, posando una de sus manos sobre el hombro de Ayame, con delicadeza—. Conmigo no te faltaría de nada... —aseguró, y su mirada volvió a brillar con el mismo destello que antes. Aunque ahora, quizá Ayame interpretase aquel brillo de otra manera... Okura esbozó una media sonrisa—. Qué te parece si te invito a ese estofado y seguimos charlando, ¿eh?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado