10/03/2016, 17:57
Anzu sonrió con naturalidad ante la respuesta del joven gennin; para ella era algo que se daba por sabido, pero evidentemente, podía sonar extraño para quien no conocía su historia. Al fin y al cabo, si alguien con aptitudes para el Ninjutsu nacía en el País de la Tormenta, lo lógico era que acabase como ninja al servicio de Amegakure. Por vicisitudes del destino ella no había terminado allí, sino en la recientemente emergida Aldea Oculta de la Cascada. Le gustaba pensar que ambas Villas habían reconocido su talento y cualidades excepcionales, y se habían echado a suerte el honor de entrenarla... Pero, honestamente, nada más lejos de la realidad. Aparte de gozar de un chakra más intenso y poderoso de lo normal, Anzu no tenía ningún rasgo innato destacable; no había sido sino a fuerza de dormir poco y entrenar mucho que se había convertido en kunoichi.
-¡Ja! Más que estar, socio. Aquí donde me ves, tan bronceada, soy originaria de ese vertedero que llaman Shinogi-To -para ella, la magnífica ciudad feudal no era más que un entremado de callejuelas oscuras y malas compañías-. Mi padre conocía a un shinobi de Takigakure, así que le convenció para que me entrenase en la Cascada. Y, ¡joder! No puedo decir que me arrepienta -sus ojos brillaron con un destello de admiración. Solía ocurrir cuando hablaba de Takigakure-. El sitio es un jodido paraíso, nada que ver con esa lluvia de mierda. Imagínate: buen clima, bosques verdes, un ancho río de aguas cristalinas... Ya te lo digo yo, nadie querría irse después de pasar allí una buena temporada. Y mucho menos para volver a la Tormenta -remató con gracia-.
-¡No me malinterpretes, eh! Amegakure y sus ninjas me merecen respeto. Mi madre, de hecho, fue una gran kunoichi que murió protegiendo a la actual Arashikage... Amekoro Yui. ¿Te suena? -añadió, soltando una carcajada-.
-Hidetaka-san, ¡extra de curry en ese ramen! Este muchacho ha peleado valientemente para poder comerlo.
De fondo, se podía oír a los dos hermanos intercambiando pullas, chistes y cuchicheos de tanto en tanto.
-¡Ja! Más que estar, socio. Aquí donde me ves, tan bronceada, soy originaria de ese vertedero que llaman Shinogi-To -para ella, la magnífica ciudad feudal no era más que un entremado de callejuelas oscuras y malas compañías-. Mi padre conocía a un shinobi de Takigakure, así que le convenció para que me entrenase en la Cascada. Y, ¡joder! No puedo decir que me arrepienta -sus ojos brillaron con un destello de admiración. Solía ocurrir cuando hablaba de Takigakure-. El sitio es un jodido paraíso, nada que ver con esa lluvia de mierda. Imagínate: buen clima, bosques verdes, un ancho río de aguas cristalinas... Ya te lo digo yo, nadie querría irse después de pasar allí una buena temporada. Y mucho menos para volver a la Tormenta -remató con gracia-.
-¡No me malinterpretes, eh! Amegakure y sus ninjas me merecen respeto. Mi madre, de hecho, fue una gran kunoichi que murió protegiendo a la actual Arashikage... Amekoro Yui. ¿Te suena? -añadió, soltando una carcajada-.
-Hidetaka-san, ¡extra de curry en ese ramen! Este muchacho ha peleado valientemente para poder comerlo.
De fondo, se podía oír a los dos hermanos intercambiando pullas, chistes y cuchicheos de tanto en tanto.